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Miércoles, 20 de septiembre de 2006
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MOZART EN SU PROPIO CLAVICORDIO

El autor en la intimidad

Por D. F.
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Hubo un tiempo en que no había i-pod. Ni siquiera equipos de audio. Un tiempo en que, créase o no, la música se oía sólo en vivo, generalmente una sola vez, en ocasiones en reuniones privadas y muchas veces tocada por uno mismo. El clavicordio sólo es entendible en ese contexto. Ese pequeño instrumento de teclado, que no debe confundirse con el clave, correspondía a una categoría sin ningún equivalente actual: el instrumento íntimo. A diferencia del clave, el clavicordio producía un sonido sumamente débil, totalmente inútil a unos metros de distancia, imposible de ser utilizado en un concierto pero ideal para tocar para uno mismo, sobre todo porque era el que más posibilidades expresivas tenía. “Suave y sensible a cada aliento del alma, allí se encuentra el propio sonido del corazón”, escribió Daniel Schobart en 1786. Y la nota junto al clavicordio de Mozart, en el museo montado en su casa de Salzburgo, confirma la preeminencia del instrumento, por lo menos en la intimidad. “En este teclado, mi marido compuso La flauta mágica, La clemenza di Tito, el Requiem y una nueva Misa masónica”, escribió Constance. The secret Mozart es un disco extraordinario. Publicado por Deutsche Harmonia Mundi (un subsello de Sony-BMG), allí el especialista Christopher Hogwood interpreta piezas sumamente personales de Mozart, entre ellas la genial Fantasía en Re menor y el Minuetto K. 355, que juega con las disonancias más extremas en el marco más galante posible, en el clavicordio del compositor, y en otros dos construidos por Hasss en 1761 y por Schiedmayer en 1791.

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