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Miércoles, 11 de junio de 2008
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Portishead volvió a grabar después de diez años

La banda más triste del mundo

Third, lo nuevo del grupo de Bristol, confirma que el receso les vino bien. Regresaron con un CD arriesgado e inquietante, que ya no le debe todo a los viejos laureles que el trip-hop supo conseguir en los ’90.

Por Fernando D´addario
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Gibbons, Barrow y Utley, un trío de melancólicos.

En el primer mundo, la edición de Third parece haber eludido los consejos del calendario, pero aquí tuvo en cuenta el impacto ambiental.

Salió en pleno otoño, entre nieblas y fríos que invitan a la melancolía. El regreso de Portishead, tras diez años de ausencia, trasciende la celebración artística y adquiere, tal vez, connotaciones terapéuticas. Una escucha atenta y sostenida de sus once tracks puede, inclusive, inducir a un depresivo profundo a creer que su vida es bella: nada puede haber más triste que la música y las historias que ofrece Portishead.

Claro que la tristeza no es el único parámetro que define al trío de Bristol. Desasosiego, inquietud y asfixia también son palabras que se ajustan a los estados emocionales que despierta Portishead. Lo curioso es que estos efectos van unidos indisolublemente al placer. ¿Masoquismo? Quizá sólo se trate de una predisposición anímica. En este mundo están los que son felices con Portishead y los que se deprimen con La Mosca.

Aquellos que busquen en Third una continuación literal de Dummy y de Portishead (que tuvo su epílogo en el sombrío y barroco Live at Roseland) se encontrarán con un par de sorpresas. La banda de Beth Gibbons se las ingenió para conservar el clima opresivo que patentó en sus anteriores trabajos, sin someterse a la rigidez estructural del trip-hop. La mezcla de sensualidad psicodélica y morbidez electrónica elige aquí nuevas coberturas rítmicas y orquestales. En la riqueza de matices está el verdadero logro de este disco: un viaje percusivo demoledor advierte desde el comienzo, en “Silence”, que Portishead volvió para provocar a los viejos fans, que no tardarán en caer rendidos. Ciertos guiños a la nostalgia de Dummy (entre otras, la conmovedora “Hunter”, los primeros acordes de “Threads” –que luego se “desnaturaliza”–, la sutileza de “Plastic”) conviven con el aire folkie de “Small” y “The Rip”, acaso deudores del intimista Out of Season, consuelo que en 2002 Gibbons les dio, junto a Rustin Man (alias de Paul Webb), a quienes extrañaban demasiado a Portishead.

Sin embargo, Third sabe cómo desacomodar oídos atentos a lo previsible. La sensación de encierro y soledad es potenciada por sonidos industriales que nacen en “We Carry on” y alcanzan picos de gélida desesperación en “Machine Gun”, trazando una línea que les debe menos a sus coetáneos Massive Attack que a Einstürzende Neubauten (aunque Portishead seguramente no avale los postulados dadaístas del movimiento Die Geniale Dilletanten). El enfoque conceptual de Third apenas necesita de instrumentos de cuerda para acentuar la tristeza, en tanto los scratches y los samples de antaño le ceden protagonismo a complejas armaduras percusivas.

Portishead volvió, quizá, para demostrar que el trip-hop luciría hoy completamente anacrónico. La melancolía no puede darse ese lujo.

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