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Miércoles, 13 de febrero de 2013
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Miguel Zenón, notable saxofonista nacido en Puerto Rico

El espíritu libre de Cortázar

Su último CD, Rayuela, es un evidente homenaje al escritor argentino. Zenón tiene un estilo claramente ligado al bop y, aunque el folklore puertorriqueño forma parte de sus materiales, el resultado musical está muy lejos de los clichés del jazz latino.

Por Diego Fischerman
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Zenón forma parte de una nueva camada que renovó el jazz.

Su último disco se llama Rayuela y es un obvio homenaje a Julio Cortázar y su novela-laberinto de 1963. El álbum anterior, Alma adentro, fue elegido en la encuesta de críticos de la revista especializada en jazz Down Beat como uno de los mejores del año y él, Miguel Zenón, estuvo entre los más votados como mejor saxofonista alto. Nacido en Puerto Rico, donde se formó como músico clásico en la Escuela Libre de Música, luego obtuvo un título en Estudios de Jazz, en la escuela Berklee de Boston, y un master en Interpretación de Jazz en la Manhattan School of Music. Ha tocado con Charlie Haden, David Sánchez, la Mingus Big Band, Ray Barretto y la orquesta del Village Vanguard Orchestra. Pero, más cerca, su sonido homogéneo, la liviandad de su fraseo, la exactitud de sus articulaciones y su notable imaginación en los solos, se escucha en algunos de los discos del argentino Guillermo Klein con su grupo Los Guachos.

Más allá de un estilo claramente ligado al bop, y de su asombrosa técnica, parte de la originalidad de Zenón pasa por la utilización de una tímbrica poco usual y, sobre todo, poco asociable con los lugares comunes del jazz latino. En Alma adentro, por ejemplo, a su grupo estable desde hace seis años, el excelente cuarteto que conforma con Luis Perdomo en piano, Hans Glawischnig en contrabajo y Henry Cole en batería, se suma un ensamble de vientos (tres flautas, clarinete y clarinete bajo, oboe, corno inglés, fagot y dos trompas) arreglado y conducido, precisamente por Klein. Y en Rayuela, un proyecto conjunto con el pianista francés Laurent Coq, el grupo se completa con Dana Leong en cello y trombón y Dan Weiss en batería, tablas y otros instrumentos de percusión. Salvo este último disco, que fue editado por Sunnyside Records –y también puede ser comprado para bajar, en la página del sello, en versión FLAC o en MP3–, y el primero, Looking Forward, editado por Fresh Sound New Talent, el grueso de su discografía fue publicada por Marsalis Music, el sello creado en 2002 por Branford Marsalis.

Junto al también saxofonista Rudresh Mahathappa y los pianistas Vijay Iyer, Angélica Sánchez y Kris Davis, y en un panorama en el que también resulta relevante el nombre de Klein como compositor y arreglador, Zenón forma parte de una nueva camada que ha venido a renovar radicalmente el jazz estadounidense. Limitar la importancia –y el estilo– de Zenón al folklorismo y a esa categoría no siempre clara donde lo latino se identifica con lo caribeño, es, en todo caso, dejar de lado lo que lo hace verdaderamente interesante. Y es que si el folklore puertorriqueño forma parte de sus materiales, en particular la “plena” –un género tradicional que se interpretaba a principio del siglo XX con guitarra, acordeón y pandero y al que luego se agregó el canto– lo que caracteriza la música de Zenón es la manera en que esa materia es elaborada, integrada a otros lenguajes y llevada, finalmente, a un territorio totalmente personal. “Las raíces folklóricas dan a la música un piso firme y a mí eso me brinda una gran libertad para intentar muchísimas cosas sintiendo que esa base permanece y me sostiene”, dice el saxofonista.

En Alma adentro, subtitulado The Puerto Rican Songbook, Zenón tuvo en cuenta particularmente las letras de las canciones elegidas, aun cuando se tratara de versiones instrumentales. “No se trata de melodías o armonías sino de algo más profundo, que da una vibración especial. Conociendo las letras, uno toca jugando con esos significados.” Y agrega: “La raíz folklórica es esencial en música. Es la música en su versión más pura. Es lo que tocan los que no son profesionales, la gente común. Es música que puede comenzar una fiesta en cualquier momento. Es simple y básica, pero, al mismo tiempo, es sumamente profunda. Eso es lo que quise hacer con ese disco: traer la música dede la calle”. El álbum anterior, Esta plena, había sido grabado luego de un vasto trabajo de investigación, que realizó gracias a las becas Mac Arthur y Guggenheim. “Inicialmente, lo que me llevó a encarar estos proyectos fue un deseo personal de saber más acerca mi propia cultura”, dice. “Desde que dejé Puerto Rico, estuve inmerso en el jazz y, de alguna manera, perdí contacto con la música de Puerto Rico hasta el momento en que empecé a escribir mis propias piezas.” En Rayuela, en cambio, la búsqueda es otra. Los temas, con títulos como “La muerte de Rocamadur”, “Buenos Aires”, “Morelliana”, “Oliveira” o “La maga”, dan a Zenón y Coq la posibilidad de establecer una especie de puente entre el jazz, América latina y París que encuentra en Cortázar a un compañero de travesía ideal. Los rumbos del escritor, y los de sus personajes, son, según Zenón, los mismos –aunque a veces en sentido inverso– que los de su música. Los discos de Zenón pueden conseguirse por Internet, o encargarse en alguna disquería porteña especializada en jazz.

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