Recurrencia: cuando se va a los orĂgenes del rock rioplatense, dos bandas tapan al resto: Shakers y Gatos Salvajes. Y entonces, Los Mockers no existen. PodrĂa darse por real en otras decenas de bandas-producto que inundaron la Ă©poca, pero en este caso se trata de un gravĂsimo error de la historiografĂa. Por eso, la ediciĂłn de un compilado a travĂ©s de La Vida Lenta Discos viene a poner las cosas en su lugar: 19 canciones formidables –no mucho que envidiarle al cuarteto de los Fattorusso brothers– más dos bonus tracks en vivo (“I just wanna make love to you”, del enorme Willy Dixon, y “Oh Baby, we got a good thing Goin”), grabados en Radio Ariel de Uruguay y en la televisiĂłn argentina, resumen el espĂritu corrosivo de uno de los primeros rockers en “putear en la cara” al Club del Clan: antes, incluso, de bautizarse con un nombre que iba contra prejuicios, tonteras y convencionalismos. VestĂan cardigans beige con vivos marrones, tocaban “Route 66” en bares de mala muerte, llegaron a llamarse ¡Los Encadenados!, salĂan a escena con las guitarras unidas al cuello mediante cadenas negras y tenĂan un cantante (Polo, el salvaje) capaz de expatriar la voz de Mick Jagger sin la más mĂnima impostaciĂłn.
Con nombre homĂłnimo al grupo, un bien elegido compilado de los cinco discos que pueblan la discografĂa original (del fugaz perĂodo 1965-1967) aporta gemas hechas cuando todo estaba por hacerse: “Sad” –track 11– es como implantar un pedazo de los primeros Stones en el paisito: cualquier marciano que desconozca cĂłmo vino la mano preguntarĂa quiĂ©n es quiĂ©n; escuchar “Don’t go Hawaii” –track 3– es tener un Ray Davies tan podrido como aquĂ©l, cantando un rhythm & blues sin necesidad de atravesar el Atlántico; el sitar –aunque primitivo– de “Every night” –track 6– sumado a la voz fermentada de Polo le dan un aura cuasipsicodĂ©lica, que luego retomarĂan y perfeccionarĂan Los Gatos en temas como “Una nube en tu vida”, por caso; reflotar una rareza artesanal llamada “Can’t be a lie” –track 9–, donde un palillo de baterĂa “rasca” la rejilla metálica de un amplificador; y la verdadera gema –track 16– resulta la más impecable versiĂłn de “Paint it black”, a tempo rápido, generada en el rock hispano. Es otro acierto –en la elecciĂłn, claro– no contemplar ciertos temas en castellano del tipo “Quiero irme” o “Nena mĂa” que, pese a haberle significado al grupo la puerta de entrada a Buenos Aires, no resistieron el paso del tiempo.
En suma: si los Shakers fueron, segĂşn la historia oficial del rock, Los Beatles rioplatenses, entonces Los Mockers fueron los Stones, antes del baile del pollo... (re)comprobado.
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