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Domingo, 4 de marzo de 2012
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ESTA NOCHE SE ESTRENA HOMELAND POR FX Y FOX

Seguridad en clave bipolar

La serie producida por quienes estuvieron detrás de 24 y Los expedientes secretos X ganó el Globo de Oro al mejor drama, y Claire Danes se llevó el de actriz dramática por su papel de sagaz agente antiterrorista que sufre un trastorno de la personalidad.

Por Emanuel Respighi
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Homeland se basa en la serie israelí Hatufim, de Gideon Raff.

¿Es garantía suficiente para saber si una serie es buena o no conocer de antemano que se trata de la última creación del autor, productor o director de algún programa que se siguió de principio a fin, casi de manera adictiva? ¿O sólo se trata de una estrategia de marketing que la mayoría de las veces defrauda a quien busca en la nueva creación la historia que lo atrapó en el ayer? Aunque no existan las respuestas absolutas para estos interrogantes, en algo sí ayuda saber quiénes son los cerebros detrás de un nuevo programa: crea la ilusión en los televidentes de que pueden hacer honor a sus antecedentes inmediatos e, incluso, superarlos. Entonces, allí están los espectadores, sentados frente a la TV o la computadora, esperando con ansiedad ver el primer episodio de la nueva historia pergeñada por viejos conocidos, dispuestos a darle una oportunidad y con la esperanza de encontrar un antídoto para la abstinencia. Algo de eso sucede con Homeland, la ficción de suspenso y acción que FX estrena mañana a las 22 (en simultáneo con Fox), y que lleva en sus créditos la producción ejecutiva de los mismos que estuvieron detrás de 24 y Los expedientes secretos X, dos series muy diferentes pero que marcaron a fuego a la televisión, cada una en su momento.

Más allá de la manera en que se “vende” a la serie, lo cierto es que Homeland es mucho más que “la nueva ficción de...”. De hecho, no fue por contar con Howard Gordon y Alex Gansa, la dupla de productores y guionistas de 24 y de Los expedientes X, que Homeland resultó coronada en la última edición de los Globos de Oro como mejor serie dramática y a Claire Danes, su protagonista, como mejor actriz en el rubro. Tampoco las buenas críticas y los altos niveles de audiencia que acaparó en su primera temporada en Showtime –donde ya se aseguró una segunda para este año– tienen su anclaje en quienes están detrás de las cámaras. Más bien todos esos reconocimientos son el resultado de una ficción que combina con sabiduría el suspenso y la acción de las historias en las que el mundo está amenazado, con el drama personal de la supuesta heroína.

Así como 24 marcó en clave de ficción la paranoia estadounidense post 11/9, Homeland vendría a complementar aquella mirada diez años después, con la crueldad y el papelón de la guerra en Irak aún caliente. Basada en la serie israelí Hatufim (algo así como “Prisionero de guerra”), de Gideon Raff, la ficción mantiene en su trama de espionaje la lucha de los agentes federales contra las células terroristas, sólo que ahora los modos han cambiado: la violencia instintiva del omnipotente Jack Bauer para “salvar al mundo” toma en Homeland el tamiz del intelecto de Carrie Mathison, la sagaz agente de la Unidad de Antiterrorismo Internacional de la CIA. Allí donde Bauer torturaba para obtener información, Mathison apela al talento deductivo y su enorme capacidad de investigación. No necesita de arma alguna para desbaratar la amenaza, aunque sí de cierto espionaje que transgrede las reglas establecidas. Claro que la agente tiene su propio “talón de Aquiles”, que la vuelve más humana en relación con el héroe interpretado por Kiefer Sutherland: padece de un trastorno bipolar, para el que toma diariamente antipsicóticos, que hace que sus denuncias y sospechas no siempre sean producto de la realidad.

Bajo un relato estructurado con menos dosis de adrenalina que 24, Homeland vuelve a enfocar su trama en el tópico de la posibilidad –una vez más– de que Estados Unidos sea objeto de un ataque terrorista. En este caso, la liberación de un soldado de la Infantería del ejército norteamericano, Nicholas Brody (Damian Lewis), tras ocho años de estar prisionero en Irak, es el disparador de una trama que avanza a partir de la íntima sospecha de Mathison de que el sargento fue reclutado por Al Qaida para ejecutar algún plan terrorista en Estados Unidos. El problema es que la joven, brillante e inestable agente que cree que Brody es el “topo” que alguna vez un terrorista le confesó que la célula de Osama bin Laden había “convertido”, carga con el problema de que nadie cree en esa posibilidad. Ya sea por la falta de pruebas concretas para suponerlo, o bien porque el director adjunto de la CIA, David Estes (David Harewood), no quiere que nadie le empañe la noticia con la que supone le allanará el camino hacia el puesto principal de la CIA.

Como si la falta de pruebas y/o los intereses en juego no fueran razones suficientes para que sus superiores les lleven el apunte a sus sospechas, la agente carga además con la cruz de su trastorno bipolar y su desesperada adicción a la Clozapina, un atipsicótico que regula su “trastorno de ánimo”, como Mathison lo describe en el primer episodio cuando un compañero descubre sus pastillas. Todos estos elementos se conjugan para que la agente comience una batalla personal contra las fuerzas burocráticas y contra sus demonios internos, que usualmente la hacen cometer equivocaciones que le quitan credibilidad a la teoría de que el flamante “héroe nacional” podría estar vinculado con Al Qaida. Con estas dificultades a cuestas, Mathison y Brody comenzarán una persecución de uno sobre el otro, de insospechado resultado para la seguridad nacional. ¿Quién será el verdadero héroe?

Como en tantas otras series originarias del país del norte, en Homeland la política exterior norteamericana, de modo casual o no, vuelve a tender lazos con Hollywood, minando el inconsciente colectivo de la población con la amenaza permanente, tan funcional a la economía capitalista. Porque si bien el eje de la trama pone en duda el funcionamiento y la eficacia de las fuerzas de seguridad nacionales, mostrando sus falencias y mezquindades, lo cierto es que Homeland repite la lógica de que el mundo corre peligro, los árabes son malos y Estados Unidos el único país que vela por la seguridad de todo el planeta. Si se pueden superar esos elementos históricos, más políticos que televisivos, los televidentes podrán entonces disfrutar de una serie que probablemente los hipnotice frente a la pantalla.

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