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Sábado, 25 de marzo de 2006
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SE VIENE LA SEGUNDA PARTE DE “MUJERES ASESINAS”

Cómo se construye la escena en la que matan las mujeres

Actrices, director y técnicos de Mujeres asesinas revelan trucos y recursos para dar dramatismo y verosimilitud a la escena del crimen, entre cuchilladas, pedradas y disparos. Cómo será la segunda temporada de un programa que promete hacer historia, con el visto bueno del público.

Por Julián Gorodischer
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Mirtha Busnelli (de espaldas) y Celeste Cid, a punto de matar y morir

Mirtha Busnelli (Elisa) repite, extraviada, una misma frase: “Yo no voy a estar toda la vida para enseñarte”, dice. Celeste Cid, la hija, imagina la mejor manera de matarla. Es la grabación de un capítulo de Mujeres asesinas II, que se estrena la primera semana de abril, y una hija prepara el asesinato de su madre posesiva. La bruja le invadía sus zonas privadas; hasta la dirigía a la hora de ponerse la toallita femenina. Entre tanto rojo shocking y muecas de aturdimiento, se alcanza a conocer la trastienda de una escena del crimen: aquí se respira la tensión de la madre castradora y la hija sometida. Se verán el tiro del final y reiteradas muertes imaginarias (y una real) de Elisa (Busnelli), sucesivamente apedreada, degollada y baleada con saña y derroche de sangre a cargo de la hija (Cid). Entre cachetadas e insultos que caldean el clima, madre e hija representan una cuchillada en el cuello. Si el tiempo alcanza, se prevé otra toma en la cual la madre morirá baleada. Ahora, en una pausa de la grabación, las chicas se ponen a punto para morir y matar...

Mirtha Busnelli (Elisa): –El otro día, Celeste me tenía que pegar un tiro. Y me daba un poco de miedo que se disparara algo. Cuando me dijeron que el arma estaba atornillada para frenar la bala, me aterró que no estuviera soldada. Me empecé a perseguir con la idea de que sería mi última escena. Yo quería que ella me diera, que fuera lo más realista posible, pero pensaba: “Hasta cuándo”...

Estar a punto de morir despierta algunas paranoias bien justificadas. La muerte pondrá algo de equilibrio en vidas marcadas por la asimetría. Mujeres engañadas, sometidas, obligadas, de pronto, estallan. La primera temporada de Mujeres asesinas impuso un nuevo código narrativo para el policial (sin enigma), que anticipó el desenlace sin perder el clímax. Mujeres... fue desde el principio más un drama psicológico sobre sexualidades complejas que un policial clásico: se vieron niñas tardías, amas de casa desesperadas y celosas paranoicas, pero que siempre tuvieron razón. Hasta cierto punto, el modo del asesinato fue suntuario... pero no por eso poco interesante: ¿cómo mata una mujer? Si hasta aquí el momento emotivo llegó antes del crimen y la cuchillada fue apenas una confirmación o un epílogo, esta tarde se desplaza el interés a los modos de clavar o pegar un tiro. Pocas veces un programa de la TV argentina incluyó un asesinato por capítulo, y es hora de meterse en medio de los tiroteos, a centímetros de la degollada, justo hoy que la Busnelli morirá muchas veces, a manos de esa hija que entre sueños, en fantasía, en la vida real, no puede parar de matarla...

Celeste (Lucía): –En este capítulo la mato muchas veces: una vez, con un arma mientras está durmiendo; otra vez, con el golpe de una piedra en el consultorio del psiquiatra.

M. B.: –Celeste era muy cuidadosa y le dije: “Pegá, pegá tranquila”. Pero mientras hacíamos la toma, la pellizcaba para avisarle que me dolía... No sabía cuándo iba a parar... A esta narración sobre mujeres que terminan matando la define la sensación de que lo penoso es el victimario.

Rojo y negro



Hay un manual para una buena escena del crimen, que exige una sola paleta de colores: desbordar de colores primarios y pintarse en un rojo/shocking o un negro/luto que caldeen la agresión que vendrá. Si bien el equipo coincide en que el crimen en Mujeres asesinas no es lo central (anticipado, previsible, menos expresivo que el crescendo de la previa), implica la factura más difícil. ¿Cómo se arma el cuadro del crimen perfecto? Para empezar, a tono con las ficciones de moda, un equipo selecciona una casona de barrio (Chacarita), donde el ambientador establece sus prioridades: sangre de kero, miel y colorante, y objetos contundentes. Si las mujeres asesinas matan por lo general con herramientas caseras o cubiertos, vengando a la vez a la faena doméstica y al marido, o a la madre, o a la nuera, las chicas de Ambientación tienen la tarea más ardua por delante.

–Lo fundamental en la escena del crimen –cuenta Luciana González, ambientadora– es que haya mucha sangre. Los actores ya están acostumbrados, están cuidados por Vestuario, pero a nosotros nos queda un tremendo lío para limpiar. Hay que cubrir todas las paredes de plástico y cartón. Elegimos, para que maten, un cuchillo especial, una herramienta, una piedra que nos guste y después FX (la agencia de efectos especiales) hace una réplica de cuchillo retráctil o piedra de telgopor.

–¿El ámbito ideal para matar?

L. G.: –Me encanta este tipo de casa (de dos plantas, en Chacarita) con una mezcla de estilos; me gustan sus vitraux, su disposición amplia. Si el espacio es chico, cuando se mata hay que sacar todos los muebles que no sirven. Acá se pueden aprovechar las arcadas: arriba se parece a la alhambra; abajo, a un castillo inglés.

Trucos a mano



El crimen y la violencia en TV exigen una forma de vestir, un porte. “Estos personajes son estructurados –explica la vestuarista Luciana Guasone– en tonos oscuros, rebuscados, conservadores. Mirtha Busnelli siempre aparece con camisas bien cerradas, espaldas rectas, abajo de la rodilla. No caímos en el costumbrismo, se manejó mucho lo estético: para vestir a madre e hija (y a las protagonistas de Mujeres... en general) no ingresaron colores puros. Pero sí abundan de la gama de saturados: marrón... verde...” Las muertes más difíciles –según dice el productor Hernán Goete– son las que involucran animales. “Les pido mucha concentración –revela–, incluyo la menor cantidad de gente, silencio... Fue muy difícil el capítulo de Cristina Banegas, cuando la llevaba atada a Belén Blanco y la tiraba en un canasto con víboras. También es complicado trabajar con tiros (con un dispositivo bajo la ropa y balas de salva o fogueo), con corte de cuello (como el que convoca), con cuchillo retráctil y planos de sangre untada, cada vez en mayores cantidades, filmada plano por plano...”

Más cerca de la muerte de Mir- tha Busnelli, el director Sebastián Pivoto agrega algunas claves para un manual del asesinato televisado. “Que la escena se repita tantas veces como sea necesario –dice–, porque siempre se busca la mejor actuación. Si se repite es por un planteo estético: para tener la mayor variedad de tamaños de cuadro posibles. Yo soy de los que piensan que la primera escena es la mejor.” Llegado el momento de que alguien dispare, Pivoto deberá elegir entre un plano secuencia o un plano corte por corte. “Si se elige un plano secuencia –asume– se logra una fluidez que lo asemeja a la realidad. Si se graba corte por corte se está privilegiando el dramatismo y la tensión narrativa. Yo prefiero la toma secuencia, más o menos vertiginosa, porque se parece a lo que uno podría estar viviendo.”

Parecer real



¿Cómo se construye el realismo? “Para que parezca real, depende de qué se ve y qué se muestra –dice Mirtha Busnelli–. Yo he tenido una escena de erotismo en la que al actor no lo tocaba, le pasaba por encima... Y la actuación fue tan mandada que igualmente el actor le pidió al director que la sacara porque iba a tener problemas con la mujer. Y el director la sacó. En la escena no ocurría nada: ni beso de lengua, ni nos tocábamos los genitales, y yo estaba orgullosa de que la escena fuera inquietante. Con las muertes pasa lo mismo...”

C. C.: –Cuando tuve que pegar el piedrazo, yo le pasaba la piedra a Mirtha por al lado de la cara sin golpearla, muy cerca, y parecía que le daba tremendo golpe.

–¿Cómo regulan su propia violencia?

M. B.: –Existe un placer en el hecho de que salga lo más logrado en función de lo que se ve, de lo que se está narrando, de la composición de la situación. Cuando, desde afuera, te parece que el cuadro está compuesto, eso te produce placer.

C. C.: –Sin sufrir, y partiendo de que sea divertido, cierta violencia física estimula. Pero siento que el momento más violento no es el de la muerte, sino climas anteriores tan o más violentos que van justificando por qué esa persona hace lo que hace... por qué está enajenada frente a esa madre represora.

–¿Cómo se diseña una buena cuchillada, el modo de matar que vuelve en Mujeres...?

M. B.: –Para todo puede haber cliché si lo hacés como cliché. Generalmente, una agarra el cuchillo y lo introduce. O lo ponés para el costado o es retráctil.

C. C.: –Yo he matado en Resistiré con ese tipo de cuchillos retráctiles. He tenido escenas de piñas, pero una buena violencia psicológica (su favorita es la de Laura Dern seducida por el villano de William Dafoe en Corazón salvaje) me parece más intensa todavía.

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