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Domingo, 29 de noviembre de 2009
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ESTHER FELDMAN, JORGE MAESTRO Y MARCELO CAMAÑO HABLAN SOBRE EL OFICIO DE GUIONISTA

Arquitectos de la ficción televisiva

Los tres tienen un currículum exitoso en el que aparecen las historias de las principales tiras surgidas en los últimos años. Aquí explican los vaivenes de su profesión, las claves del género y el dilema por encontrar el final perfecto.

Por Denise Diment
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Feldman hizo los guiones de Lalola y Los exitosos Pell$, pero Camaño no le va en zaga en cuanto a éxitos: escribió Resistiré, Montecristo y Vidas robadas.

Interior, día. Locación: estudio de departamento. Utilería: grabador de periodista, cuaderno, lapicera, computadora. El guionista abre la puerta de su departamento y la periodista ingresa.

Detrás de cada ficción de televisión hay escrito un libro minucioso y detallado, repleto de qués, cuándos, dóndes y cómos. Los guionistas son quienes construyen una historia, a veces espontáneamente y otras por encargo del productor. En ambos casos, son ellos los responsables iniciales de la narración y la atmósfera emocional del programa, y son ellos, también, los creadores de cada personaje: sus mentes, traumas, deseos y debilidades. Antes de empezar a grabar una tira, el autor tiene terminados los primeros capítulos. Existe entonces la idea central, el comienzo, el desenlace, y de alguna manera, el final. “Los finales, sobre todo en la telenovela, están vinculados con el amor, con descubrir una verdad oculta, eso siempre se sabe. Uno tiene el qué, pero no se sabe el cómo”, dice Jorge Maestro, que trabaja como autor y guionista de televisión desde hace casi treinta años.

Maestro hizo Zona de riesgo, Clave de sol y Son amores, y actualmente escribe una telenovela para Televisión Azteca de México, al mismo tiempo que prepara una comedia romántica junto a su hijo. En el terreno cinematográfico, estrenó este año Papá por un día, mientras se encuentra en posproducción su versión animada de Cuentos de la selva, que se espera para 2010. “En la mayoría de los casos, el guión se va construyendo día a día, en base a lo que pasa con el espectador y gracias al reflejo que tenemos los argentinos para hacerlo sin saber muy bien cómo se va llegando hacia ese final que todos conocemos –explica el guionista–. Esa es nuestra ventaja y nuestra desventaja: la de tener una gran capacidad en la improvisación y en el resolver problemas sobre la marcha, y por otro lado, correr el riesgo de perdernos en el camino.”

Exterior, día. Locación: bar. Utilería: dos cafés, grabador de periodista, notebook.

La periodista entra en el bar y la escritora le hace señas desde una mesa.

Las historias de ficción deben ser, ante todo, verosímiles. Si la novela se planteó coherentemente y el público aceptó el pacto que le propusieron, una nave espacial puede aterrizar en medio de la avenida 9 de Julio, y un villano puede explotar en mil pedazos, producto de un experimento. Sin embargo, conforme el tiempo pasa, las problemáticas y los personajes deben evolucionar. Hoy, definitivamente, resultaría inverosímil que la bella pareja protagónica, ella de 25 y él de 30, aguardara a su noche de bodas para tener sexo. “El celular y el ADN nos han sacado el cincuenta por ciento de los argumentos a los guionistas, porque antes el embarazo se le adjudicaba a cualquiera, en cambio hoy con estos análisis, en tres sesiones terminó el problema de la paternidad –dice Esther Feldman–. Lo mismo pasa con los teléfonos móviles: antes se encerraba a alguien y no se podía comunicar; hoy se sacan fotos, se filma, se habla, se graba, lo que uno quiera. Por supuesto que se flexibilizan las reglas, pero también hay cosas que al público siempre le gustan, que agradece.”

Además de ser licenciada en Letras, dramaturga y escritora, Feldman fue guionista de programas como Okupas, Lalola y Los exitosos Pell$, y actualmente trabaja en Botineras, la nueva tira de Telefe. “Un ejemplo es Valientes, una novela que responde al género ciento por ciento –retoma–. Si alguien me hubiese preguntado antes de que saliera al aire, hubiese dicho que era un riesgo tanta ortodoxia, porque es un melodrama con todas las letras: venganza, la mala que envenena al hombre... tiene todos los elementos. Sin embargo, funciona, porque cuando se establece una alianza entre el programa y los espectadores, se tiene el cincuenta por ciento del camino allanado. Pero sigue siendo impensable que la pareja no termine junta. Creo que eso es una traición al género y al público. Y los malos tienen que pagar, aunque quizá no tan tradicionalmente. En el final de Los exitosos Pell$, los villanos estaban todos afuera de la prisión a los diez minutos, empezando de nuevo, porque nadie cree en una Justicia que termine dejando a los malos y poderosos adentro”, explica la autora.

Exterior, día. Locación: bar. Utilería: grabador de periodista, cuaderno, lapicera, dos celulares, dos cafés. Ambos sentados, ella enciende el grabador.

Cuando la historia ha entrado en los hogares, y los personajes ya resultan familiares, guionistas, productores y espectadores desean un desenlace justo para sus personajes. Pero el término de justicia en estas historias está asociado, más bien, a una felicidad absoluta. En la vida que transcurre fuera del set, las personas se casan y se aman hasta la muerte, pero pueden tener serios problemas económicos. Están también los que triunfan en su profesión pero no encuentran el amor, o los que tienen ambas pero sufren una enfermedad... y demases de cal y de arena. Los finales justos de los protagonistas de las ficciones, en cambio, exigen dicha total y no toleran matices. “Cuando planteamos finales no convencionales, todos se enganchan, incluso los actores, pero después suelen arrugar presumiendo un castigo del público para la ficción siguiente. Se puede transgredir, pero posteriormente muchas veces se queda en el intento”, cuenta Marcelo Camaño, autor de ficciones como Resistiré, Montecristo, Televisión por la Identidad y Vidas robadas. Actualmente escribe una miniserie de cuatro capítulos sobre Manuel Belgrano, que dirigirá Juan José Campanella, para Canal 7. “Me encanta dar la idea de que el final siempre puede ser el incorrecto, aunque sea el más correcto de todos –se ríe–. Cuando la historia está basada en una temática social real, hay que regularlos para mantener una esperanza, aunque sea en la ficción. Ojalá muchas veces nuestros finales fuesen los reales, ¿no?”

Sobrevivir en el aire

Más allá de los valores artísticos que autores y actores aportan a una ficción, la tira televisiva es, ante todo, un producto comercial; y el rating, el indicador que, en primera y última instancia, decide su permanencia o eliminación en el mercado. “Ese número es amo y señor –-asegura Feldman–. La verdad es que si a alguien le va bien con el rating, vive bien, y si le va mal, vive mal. A veces se cometen errores, porque es un factor que tiene que ver con un montón de cosas. Empieza el programa y a la semana se evalúa cómo midió, y se sabe si la historia gustó o no. Quizás algo que me parecía bárbaro en el papel al final no resulta interesante, o entre los actores no hay química. Hay muchos factores que a veces condicionan el éxito de una novela o de un personaje. Hay que buscar un equilibrio donde uno pueda ir viendo qué le va pasa al público con el programa.”

Además del rating, otras variables obligan a los autores a reescribir, tomar nuevos rumbos, eliminar personajes o hacer un pasaje de quince años en la historia. Puede ser consecuencia de una situación contractual entre el elenco y la productora, así como la enfermedad de uno de los protagonistas, que no puede grabar durante dos semanas. “Cuando hay dificultades, todos las compartimos –explica Maestro–. Cuando escribíamos con Sergio Vainmann la adaptación de una de las novelas que hizo Verónica Castro en Argentina, había una sobreabundancia de personajes en la historia y a la producción no le cerraba el presupuesto. Cuando se vencieron los contratos, nos pidieron que sacáramos de un día para otro a veinte actores. Así que los metimos a todos en un charter y se cayó en el Océano Atlántico.”

Todas estas variables condicionan el trabajo de autores y productores, que redireccionan la trama o incluyen figuras estelares para que levanten el bendito número medidor de audiencia. Los caminos y soluciones para mantener vivo un programa en la pantalla varían. Si el rating baja y la ficción agoniza, es muy difícil su resurrección. Algunos responsables sacrificarán historias y contenido por mujeres con escotes y poca ropa. Otros morirán dando batalla.

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