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Martes, 11 de octubre de 2016
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Dos inauguraciones en el Museo Nacional de Bellas Artes

Una doble cita en el Museo

Esta tarde el MNBA abre dos muestras: una de Norberto Gómez, en la que se exhiben dos series de esculturas separadas por casi medio siglo; y otra, breve y antológica, para homenajear al recientemente fallecido Gyula Kosice.

Por Fabián Lebenglik
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Una de las esculturas recientes de Norberto Gómez. Abajo: otra obra de Gómez, de los 60.

Esta tarde se inauguran dos muestras en el Museo Nacional de Bellas Artes que conviene no perderse.

Por una parte una, una exposición de esculturas de Norberto Gómez (1941) en la que se exhiben obras de los años sesenta reconstruidas hoy, junto con otra larga serie de piezas completamente nuevas, de los últimos tres años.

La segunda exposición es una breve y elocuente antología de Gyula Kosice (1924-2016), con curaduría de Rodrigo Alonso, que homenajea al artista recientemente fallecido, pionero del arte cinético y de la pintura de marco recortado. En esta nota nos ocuparemos de la primera exposición.

La muestra de Gómez se puede ver como continuidad (aunque no del todo) en el tiempo: se trata de dos series, una relativamente breve, en la que el artista reconstruyó esculturas de los años sesenta, y otra, de piezas recientes de formato mediano o grande: ambos conjuntos son completamente blancos; todas las obras juegan con el lenguaje de la geometría y muchas, con el de la arquitectura.

Ambas series están separadas por más de cuarenta años. La continuidad entre las dos sin embargo es notoria. Como si cuarenta y cinco años después Gómez dijera “como decíamos ayer…” Pero la continuidad es también disruptiva, dado que el hiato que las separa al mismo tiempo es también evidente. La relación de cercana entre las series se da por la contigüidad, la blancura y la entonación geométrica. Y también por haber sido –las piezas históricas– reconstruidas hoy, con la misma técnica en que están realizadas las obras nuevas: impresiones en 3D. Hay artesanía en articulación perfecta con la tecnología.

Desde la época de los salones Ver y Estimar de fines de los años sesenta Gómez apareció en escena con obras que analizaban la naturaleza de las formas geométricas a través de mutaciones rítmicas o de formas derretidas, en las que violentaba el rigor matemático de ciertos prismas y cilindros diálogo tenso con el minimalismo, entre otras formulaciones de aquel momento.

La mirada crítica, obsesiva y detalladamente artesanal de Gómez se formó desde la infancia entre ebanistas y luthiers. En la adolescencia, pasó un tiempo por la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano y por un taller cooperativo de Parque Lezama, orientado por Juan Carlos Castagnino. A mediados de los 60 viajó y se quedó dos años en París, donde además de recorrer museos trabajó como asistente de Julio Le Parc y lo fue, también, de Berni.

En el catálogo de la exposición, que hoy se dará a conocer, Andrés Duprat, (director del MNBA) junto con Alejandro de Ilzarbe, se entrevistaron con el escultor, transcribiendo al papel sólo las respuestas del artista, siempre ferozmente veraz, ácido y descarnado.

“Aquellas obras de fines de los 60 que ahora recreamos –dice Gómez-– no me las planteaba como efímeras, eran efímeras pero sin planteos. Las hacía con los materiales que me quedaban de mis trabajos de carpintería. Casi todas se perdieron o se destruyeron y otras después de ser obras se transformaron en estantes. De las originales queda una que la tiene el museo (de Bellas Artes) de La Plata. Cuarenta años después, gracias a la tecnología, las pude reconstruir como dibujos 3D, una muy buena experiencia que estimuló mi deseo de traerlas nuevamente a la materialidad. Ahora ya no son tan efímeras, son de madera sólida y tienen 16 capas de pintura.” […]

“No me aferro a lo que hago -sigue Gómez-, si no queda bien lo tiro a la mierda aunque haya trabajado diez días en eso. No es un negocio, no hay nada que ahorrar, no soy una pyme. Muchas veces abandono obras que estoy haciendo, se ponen difíciles y no tengo más ganas de discutir con ellas. Si seguís la discusión por ahí las convencés, pero no tengo ganas, las tiro. No es tan importante”.

“Reivindico las manos y los oficios, pero no reniego de las nuevas herramientas que son maravillosas. Gracias a la tecnología pude hacer la obra del Parque de la Memoria, que está hecha igual que las armas de cartón, pero con acero. Antes, el ingeniero Galay hizo los planos de cada una de las piezas en la computadora para que se pudieran cortar con un pantógrafo de alta precisión y se soldaran. Pude haber hecho muchas obras de esa manera, me hubiera encantado, pero estoy en la periferia del mundo y hacer esa sola llevó 14 años. Nosotros acá crecemos en macetas, bastante bien dentro de todo, pero en macetas. Si nos plantaran en la tierra, sería insospechado a dónde llegaríamos. Eso es lo que pasa en el primer mundo, que no crecen en macetas”.

Las nuevas obras de Gómez atraviesan y acumulan culturas, estilos, lenguajes, citas y falsas citas en una suerte de pastiche crítico, por momentos irónico, por momentos lírico.

En la entrevista del catálogo, ante la omitida pregunta sobre el destino de sus obras, Gómez responde: “Son patrimonio de la memoria de los que las ven. Ese es el destino”.

* Inaugura hoy en el Museo Nacional de Bellas Artes, Av. del Libertador 1473.

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