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Martes, 29 de diciembre de 2015
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Reeditaron dos perlas del Cuarteto Cedrón

Aceitada simbiosis de talentos

Fábulas (1969) y Canciones de amor de Occitania y otros casos (1975) aparecen ahora en una misma edición y tiene lógica: ambos comparten el mismo tándem compositivo (Juan Gelman y el Tata Cedrón), la misma formación del Cuarteto y los mismos riesgos.

Por Cristian Vitale
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Juan Cedrón, un clásico de la música popular al que siempre se vuelve.

Dos hallazgos. Dos perlas. Una data de 1969 y conjuga una aceitada simbiosis de talentos que, desde hacía cinco años, se venía retroalimentando entre textos y músicas: Juan Gelman en el primer metier, y otro Juan (Cedrón, el Tata), en el segundo. El sintomático Madrugada (1964) había sido el disco debut. Lo habían sucedido, año tras agitado año, Tango (1965); la díada Cuerpo que me querés-La crencha engrasada (1966); Gotán, el de las arriesgadas versiones de “La última curda” y “Milonga triste”, publicado en 1967, y el revelador Eche veinte centavos en la ranura, el más emblemático de la era para tal dúo y su coraza musical: el Cuarteto Cedrón.

En este marco temporal, 1969 puntualmente, se imbrica la primera perla, tal vez un tanto eclipsada por el nodal Eche veinte.... Se llama Fábulas, contiene ocho piezas (todas compuestas por el tándem Cedrón-Gelman), la toca el cuarteto clásico (el Tata en guitarra y voz, más Miguel Praino en violín, César Stroscio en bandoneón y Jorge Sarraute en contrabajo), y hay dos piezas en las que el decir del poeta reemplaza a la voz casi omnipresente del cantor: “Sudamericanos”, poema dedicado al conde de Lautréamont, el romántico vate “francés” nacido en Montevideo, y “Muerte de Emilio Jáuregui”, referido al periodista asesinado por la dictadura de Onganía, poco antes de la edición original del disco. Lo completan composiciones cuyo influjo estético ofrece pocos bemoles respecto de la habitual heterodoxia del cuarteto: un vals llamado “Peonías para el viudo”; una milonga “marca Tata” (“Relaciones/ Ojo”); un aire de tango canción también “marca Tata” (“Situaciones”); la extensa, intensa y viscosa “Marea”; y otra que no le va para nada en saga, “Corajes/Viajes”.

El otro hallazgo, la otra perla que comparte y completa la flamante reedición en envoltorio doble es una de nombre raro, de cierto impacto sutil: Canciones de amor de Occitania y otros casos. El álbum fue publicado originalmente seis años y cuatro discos después que Fábulas; en medio estuvieron Tute Cabrero, Los ladrones, el de las reversiones de los clásicos grabado entre España y Francia De Argentina, y la Cantata del Gallo Cantor, repuesta hace un tiempo en el auditorio de Hasta Trilce. Sin embargo, Canciones de amor... comparte con Fábulas la misma formación, el mismo poeta, el mismo compositor, el mismo impulso evocativo, (casi) la misma época y los mismos riesgos.

Entre ellos, dos atrevidos anónimos provenzales del siglo XIII, que el poeta Gelman traduce con algunas variaciones: un extenso y sórdido pasaje de ocho minutos cuarenta segundos llamado “Brunessen y Jaufre”, y el siguiente, que cambia la fórmula, pero no el sentido: “Jaufre y Brunessen”. Completan esta obra, grabada y publicada originalmente en París, dos versiones del disco que comparten el agradable par (“Casos” y “Peonías para el viudo”), y tres alucinantes zarpazos del Cuarteto en un momento crucial de su historia: “Los tanguitos”, como para no olvidar la esencia; otra composición melanco, densa y extensa (“El botánico”), y un final (“Trentitres”), cuyo objeto parece ser el de oponer un foco lumínico a cierta sordidez existencial, propias de una época violenta: “Basta, no quiero más de muerte... no quiero más de dolor, o sombra... basta”. Cosas de los 70. Cosas de la vida.

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