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Sábado, 30 de septiembre de 2006
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PAGINA/12 OFRECE MAÑANA UN CD DE ARETHA FRANKLIN

La voz como tesoro natural

Soul Gems permite apreciar el talento de la cantante en toda su dimensión, ya que sintetiza su versatilidad interpretativa. Soul, blues & jazz en estado puro.

Por Claudio Kleiman
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El estilo de Aretha influyó sobre todas las generaciones sucesivas, incluyendo la actual.

La voz de Aretha Franklin, una mezzosoprano de increíble rango, es una fuerza de la naturaleza. Sin embargo, lo que la convierte en una de las cantantes más grandes de la historia es el conocimiento y dominio con que emplea esa fuerza. Ella podría haber elegido cualquier género con la seguridad de obtener el éxito. Por ser la hija del reverendo C. L. Franklin, un predicador cuyos álbumes de sermones le valieron el apodo de “La voz de un millón de dólares”, podría haber heredado el legado de Mahalia Jackson como Reina del Gospel o bien seguir el camino de Billie Holiday en el blues o el de Sarah Vau-

ghan en el jazz. De hecho, todos esos géneros encuentran una rica expresión en su repertorio, pero su pasión por esta música convirtió a Aretha en “The Queen of Soul”, o simplemente, “Lady Soul”. Soul Gems, el álbum que presenta mañana Página/12, encapsula buena parte de su versatilidad interpretativa, ya que junto a temas soul como “(Sweet Sweet Baby) Since Tou’ve Been Gone” y nada menos que tres canciones de su ídolo, Sam Cooke (“A Change is Gonna Come”, “You Send Me” y “Good Times”), puede escuchársela en una vertiente menos conocida de su repertorio, interpretando standards jazzísticos como “Over The Rainbow” y “Misty”, así como el éxito de jump-blues “Let the Good Times Roll”.

Aretha Franklin nació el 25 de marzo de 1942 en Memphis, Tennessee, y comenzó cantando junto con sus hermanas Carolyn y Emma en la iglesia de Detroit donde oficiaba su padre, C. L. Franklin, durante los años ’50. De hecho, sus primeras grabaciones fueron cantando música gospel a la tierna edad de 14, para el legendario sello Chess de Chicago. Aunque se dice que era codiciada por Motown, Aretha finalmente terminaría firmando contrato con Columbia Records, descubierta por John Hammond, el infalible buscador de talentos que también apadrinó a Bob Dylan, Bruce Springsteen y Stevie Ray Vaughan. Pero Columbia trató de modelarla como una cantante de jazz con inclinaciones pop, un camino que no revelaba su verdadero potencial, aun cuando su innato poder como vocalista y su brillante interpretación de piano sobresale en medio de un repertorio y arreglos convencionales.

Pero cuando en 1966 Aretha firmó con Atlantic Records y se unió con el productor Jerry Wexler y la famosa sección rítmica de los estudios Muscle Shoals, la cantante encontró su verdadera voz. Sobre una pujante base de ritmo y potentes arreglos de vientos, se animó a mostrar su raíz gospel y comenzó a cantar con tal gracia y abandono que rápidamente fue reconocida como una de las inventoras del soul en su vertiente más pura y sentida. Si Motown estaba produciendo r&b con un cariz sinfónico y contagioso melodicismo, la música de Aretha, reforzada por los valores de producción de magos de estudio como Wexler, Tom Dowd y Arif Mardin, probaría ser más fuerte, cruda y, seguramente, mucho más profunda.

La nueva Aretha debutó con el álbum I Never Loved a Man, una presentación impactante. Su versión de “Respect”, de Otis Redding, hizo palidecer aun a la extraordinaria original, y con temas como “Do Right Woman, Do Right Man” y “Dr. Feelgood”, el álbum se convirtió en uno de los más grandes del soul de todos los tiempos. En 1968 llegaría otra obra maestra, Lady Soul, que contenía los hits “(You Make Me Feel Like) A Natural Woman”, “(Sweet Sweet Baby) Since Tou’ve Been Gone”, y significativamente, “Chain of Fools” (de Sam Cooke, uno de sus cantantes y compositores preferidos), que encapsulaba el estilo soul de Franklin, tan pegadizo como un tema de rock’n’roll, pero a la vez dotado de una resonancia espiritual. En Aretha Now, la cantante demostraba que podía transformar canciones pop en temas soul profundamente conmovedores, como “I Say a Little Prayer”, de Burt Bacharach.

Las estadísticas hablan por sí solas: 10 hits en el Top Ten en un período de 18 meses, entre comienzos de 1967 y fines del ’68, y una corriente continua de hits durante los siguientes cinco años. Sus álbumes también vendían en grandes cantidades y resultaban más sólidos artísticamente que los de la mayoría de las estrellas de soul del mismo período. Uno de los motivos por los que Franklin fue capaz de mantener el momentum creativo tuvo que ver con su ecléctica elección de material, que abarcaba desde composiciones propias de primer nivel hasta covers de gospel, blues, pop y rock, incluyendo temas de los Beatles, Simon & Garfunkel, The Drifters y Sam Cooke.

A comienzos de los ’70, además de ser una de las más grandes estrellas internacionales de toda la música pop, Franklin era vista como un símbolo de la “Black America”, reflejando la creciente conciencia y orgullo de los afroamericanos en la época de los movimientos por los Derechos Civiles y otras conquistas de la comunidad negra. El álbum Young Gifted and Black (1971) apuntaba en esa dirección, así como Live at Fillmore East, con Ray Charles. Pero ninguno alcanzó la magnitud de su álbum doble de música gospel, Amazing Grace (1972), que representaba un retorno a las fuentes de su inspiración y a las raíces de la propia música soul, con una Franklin verdaderamente trascendental.

Sin embargo, como sucedió con muchos artistas que habían tenido su apogeo durante los años ’60 y ’70, la década del 80 no fue una buena época para Aretha, que había firmado con Arista Records. Allí el dueño del sello, Clive Davis, la unió con productores como Luther Vandross y Narada Michal Walden para una serie de álbumes blandos y a menudo inmersos en la música disco en los que sonaba aburrida o directamente desinteresada. En 1981, Aretha participó del film The Blues Brothers, que se volvería objeto de culto y ayudaría a elevar su perfil (casi dos décadas más tarde, también formaría parte de la secuela, Blues Brothers 2000).

En 1985 editó Who’s Zoomin’ Who (1985), producido por Walden, que incluye un dueto junto a Annie Lennox, de Eurhytmics. Al año siguiente ubicó en los charts un dueto junto a George Michael, “I Knew You Were Waiting (For Me)”, a la vez que otro dúo, en este caso junto a Keith Richards en el clásico de los Stones, “Jumpin’ Jack Flash”, se proyectaría a través de la película homónima, protagonizada por Whoopi Goldberg. En enero de 1987, Franklin se convirtió en la primera mujer en ingresar al Rock And Roll Hall Of Fame.

Lamentablemente, la cantante permaneció silenciosa durante buena parte de los ’90, emergiendo en 1998 para A Rose is Still a Rose, donde colaboró con una serie de celebrados artistas de hip hop, como Lauryn Hill y Puff Daddy. En 2003 llegó So Damn Happy, alternando estilos contemporáneos con otros más tradicionales. Sin embargo, las performances vocales de Aretha son capaces de encender aún los temas más insulsos. Casi todas las grabaciones que realizó durante el período 1967-1972 son verdaderamente esenciales y hasta el día de hoy continúa atrayendo multitudes en sus presentaciones en vivo, aunque siempre prefirió mantenerse lejos del escrutinio del público y los medios. Aretha ha ganado 18 premios Grammy (ocho de ellos consecutivos, como “Mejor performance vocal de R&B”), el más reciente en 2006, por su interpretación de “A Home is not a Home”, en el álbum tributo al malogrado Luther Vandross, So Amazing. Su voz fue declarada un “tesoro natural” por el estado de Michigan. Franklin continúa siendo “The Queen of Soul”.

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