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Miércoles, 14 de abril de 2010
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Los Auténticos Decadentes ya se sienten Irrompibles

Siempre fieles a sí mismos

El combo que es sinónimo de fiesta plantea la paradoja de que hacer más de lo mismo sea positivo y la lleva al extremo porque esa supuesta repetición implica intentar nuevos rumbos para su arte y su elemento: la canción.

Por Roque Casciero
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La mayor parte de las canciones de Irrompibles fueron compuestas entre varios Decadentes.

“Más, más de lo mismo”, entona el invitado Adrián Dárgelos en “Siempre igual”, una de las catorce canciones de Irrompibles, flamante octavo álbum de Los Auténticos Decadentes. La frase bien puede aplicarse a la aparición del álbum: Cucho Parisi y compañía entregan más de lo mismo. Eso sí, el tono no es el que generalmente se usa para pronunciar esas palabras porque, en el caso de Los Decadentes, más de lo mismo significa más alegría, más historias delirantes, más trencito y pogo, más polirritmia irresistible, más reflexiones de poetas populares como Jorge Serrano y Diego Demarco, más heterogeneidad, más aguafuertes, más fiesta. ¿Alguien se opone a tener un poco más de eso? Los Decadentes siguen fieles a sí mismos, lo que, paradójicamente, también significa que intentan nuevos caminos. Después de un álbum como Club Atlético Decadente, en el que la producción más rockera parecía ir a contramano de la personalidad de la banda, ésta cerró filas y puso tras las perillas a dos de sus integrantes, el percusionista y cantante Martín “Moska” Lorenzo y el baterista Mariano Francescheli. Y como ellos sí conocen el ADN decadente, cada canción encuentra su forma con naturalidad.

El año pasado, Serrano fue el primer “Deca” en publicar un álbum solista, y eso se nota en Irrompibles, ya que hay apenas dos temas firmados por el autor de “La guitarra” y “Un osito de peluche de Taiwán”. Como era de esperar, ambos están entre lo mejor del disco: el ya mencionado “Siempre igual” (el único tema con producción “foránea”, a cargo de Babasónicos) y “La ciudad de infinitas avenidas”, una de esas reflexiones sobre el paso de los años que tan bien le salen al cantante. Demarco también brilla con “La fórmula”, el tema más rockero del disco, con fuerte acento en las guitarras, y un estribillo notable en su simpleza (“Buscando por la vida andaba yo/ la fórmula que nunca se inventó/ y ahora que dejé de buscar/ mirá vos dónde te vengo a encontrar”). Los otros que firman un tema en soledad son Lorenzo, con “Distrito Federal” (corte de difusión en México) y Gastón “El Francés” Bernardou, con “Vos y el viento” (un reggae amable con la voz de Dread Mar I).

El resto –esto es, la mayoría– son composiciones en conjunto entre varios integrantes de la banda e incluso algunos de los invitados. El disco comienza con una breve intro y enseguida “Los machos” plantea que “volverán los machos al rodeo” como celebración de la amistad masculina, no sin un dejo de ironía (más patente todavía en el video de la canción). Luego, Fidel Nadal dice presente para rapear la simpática “Tribus urbanas”, con mensaje contemporizador incluido. La letra pueril de “Festival de rock” deja por un segundo en offside al disco, que retoma la buena senda enseguida. En el cuartetazo “Jopito” el invitado es La Mona Jiménez, como corresponde, y “Cultura disco” sobrevuela la noche (la de ahora y la de los ’70) de la mano de Emmanuel Horvilleur. “A.O.E.”, con ritmo fiestero, propone un juego de vocales: “a (c)o(g)e(r) que el mundo se acaba”. Hay ranchera en “La paloma y el gavilán” y “En cada puerto” bombea más disco DKD, antes del final con “Otra vez a viajar”. Si en la anterior decía que “en cada puerto hay un amor”, en la que cierra el álbum se ofrece el contrapeso, con los viajes como carga para la banda. Pero tampoco es que se quejen demasiado: cuando algo está tan bueno, ¿por qué no seguir haciendo más de lo mismo?

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