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Miércoles, 14 de octubre de 2015
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Stephen Morris y las ideas detrás de Music Complete, el retorno de New Order

“Esta cultura es cíclica, todo vuelve”

Luego de cinco años de silencio, la banda de Manchester volvió primero a los shows y luego a la producción discográfica. El demorado sucesor de Waiting for the Siren’s Call rescata el sonido electrónico que caracterizó la banda en sus primeros tiempos.

Por Joaquín Vismara
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“La tecnología y las redes sociales atentan contra el misterio, influyen en la manera de trabajar de las bandas.”

En la historia del rock, los miembros de New Order se destacan no sólo por saber cómo timonear las pérdidas, sino también cómo convertir una crisis en el punto de partida para un panorama nuevo. A mediados de los 70, Bernard Sumner, Peter Hook y Stephen Morris eran guitarrista, bajista y baterista respectivamente de Joy Division, una de las piedras angulares del post punk, y su aporte fue tan importante como breve: poco antes de publicar su segundo disco, el cantante Ian Curtis se suicidó el 18 de mayo de 1980. Tras unos escasos meses de duelo, el trío volvió al ruedo bajo el nombre de New Order, y con el agregado de Gillian Gilbert, novia (y hoy esposa) de Morris en teclados. Además de un nuevo nombre, el cambio en el grupo se hizo presente en su música: con el cambio de década, la banda empatizó de manera inmediata con la cultura electrónica que por entonces daba sus primeros pasos en su Manchester natal.

A lo largo de los ochenta, New Order se volvió una pieza clave para entender cuál era el punto de contacto que había entre el rock y la pista de baile, como lo demostraron los singles “Bizarre Love Triangle”, “Temptation”, “Blue Monday”, “True Faith” y “Thieves Like Us”. El cambio de década, sin embargo, hizo que al grupo se le hiciera difícil la subsistencia: en un momento en el que las guitarras eléctricas volvían al centro de la escena gracias al grunge primero y al britpop después, la propuesta de New Order era vista como demodé en un contexto en el que el revisionismo histórico todavía no miraba de cerca a los ochenta. Tras un silencio discográfico de ocho años, la banda resucitó en 2001 de la mano de Get Ready, un disco que, en contraposición con sus otros trabajos, brilló por mostrar su costado más orgánico y, por ende, menos digital. La fórmula se repitió en 2005 con Waiting for the Siren’s Call, pero la banda volvió a sufrir otra estocada. En noviembre de 2006, New Order llegó por primera vez a Buenos Aires y, minutos antes de salir a tocar, Hook le deslizó al Suplemento NO de este diario que ese show podía ser el último de la carrera de la banda. A las pocas semanas, el rumor se hacía realidad, sin demasiadas explicaciones.

Después de cinco años de hiato, la banda se reagrupó en 2011, pero con algunas modificaciones clave en su formación. Como su bajista original no quiso ser de la partida, el grupo sumó en sus filas a Tom Chapman y reincorporó a Gilbert, que había dejado el grupo una década antes para encargarse de sus hijos. Tras una gira reunión en plan grandes éxitos en vivo, la posibilidad de grabar un nuevo disco fue demasiado tentadora para el grupo. El resultado final es Music Complete, una vuelta a las raíces que se perfila como un homenaje a los ochenta, la década en la que New Order marcó el rumbo de la música pop. “Empezamos a preguntarnos si no valía la pena volver a hacer algo así, y esa fue la idea”, admite el baterista Stephen Morris desde su casa en la campiña de Cheshire, al noroeste británico.

–Music Complete retoma el costado más electrónico de New Order, algo que no abundaba en sus trabajos anteriores. ¿Qué los llevó a esta búsqueda?

–Bueno, volvió Gillian a tocar los teclados con nosotros, y ya le habíamos dado mucho lugar a las guitarras en los últimos dos discos. Lo primero que hicimos fue ponernos a trabajar en algunas canciones con Tom Rowlands, de Chemical Brothers, porque lo conocemos hace bastante y funcionó bastante bien. Hoy en día hay muchas bandas volviendo a ese sonido; hace poco trabajé produciendo a un grupo que se llama Factory Floor, y había algo en lo que estaban haciendo que me hizo acordar a cómo sonábamos nosotros cuando recién empezábamos.

–Estuvieron de gira tres años antes de decidirse a grabar material nuevo. ¿Cuál les pareció que era el momento indicado para publicar un nuevo disco?

–Nos reunimos para un concierto benéfico en 2011, para Michael Shamberg. El dirigió varios de nuestros videoclips y decidimos participar porque todo lo recaudado en ese show era para su tratamiento médico, que era muy costoso. De a poco, empezamos a hacer más y más shows sin que nos propusiéramos algo más que eso. Empezamos a componer algunas canciones para probarlas en vivo, pero era todo muy relajado: nos juntábamos a escribir, parábamos para salir de gira, y así otra vez. De a poco, ese proceso se convirtió en la posibilidad de escribir un álbum. Fueron seis meses de gira, y disfrutamos tanto estar juntos que no nos pareció un mal plan juntarnos otro medio año para armar un disco nuevo.

–Llevan casi cuatro décadas tocando juntos con Bernard Sumner. ¿Qué se siente ser parte de una banda que es relevante no sólo para sus viejos fans, sino también para el público más joven?

–Es bastante tiempo, ¿no? (Se ríe.) Es raro, porque particularmente Joy Division es ridículamente masivo hoy en día, aunque New Order también. Nos halaga que vengan chicos jóvenes a vernos, como que también haya bandas nuevas que nos mencionen como referencia, porque eso fue también lo que nos llevó a nosotros a hacer música en un primer momento.

–Con la aparición de Joy Division y New Order, Manchester logró desplazar a Londres y Liverpool como meca creativa hasta fines de los noventa. ¿Cómo explicaría este fenómeno?

–No sé realmente, supongo que tiene que ver con que la gente en Manchester se crea una suerte de mundo inusual en el que vive. Es una ciudad que tiene una capacidad enorme para producir bandas increíbles, pero nadie sabe bien por qué. Stone Roses, Happy Mondays, Oasis, A Certain Ratio... son todos grupos fantásticos que lo único que tienen en común entre sí es el lugar de donde vienen. Incluso hay mucha gente que se muda a Manchester porque todos estos grupos salieron de ahí, y eso crea un círculo que renueva la escena. Supongo que la explicación más sincera que puedo encontrar es que es una ciudad con mucha gente creativa.

–El año pasado, el fotógrafo Kevin Cummins estuvo en Buenos Aires con una muestra dedicada a su trabajo como retratista de artistas ingleses entre fines de los 70 y principios de los 90. Al describir su trabajo, dijo que la diferencia entre grupos como el de usted y los actuales es que los de ahora no tienen misterio.

–Tengo que darle la razón a Kevin. Hoy en día, la tecnología y las redes sociales atentan contra eso, e influye en la manera de trabajar de las bandas. Si yo tuviera que arrancar con una banda hoy en día, no sabría por dónde empezar ni qué hacer. El mundo se volvió un lugar mucho más acelerado, todo pasa por las redes. Por un lado, es más fácil para dar a conocer tu material, pero al mismo tiempo el escenario se complica, porque hay demasiado con lo que lidiar. Pasa todo por la web, y parece que el énfasis estuviera puesto más en eso que en tener buenas canciones. Tenés que estar siempre atento a ver qué hace el resto para que no te saquen ventaja. A pesar de todo, hay buenas cosas hechas por gente que acepta el desafío, porque esa es la naturaleza de la música. Esta cultura es cíclica, todo vuelve tarde o temprano.

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