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Sábado, 13 de mayo de 2006
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“ROBERTO GOYENECHE CANTA Y CUENTA SU HISTORIA”

Una radiografía del Polaco

Los tres discos que este diario ofrece a sus lectores a partir de mañana no son sólo una colección de grandes canciones, sino también un diálogo imperdible entre el cantor y Antonio Carrizo.

Por Karina Micheletto
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Goyeneche, una marca registrada del tango.

Roberto Goyeneche, cantando y contando su historia. Esa es la propuesta del material que Página/12 comienza a presentar con su edición de mañana: tres CD en los que el Polaco interpreta sus tangos más famosos, junto a fragmentos de un extenso reportaje que le fue haciendo durante un mes su amigo Antonio Carrizo, en su programa La vida y el canto, emitido por Radio Rivadavia.

En las grabaciones –tomadas a fines del ’80 y editadas originalmente por Melopea– se van intercalando tangos de distintas épocas de la carrera del cantor de Saavedra con breves comentarios que lo pintan de cuerpo entero. Así desfilan por su recuerdo su madre, sus amigos del barrio, sus primeros trabajos, en un estudio jurídico, en un taller mecánico, como chofer de taxi y de colectivo. La forma en que comenzó a cantar profesionalmente, casi de casualidad, tras ganar un concurso de cantores en un club de Saavedra (“El premio consistía en un mes de actuación con una orquesta. Fui a cantar, y en lugar de un mes estuve seis años”, recuerda). Y también su preocupación por respetar las letras de los tangos tal como fueron escritas, su admiración por Gardel, Discépolo, Manzi o Contursi, el “gran pase” de la orquesta de Salgán a la de Troilo.

“Era una conversación entre dos amigos. Grabamos durante un mes, todos los días. El Polaco caía vestido de jogging, y atrás de él copaba el estudio toda una barra de seguidores. Lo lindo era que hablábamos poco y cantaba mucho: por ahí en el medio de la charla se largaba a capella o seguía cantando sobre una grabación”, recuerda Antonio Carrizo y sienta postura: “Es el gran cantor de tango argentino. A pesar de ser gardeliano (como todos los cantores de tango), es el que crea una forma emocionante y a la vez con límites propios. Porque al tango hay que cantarlo desde las tripas, pero sin mostrarlas. Goyeneche es un milagro. Hablando con él uno no puede entender cómo un hombre de diálogo tan ingenuo (porque era un tipo inocente, de acción ante el presente más inmediato, en su vida de todos los días no funcionaba demasiado la dimensión del futuro o del pasado) podía entender la poesía del tango como creo que no la entendió nadie. Ese es el milagro. Y cuando creés que cantando ya le extrajo al tango hasta el último jugo, el Polaco aprieta el pañuelo ya seco y le saca una gota más de transpiración”.

–¿Qué recuerdo guarda de esas grabaciones en su programa?

–Hay una anécdota que lo retrata en toda su inocencia e ingenuidad: el último día del programa me trajo un regalo. El papel del regalo era medio arrugueti, el hilo que lo envolvía era un hilo con añadiduras, y cuando lo abrí me encontré con un milagro: era el cuarto tomo de una enciclopedia de veinte tomos. O sea que debe andar por ahí una enciclopedia, cuyo dueño desconozco, a la que le faltan la H y la I.

–¿Y qué le dijo, por qué ese regalo?

–¡Ah, qué sé yo! Creo que lo eligió porque hacía pandán (juego) con el papel y con el hilo... Lo guardo en un lugar privilegiado de mi biblioteca, dedicado por él, como testimonio de su afecto.

–Los tangueros suelen discutir sobre “el mejor” y “el peor” Goyeneche. ¿Cuál es, para usted?

–Hay un Goyeneche que yo borraría de mi memoria, y es el ultimísimo: un trabajo discográfico y apariciones en televisión, donde llegó a salir cantando en camiseta. Ese ultimísimo Goyeneche no se hace justicia a sí mismo. Pero seguía siendo un trabajador. Aun en ese Polaco, de pronto brillan ciertas piedritas donde uno puede seguir reconociendo su genialidad.

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