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Martes, 25 de enero de 2011
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Herederos de una venganza, nuevo remix de Pol-Ka

Un vino que ya viene picado

Culebrón hecho y derecho, la tira de El Trece cuenta la historia de un pueblo de viñateros en el que cada uno de sus habitantes parece esconder algún secreto, empezando por el Gran Maestre de una logia, interpretado con solemnidad por Alfredo Alcón.

Por Emanuel Respighi
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Pueblo chico, infierno grande: en Vidisterra todos tienen algo que ocultar.

Exigirle originalidad a la TV puede resultar un exceso: nadie puede pretender innovación cuando hay que llenar alrededor de 16 horas diarias de programación destinada a un público masivo. Tampoco es la tira diaria –esa ficción amorfa que durante más de 200 capítulos debe entretener a grandes y chicos, inquietos y perezosos, con toda clase de insostenibles vericuetos de guión– el género más adecuado para tamaña exigencia. Lo que sí uno pretende, como televidente, es que al menos las ficciones diarias se renueven en algo de un programa a otro. Eso, a priori, no sería mucho pedir para una industria que cuenta con recursos humanos y técnicos envidiables en cualquier parte del mundo. O sí, teniendo en cuenta la hastiante repetición de personajes y situaciones de las que se valió el comienzo de Herederos de una venganza (lunes a jueves a las 22.45 por El Trece). Al menos en sus primeros capítulos, la nueva propuesta de Pol-Ka volvió a apelar a recursos ya transitados, que convierten al seguimiento de la historia en una suerte de déjà vu permanente.

La fórmula de Pol-Ka para la ficción diaria parece no contemplar tomar riesgo alguno. Como esas tradicionales recetas familiares sobre la preparación de algún plato que permanecen inalterables de generación en generación, cada verano la factoría más importante en materia de ficción del país vuelve a reciclar aquella fórmula sagrada que tanto éxito le dio. Sin otra pretensión que “hacer un buen número”, Herederos... se aferra a lo viejo conocido para no desentonar: un pueblo pequeño que esconde secretos de larga data (Padre Coraje), cruces amorosos entre hijos de familias enfrentadas (Valientes), clases sociales en pugna (Valientes), y una venganza heredada que se cocina a fuego lento (Valientes, Malparida). La receta no parece ser otra que cambiar la escenografía, el nombre de los personajes y algunos actores, sin tocar el nudo dramático que mueve a la historia: una venganza histórica que revelará importantes secretos, amores silenciados durante años e hijos no reconocidos que quebrarán con el statu quo de una sociedad que es pura apariencia.

Culebrón hecho y derecho, Herederos... cuenta la historia de los habitantes de Vidisterra, un pequeño pueblo en el que una sola bodega posee todos los viñedos y todas las fuentes de trabajo. La trama, en realidad, avanza a partir de la misteriosa muerte de Angie horas después de contraer matrimonio con Antonio (Luciano Castro), un ingeniero agrónomo que debe descubrir qué pasó con su amada en un pueblo extraño y en el que cada uno de los habitantes parece esconder algún misterio. Así, entre los silencios, traiciones y engaños que vienen de años, Antonio hará lo imposible para recuperar algo por lo cual valga la pena vivir. En esa búsqueda lo acompañará Mercedes Oviedo (Romina Gaetani), una muchacha que acaba de salir de prisión tras ocho años (mató a su marido en defensa personal, pero aquí también la Justicia del pueblo es la de los poderosos), que es hostigada por la alta sociedad de Vidisterra. Juntos, parece, pelearán por algo más que el esclarecimiento del asesinato.

Como trasfondo del crimen, en la cava de la bodega de Vidisterra se reúne una logia milenaria liderada por el Gran Maestre (Alfredo Alcón), de la que participan los personajes más poderosos del pueblo: el comisario Vicente Roca (Antonio Grimau); la millonaria Regina Piave (Leonor Benedetto); el intendente Octavio Capogreco (Rodolfo Ranni) y el juez Santos Eugenio Pratt (Miguel Dedovich). Según los libros escritos por Leandro Calderone, esta logia adoradora de la vid cree en la profecía revelada por el Gran Maestre a través del Libro Sagrado que dice que “el final de los tiempos se acerca”, y que Vidisterra es el pueblo elegido para sobrevivir a la catástrofe. Para ello, la logia debe sacrificar cada tanto a alguno de sus hijos pródigos, para que “la sangre dé vida al vino; y el vino se convierta en sangre sagrada”. Angie fue la primera víctima, y también el primer error, de una logia que desde la sombra signará la historia de Herederos...

Si El elegido apeló a la magnificiencia de las tierras españolas para darle un fuerte impulso a la historia, como ya lo había hecho en Montecristo en tierras marroquíes, Herederos... perfirió potenciar lo suyo a partir de un apuesta más económica y ya transitada por la productora: Alfredo Alcón, cuyas reconocidas dotes actorales ilustraron los dos primeros capítulos de la ficción (a la que volverá esporádicamente según avance la trama). Claro que lo hizo acorde con la fórmula de Pol-Ka para las tiras diarias: poniéndose en el lugar del “Gran Maestre” de la logia, el único capaz de interpretar las Sagradas Escrituras que digitan la vida de Vidisterra. Tal vez quienes convocan a Alcón alguna vez comprendan que su participación sería mucho más rica si interpretara otro tipo de roles, menos solemnes. Lo mismo puede caberle a Rodolfo Ranni en su papel de intendente mafioso del pueblo; o a Bettiana Blum, repetitiva en su papel de madre desbordada; o a Marcela Klosterboer, nuevamente haciendo de hija adinerada con conciencia social; o a Leonor Benedetto, que detrás de sus aires de señora tiene una tendencia a enamorar jovencitos (de hecho tiene un affaire oculto con el personaje de Federico Amador, varias décadas menor que ella).

El sentido común indica que no por exitosa una fórmula debe repetirse indefinidamente. Mucho menos si esa fórmula, probada una y otra vez, tiene como materia prima a la televisión, medio que se conoce es proclive a la rutina de los televidentes como también a las modas. Si algo saben quienes trabajan en la TV es que no existe formato, programa o estrategia, por más años que se mantengan al aire, que perdure eternamente. Lo que fue un éxito ayer, hoy es un fracaso. Nada es para siempre. Si “la cosecha es tiempo de esperanza”, como reza una frase extendida en Vidisterra, Herederos... deberá comenzar a sembrar sus propias semillas para poder disfrutar de una frondosa cosecha, que le permita a la ficción sortear el año sin tener que depender de los vaivenes del rating. De los caminos que tome la historia y de los matices de los personajes, dependerá su suerte.

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