Impecable-implacable es un libro de arte. Aunque sea de una inmensa obviedad señalarlo, no está de más hacerlo cuando se ha publicado muy poco sobre el arte contemporáneo desde el lugar y el material que trata este libro.
Las palabras del tÃtulo son los predicados que Gabriel Gutnisky eligió para titular su profunda reflexión sobre el arte contemporáneo de las últimas décadas. Ambas palabras son inquietantes y provocadoras y bien podrÃan representar las caracterÃsticas del arte afincado en los escaparates internacionales de exposición, si no fuera que la localización de sus referentes se opone cardinalmente a los centros urbanos de poder, lo cual permite una lectura diferente de las condiciones de producción y de interpretación del arte actual.
El hecho de escribir sobre arte se transforma también en una acción sobre la que podrÃamos detenernos un momento. En principio, deberÃamos señalar que escribir sobre arte tiene múltiples riesgos, que surgen de la virtual lucha de poder entre quien emite (el artista y “su†obra) y quien recepta (el intérprete y “su†obra). Estos riesgos se traducen en mistificaciones, por ejemplo “no serle fiel al espÃritu de las obrasâ€, como si éstas pertenecieran a un universo animista que las contiene y define. También en términos de fidelidad, lo escrito pareciera que generalmente traiciona “la verdad del artistaâ€, negando sus intenciones y hasta su presencia en la experiencia artÃstica. Pero sobre todo escribir sobre arte implica el riesgo y la responsabilidad de aplicar una forma de violencia, al envolver los fenómenos más sensibles del mundo con el manto helado de la razón. Una toma de la imagen por la palabra. La sujeción de las obras a la tiranÃa de la conciencia y a una iluminación profanadora: la mirada del crÃtico. Porque escribir sobre arte implica una actitud reflexiva que conlleva el juicio, la opinión, la crÃtica.
Quien escribe toma la investidura de un saber ajeno a la obra, capaz de someterla, desmantelándola. AsÃ, quien se anima a tomar el riesgo de escribir sobre arte deberá afrontar la incomodidad de ser visto como un carnicero entre vegetarianos o como médico forense en un hospital de convalecientes. Entre el horror y el respeto, la adulación y el silencio, el que pone la palabra en nombre de las obras sabrá tarde o temprano que el poder ejercido lo emparienta con Icaro, tan cerca de la luz como de las sombras. Tan alto y tan solo.
Escribir sobre el arte que ocurre en la actualidad, nuestra actualidad, la que nos es común espacialmente, localmente, es un riesgo aun mayor. La palabra cuando es tan próxima, la del vecino de al lado, pierde más fácilmente esa autoridad del texto para ser vencida por las sospechas de chisme o de pequeñas venganzas personales. Su profundidad se percibe pretenciosa y mero artificio, quizá porque carece del escudo protector que provee el poder del centro en las grandes metrópolis. Fenómeno provinciano el de la desconfianza. Fenómeno hegemónico el de imponer la palabra autorizada desde Nueva York, Londres o Barcelona/Madrid. La desconfianza de unos como la indiferencia de otros son congruentes a la hora de pensar los motivos por los cuales el panorama artÃstico se desliza hacia una penosa vacuidad. La necesidad de diferentes voces como de diferentes actos de representación y a la vez de presencia surge como una posibilidad de reconfigurar los valores que nutren y significan el espacio del arte en la contemporaneidad.
¿Cómo se pueden configurar las obras de arte sin interpretación? ¿Alguien aún cree que unos materiales concretos o que una imagen existe como obra fuera de un “otro†que la construye para sà como tal?
¿Cómo se puede definir el campo del arte sin registro de las interpretaciones que las obras suscitan?
Escribir sobre arte implica, como en este caso, poner en acción las tensiones que configuran la experiencia artÃstica a la vez que construir un espacio para que ésta habite. Evidenciar las variables del juego, establecer las categorÃas y las coordenadas espacio-temporales para que los acontecimientos se transformen en memoria histórica, para que la materia devenga concepto, pero también para que las pasiones que las originaron queden fatalmente expuestas al olvido. He ahà la peligrosidad y el mayor riesgo del texto: algo siempre se perderá. Pero afrontar lo indecible es la faena del que piensa el arte, tanto como del que lo crea. Porque escribir en estos casos consiste en aceptar el reto del creador, tomar el guante que la obra arroja sobre cada uno para configurarse. Reinventar al artista en lo público y lo histórico. Es, fundamentalmente, hacer una obra otra, con palabras que develan y a la vez niegan el supuesto original al que remiten.
La obra que se escribe refiere al receptor y su acción es performativa, porque el texto encierra un acontecimiento propio, único, que para ser reconocido debe vencer las mistificaciones de la crÃtica. Desprenderse de “la verdad†de la obra para sondear en las raÃces, los trazados, los borrones, de un conjunto complejo de relaciones que lo artÃstico posibilita más allá de sà mismo.
Gabriel Gutnisky escribió durante muchos años sobre el arte en cartelera haciendo una tarea sostenida de divulgación de las artes visuales y sus contenidos. En un contexto donde el mercado está ausente, el valor de sus palabras tuvo resonancias particulares. Su interlocución es ya una marca cultural en el medio local debido a una lectura inteligente y generosa de obras y artistas que fue tan inquietante como necesaria.
Este libro surge del material producido en esas instancias, pero las trasciende ampliamente. Lejos ya de la nota periodÃstica, propone una serie de ensayos que sobre una base historiográfica ofrecen un análisis conceptual original. ¿En qué sentido? Las obras se plantean como un conjunto de enigmas relacionados, en los cuales se integran aspectos polÃticos, socioculturales y estéticos. Su operación discursiva acompaña la experiencia poética en la medida en que da a ver una tensión particular, ese lugar Ãntimo en que el escritor fue tocado como receptor. Revela aquello que lo incita al proceso hermenéutico. A medida que avanza siguiendo una representación temporal, la voz va cambiando, pasa del relato y la información directa a distintos tonos y formas que permiten reconocer los desplazamientos de los géneros plásticos y los conflictos de época. Es en ese close up temporal del capÃtulo final donde anida el inquietante desamparo que propone el tÃtulo.
Ya señalamos suficientemente el riesgo que implica escribir sobre arte, aquà se asume una aventura más excitante aún: enlazar la teorÃa (artÃstica y filosófica) con las experiencias concretas que pertenecen a un lugar en términos reales como imaginarios. Se toma la libertad de mirar y analizar desde su mundo cotidiano y asà lo construye como centro, en diálogo conflictivo con sus propias formaciones ideológicas. Desde esa autoconciencia del conflicto comienza un proceso de revisión del modelo de Modernidad en Córdoba (una versión interior de Argentina), de quien él mismo como autor es tributario y que se transforma en una verdadera genealogÃa de la Modernidad/Post desde la periferia.
Propone una construcción histórico-cultural del espacio-tiempo local, que se centra en la conexión entre las coordenadas del contexto local y las de la sociedad global. Invita a estudiar procesos concretos locales en los que señala cómo el espacio-tiempo mundializado no es uniforme, sino que está dotado de texturas y densidades diferenciales que constituyen acontecimientos paradojales: “estética sin voluntad estéticaâ€, “actualidad arcaicaâ€, “deslocalización de lo localâ€, son algunos de los enunciados concretos para ser pensados no sólo como experiencias artÃsticas ysociales, sino también en la experiencia esencial de nuestra relación con el pasado en el presente: es decir, como señala John Berger, la experiencia de buscarle un significado a nuestras vidas, de intentar comprender una historia de la que somos agentes activos.
* Artista plástica. Docente e investigadora de la Universidad Nacional de Córdoba. Prólogo de “Impecable-implacableâ€, de Gabriel Gutnisky, Editorial Brujas, Córdoba.
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