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Miércoles, 15 de agosto de 2007
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TARDIA LLEGADA DE UN MUSICO ESENCIAL

Tardía llegada de un músico esencial

Tras lanzar nueve discos en siete años, al fin la industria local se decidió a editarlo, con un CD que certifica su valor.

Por Roque Casciero
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Adams es, en esencia, un gran escritor de canciones.

Ahora que por fin pasó, la pregunta quedará como uno de esos misterios insondables que en ciertas ocasiones envuelven a filiales argentinas de las multinacionales: ¿cómo puede ser que no se haya editado aquí antes un disco de Ryan Adams? Este cantante y compositor nacido en Carolina del Norte, Estados Unidos, lleva nueve discos solistas en siete años, además de tres con su antigua banda, Whiskeytown, y aunque puede que alguno le haya salido desparejo (ni siquiera “regular”), también están los magníficos Heartbreaker y Gold para dar cuenta de su genio. Adams es, esencialmente, un gran escritor de canciones: después de que las atrapa, las viste de alt-country, folk o rock’n’roll, según le plazca ese día a su volátil carácter, pero lo importante siempre será que primero acomodó las melodías y las palabras como para ganarse un lugar en la memoria de quien las escuche.

Easy Tiger, el debut de Adams en las bateas argentinas, es también el primer álbum que compuso después de abandonar sus adicciones, en parte gracias a su novia, la modelo y escritora Jessica Joffe. La receta del cantante –heroína, cocaína, alcohol y pastillas– lo puso al borde de la muerte pero también generó en él una suerte de hemorragia creativa (tres discos en 2005) de gran nivel. Sin embargo, nunca antes sonó tan enfocado y convincente como en Easy Tiger. Su voz suena firme en “Goodnight Rose”, que abre el álbum con espíritu positivo y luminoso: “El sol saldrá otra vez/ y yo estaré aquí/ si te asustás, simplemente tomá mi mano/ el mañana es tuyo”. Si se tiene en cuenta que alguna vez cantó “todavía te amo, Nueva York” cuando en realidad hablaba de la actriz Wynona Rider, ¿no estará ahora Adams autoarengándose? Parece hacerlo cuando dice “andate a la cama/ el bar está cerrado”.

En “Two”, el corte de difusión, Sheryl Crow puso sus armonías vocales para que Adams llore arrepentido por el final de una relación fallida. Sólo que, como los grandes, el tipo lo hace apelando a esos ínfimos detalles cotidianos que provocan empatía inmediata: “Si me recibís otra vez/ otra vez en tu casa/ trataré de no molestarte, lo prometo/ porque acá hace frío/ y desearía que hiciera calor/ la pileta está rota, está goteando la canilla/ y yo estoy quebrado por la caída”. En compañía de sus Cardinals, Adams ofrece un country que tiene poco de alternativo y mucho de clásico, como si Harvest de Neil Young le hubiera servido de guía. En Easy Tiger, las guitarras acústicas y el piano enarbolan las melodías a modo de estandartes. Además, salvo en la rockera “Halloweenhead”, un aura de calidez folk realza la majestuosidad de algunas (“Tears of gold”) de igual modo que la desnudez de otras (“Oh my God, whatever, etc.”).

“Me enseñé a mí mismo cómo envejecer”, dice Adams desde el título de la última canción de Easy Tiger, toda una declaración de principios. En realidad, a sus 32 años, lo que parece haber aprendido es a conducirse con madurez, especialmente en los pantanosos vericuetos de una industria que no tiene mucha tolerancia con los rebeldes sin causa (los que no venden millones, claro). Por eso ahora el cantante parece adaptarse a las reglas del juego: un disco “clásico” con canciones tomadas de sus cuadernos de los últimos años, un “plan de promoción”, un single con la participación de una estrella invitada... Habrá que ver cuánto dura. De todos modos, si al temperamental Ryan se le ocurre publicar tres discazos del nivel de Easy Tiger en lo que resta de 2007, ¿habrá alguien capaz de arrojar la primera piedra?

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