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Jueves, 22 de julio de 2010
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Ronnie Arias arranca su cuarta temporada en La liga

Alto impacto emocional

Durante este año, el cronista que irrumpiera como el primer gay en hacer de gay buscará atrapar al televidente con “historias extraordinarias de gente común”. “Voy a conocer gente y a tirarle buena onda, no tengo pretensión periodística”, confiesa.

Por Emanuel Respighi
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“El límite siempre lo pone el entrevistado”, asegura Arias.

Si está presente, no importa dónde, es imposible que Ronnie Arias no sea el centro de atención. Tanto en los medios como fuera de ellos, el muchacho que ya promedia los cuarenta abriles nunca pasa inadvertido, ni se pierde como uno más entre otros tantos. Sea por esa impronta entre tierna y desprejuiciada de pararse frente a una cámara, por la manera en que su cuerpo refuerza visualmente cada uno de los pensamientos que expresa, o por ese look impecable que cultiva como buen esteta, lo cierto es que quien fue el primer gay en hacer de gay en la TV argentina (como notero de Kaos en la ciudad) posee un aura especial que lo hace relucir por sobre cualquier otro mortal. Esa cualidad, sin embargo, nunca funcionó como un elemento inhibidor, sino más bien lo contrario: Arias parece estar todo el tiempo liberando su mundo interior. Y esa capa de su ser tendrá mayor exposición aun en la sexta temporada de La liga (que comienza hoy, después de Botineras, por Telefe), el programa periodístico que le permitió abandonar definitivamente a “la mariquita loca” con la que había irrumpido en la pantalla, para poder mostrar su alter ego. “Uno no es una marica las 24 horas”, dirá en la entrevista con Página/12.

Ante el estreno de su cuarta temporada dentro La liga, a partir del cual logró sacar de foco su condición sexual, Arias sostiene que el programa aún tiene mucho para dar. Para el cronista, su programa es uno de los pocos del género “vivencial” –como le gusta definirlos– que se mantiene al aire sin caer en el golpe bajo, y con un formato y una temática que se renuevan (ver aparte). “Hay programas, como los de América, que son de alto impacto y ése es su único fin. La liga no va por ahí. El alto impacto lo conseguís con una cámara y un productor en la calle, porque la violencia está presente. Si me hubiesen propuesto ir a hacer un vivencial a la villa me estaría repitiendo, pero cuando voy a entrevistar a una persona que ante un hecho dolorosísimo de su vida se plantea seguir o dejarse morir, creo que estoy contando algo distinto. Necesito sorprenderme con lo que estoy haciendo para poder atravesar la pantalla y que la gente se sienta atrapada por la historia. Lo mío, este año, pasa por transmitir el alto impacto emocional de la vida”, puntualiza Arias, a quien también se lo puede escuchar diariamente por La 100 (FM 99.9) al frente de Saraza, de 13 a 17.

–¿O sea que este año su función es abordar historias personales desde un plano más íntimo?

–Mi función es llevar a pantalla historias extraordinarias de gente común. En una TV twittera, darles espacio a dos personas hablando sobre una situación determinada es algo que sale de la regla. Trataremos de abordar no grandes problemáticas sino historias individuales. Por ejemplo, con el tema de los suicidios en Salta fui a hablar con las madres de los chicos... Lo que genera el suicidio de un hijo es desesperanzador. ¿En qué momento a alguien que tiene 14 años y la vida por delante se le cruza la idea de matarse? Hay historias que todos deberíamos escuchar.

–¿Por qué?

–La idea es transmitir la dificultad para atravesar complejas situaciones de algunas personas, pero para aprender y dejar una sensación positiva de la vida. El amor lo salva todo. Porque uno no es igual todo el tiempo. Cuando uno sufre, no está sufriendo todo el tiempo. Salvo que tengas una gran depresión, no podés sufrir las 24 horas. Pero no va a ser todo un bajón. Me encontré con personas con una fe y una energía positiva extraordinarias, por extrema que sea la situación que estén pasando.

–¿Cuál es su límite a la hora de acercarse a estas historias?

–El límite siempre lo pone el entrevistado, según lo que quiere contar. No hago escraches, no mando al frente a nadie, no uso cámara oculta. El periodismo lo hago con la verdad. Voy a conocer a la gente y a tirarle buena onda. No tengo, tampoco, pretensión periodística.

En pareja con Juan desde hace 15 años, Arias fue uno de los primeros gays en trabajar desde su propia condición sexual en la pantalla chica local. Hasta su avanzada en Kaos en la ciudad, los homosexuales sólo tenían cabida en la TV local a través de composiciones exageradas de actores heterosexuales. Arias rompió el molde, yendo a las cárceles contenido en un tapado rosa para hablar sobre la sexualidad con los reclusos sin ocultar sus preferencias. Fue un personaje transgresor para la época, lo que le valió una repercusión inaudita que por un largo tiempo quedó fijada en la retina de los televidentes. Hasta que en 2007 apareció La liga. “El programa me dio la oportunidad de mostrar que había otra persona, aparte de la marica. No era todo el día esa loca quemada que decía barbaridades. Era un personaje que me requería Kaos... Fue un momento en el que la gente quería ver qué era ser puto y había que entrarle con el estereotipo televisivo al que estaba más acostumbrada. Con La liga mostré a la persona detrás del personaje”, subraya.

–¿Hasta qué punto siente que desde su trabajo en los medios contribuyó a que la Ley de Matrimonio Igualitorio se hubiera aprobado?

–Creo que la aprobación del marco jurídico para las parejas del mismo sexo tiene que ver más con un contexto mundial. En España, el Julián Weich de la TV es Jesús Vázquez, que es gay, está casado y es una superestrella. Ellen DeGeneres es la gran conductora de los morning shows norteamericanos, está casada con una actriz y nadie se pregunta qué es lo que hace en su intimidad. Hay una coyuntura. Es verdad, de todos modos, que junto a Juan (Castro) y Fernando (Peña) impusimos al homosexual en los medios, porque hasta ese momento se escondían detrás de los personajes.

–Lo interesante es que los tres tenían tres características completamente diferentes, lo que sirvió para romper con el estereotipo televisivo instalado desde la ficción.

–Eramos tres personas muy diferentes: el padre, el hijo y el Espíritu Santo (risas). La Santísima Trinidad. Creo que nos ayudó la coyuntura, porque en 2001 todos queríamos empezar a ver, a abrir los ojos, estábamos más sensibles a lo que ocurría en la realidad. Al estar más hermanados entre nosotros como argentinos, los gays pudimos ser recibidos por la gente y el establishment televisivo con mayor apertura. Los humanos somos el fiel reflejo de lo que nos pasa. Los medios pudieron ayudar a que hoy seamos el primer país latinoamericano en aprobar el matrimonio entre iguales, pero iba a suceder tarde o temprano. Todas las minorías, tarde o temprano, se van desarrollando. La familia del 2000 es la de Todo sobre mi madre.

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