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Miércoles, 9 de mayo de 2007
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LO NUEVO DE JOHANSEN

Kevin, el logo y la marca registrada

El nuevo disco es otra colección de canciones bien construidas, con el plus que otorga The Nada.

Por Karina Micheletto
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Kevin Johansen, mucha inspiración y alguna repetición.

En contra del promocionado libro-denuncia de Naomi Klein, el disco-denuncia de Kevin Johansen se llama Logo. Claro que esta es una denuncia a la Johansen: con todo tipo de cruces de música y letra subrayados por la ironía. Hecha en portuñol, la canción juega también con el “después” al que remite “logo” en portugués. Con este disparador conceptual, la mayor virtud del cuarto disco del hombre nacido en Alaska es la de permanecer fiel a una forma de hacer particular, que a esta altura es un bien ganado sello de autor. Aun a costa de repetirse, Kevin Johansen hace honor a la canción que supo conseguir, que suena inconfundible en cada una de las 17 canciones del disco. Lo cual no es poco decir.

Ya desde el primer track (el mismísimo “Logo”) queda claro que lo nuevo no viene por el lado de la ruptura con lo anterior. Y que cierto espíritu de celebración se prolonga en este disco de Johansen, que suena tan Johansen. En algunas canciones, las estructuras se repiten demasiado: “Susan surrender”, con su aire country a partir de Susan Sarandon, o “Chica rolinga”, suerte de segunda parte (¿autohomenaje?) de la anterior “Cumbiera intelectual”. Cuando, en cambio, hay algún paso hacia lo más desconocido –como en “Ese lunar”, con Amparo Sánchez, de Amparanoia, como invitada– el disco gana. Y también cuando Johansen le encuentra alguna vuelta de tuerca a Johansen, como en el sintético “Son del MP3” (“Me gusta mucho lo que hacés! Te bajaré a MP3!”) o en “La hamaca”, que suena como el nombre de la canción. Y la afinidad musical con Paulinho Moska (que hasta se plasmó en un recital conjunto) aparece en “Por las ruas pelas calles”.

Si el humor o la ironía aparecen desde la letra o desde la música (o desde el cruce entre ambos) en estas canciones, no es para proponer lo liviano. Y no sólo porque terminan diciendo tanto más que buena parte del rock local, por ejemplo (una meta de fácil concreción hoy en día), sino porque marcan una cancha que de a poco va tomando forma, la de la canción hecha hoy de este lado del mapa. Hay otra cuestión a favor, nada menor: The Nada, el grupo con el que Johansen se armó desde el exitoso Sur o no sur, marcado por la presencia de Zurdo Roizner, que suena como suenan las bandas sólidas que se conocen de hace rato.

Hay otros invitados, además de Moska y de la cantante de Amparanoia, y la lista es afín a la estética de las canciones de Johansen, o más bien al “logo” que –indefectiblemente– representan en el universo posible de la música. Está el español Albert Plá, la colombiana Andrea Echeverry, el cordobés europeizado Minino Garay, el argentino abrasileñado Ramiro Musotto, el argentino amurgado Dani Buira. El “logo” Johansen se completa con el arte de tapa de Liniers, que viene mostrando en sus shows dibujos en vivo, a la manera de VJ lápiz en mano, y que, como todos los que siguen sus tiras saben, dibuja con justa belleza.

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