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Domingo, 31 de agosto de 2008
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OPINION

Años de aprendizaje

Por Hugo Rubén Sverdloff *

Desarrollo es adquirir las funciones superiores emocionales, cognitivas y asociativas que nos caracterizan como seres humanos; es mucho más que crecer o madurar. Los primeros años de vida son los más importantes en este camino. Ese ser indefenso que al nacer necesita de un adulto que lo interprete, proteja y atienda, en el breve lapso de tres años se convertirá en una personita que piensa, habla, canta, juega, dibuja, pinta, hace travesuras que sacan canas verdes a los adultos y está atento a todo lo que lo rodea. Proceso que será continuo y de por vida. Lo asombroso es la velocidad con que se producen los aprendizajes en esta etapa. Nunca más será de este modo, aunque luego sea un Premio Nobel.

El desarrollo requiere de una base biológica, aportes nutricionales y medio ambiente adecuado. Todos interactuando permanentemente. La nutrición incluye alimentos, afectos y estímulos, que tienen la misma importancia y se complementan para lograr un ser con pleno desarrollo de sus posibilidades. El cerebro humano, compuesto por millones de neuronas y todavía más conexiones, núcleo de emociones y aprendizajes, tiene su momento de mayor plasticidad en esos primeros años. Las conexiones que no se establecen en esa etapa quizás no puedan hacerse más adelante. Y las que no se usen se atrofiarán y perderán para siempre. Los aprendizajes se logran especialmente a través de la práctica. Explorando, equivocándose, volviendo a empezar y experimentando incansablemente sobre movimientos, sonidos, colores, texturas, sabores, olores, palabras, porrazos... ¿Quién no tiene en la memoria la imagen de un chico explorando desde abajo ese objeto extrañísimo que es una silla, o sentado con arena cayendo de su puñito y mirando embelesado lo que sucede? Jugar con masa, con agua, imaginar trenes y casas a partir de cubos. Inte-ractuar con otros chicos, muchas veces a los tortazos, que es la manera que tienen de socializarse. La vida es continua aventura y juego con el que se aprende. Activamente, participando, creando, imaginando, equivocándose y mucho mejor todavía si se hace interactuando con la madre, un adulto afectuoso u otros chicos. Escuchar en el regazo la lectura de un libro, compartir un juego, ir juntos a la calesita es uno de los grandes placeres que pueden compartir adultos y niños. Las pantallas capturaron la atención de todos. Convertimos a los niños en admiradores pasivos y a veces solitarios de este nuevo lenguaje por horas y horas. Que les exige poco esfuerzo y casi nada de participación. ¿Será lo mejor para esa etapa tan sensible y creativa?

* Médico pediatra, miembro del Comité de Pediatría Social de la Sociedad Argentina de Pediatría.

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