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Domingo, 7 de octubre de 2012
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BABYLON, UN EJERCICIO DE GENERO EN LA PANTALLA DE CANAL 9

Audacia en clave de policial

Producida a través de los concursos de ficción para la Televisión Digital Abierta, la serie escrita y dirigida por Gastón Portal apuesta a una estética novedosa, y presenta un elenco que se pone a la altura de una trama que juega con lo temporal.

Por Emanuel Respighi
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Federico Olivera es el fiscal Vitelli; Martina Gusmán, “la tanita” del cabaret Babylon.

Un veterano detective fuera del sistema, al que le pasan todo tipo de cosas raras, y se detiene en detalles que al resto de los mortales se le pasan por alto. Un comisario que cree que la mayoría de los crímenes están motivados por tres razones: codicia, venganza y celos; al resto, los descarta para no desperdiciar “recursos” de la unidad de Investigaciones Criminales Científicas (ICC). Un joven e ingenuo fiscal empecinado en resolver los casos, independientemente del sistema utilizado. Una femme fatale, misteriosa, que seduce y distrae. Un pasado con casilleros sin llenar, que como un fantasma interviene en el presente. Extraños casos policiales que surgen en una ciudad sin respiro. Esos son los condimentos dramáticos con los que Babylon, el flamante unitario que Canal 9 emite los domingos a las 22, le devolvió a la pantalla chica local el policial negro. Una apuesta con las características más clásicas del género, que se destaca por los aspectos formales que utiliza para contar un cuento conocido, a la vez que distinto.

Seleccionado en los concursos para la Televisión Digital Abierta organizados por el Ministerio de Planificación de la Nación, Babylon es un atractivo programa de ficción, en clave de policial negro con dosis de comedia. La pretensión de ceñirse a una ficción de género funciona en la producción de GP Media, la productora de Gastón Portal, como la principal motivación para plasmar una puesta visual y estética impecables, en donde la forma resulta tan relevante como el contenido. En Babylon, la musicalización, la posproducción y la dirección resultan tan protagónicos como los personajes. Y ese trabajo formal termina de potenciar una trama con visibles referencias a cualquier viejo exponente del film noir.

Según se pudo ver en el primer capítulo, Babylon presenta un caso policial diferente en cada episodio, que un mismo equipo de “profesionales” resuelve. Paralelamente a esos crímenes, la trama escrita y dirigida por Gastón Portal irá deshilachando una historia lineal que armará el rompecabezas sobre la vida de los protagonistas, desde 1973 hasta la actualidad. El programa cuenta la vida de un joven fiscal, Frank Vitelli (Federico Olivera), que a la hora de resolver los extraños casos que se le presentan se vale de la experiencia de dos hombres tan capacitados como diferentes. Por un lado, cuenta con la ayuda del comisario Juan Clay (Luque), creador de un sistema de inteligencia artificial basado en que la mayoría de los crímenes están motivados por la codicia, la venganza y los celos. Ese es su único universo de hipótesis. Por otro lado, y para resolver aquellos delitos que se salen de la norma, el fiscal acude a Lauro Das Pedras (Briski), un policía “yeta”, dueño de una manera de ver la realidad diferente a la media, y quien cree que la naturaleza humana es mucho más compleja que un simple sistema policial. Tanto Lauro como Clay fueron viejos compañeros de trabajo del padre de Vitelli, asesinado años atrás en circunstancias poco claras.

A ese heterogéneo trío, donde los “especialistas” dejan entrever que cargan con el peso de un pasado que los enfrenta, se le suman otros personajes que le aportan a la trama dosis justas de misterio. Entre ellos está “la tanita” (Martina Gusmán), la singular dueña de Babylon, el cabaret que tres décadas atrás oficiaba de lugar de encuentro de uno de los mejores grupos de investigaciones policiales, conformado por Clay, Das Pedras y el padre del fiscal. Ese lugar de libertad, al que Vitelli solía ser llevado de niño por su padre, ahora regresa como lugar de operaciones, entre prostitutas, artistas y personajes que voluntaria o involuntariamente están fuera del sistema. “A tu viejo le encantaba estar acá: decía que era el lugar donde se piensa con claridad”, le dijo Das Pedras a Vitelli en un pasaje del primer episodio. El debut contó el caso de un sacerdote transformado en un tirador serial, como consecuencia de creer ver al diablo revolotear en cada rincón de una plaza.

Sobre la base de una trama que se vale de todos los clichés del policial negro, la fortaleza de Babylon reside en su cuidado trabajo estético y narrativo. Lo primero que llama la atención es el tratamiento visual elegido para contar la historia, íntegramente realizado en blanco y negro, lo que además de ser audaz para el medio local resulta adecuado para imprimirle textura a una historia que la necesita. El único espacio en el que la serie recurre a la imagen en colores es justamente en Babylon, como una manera de contrastar el mundo en el que los crímenes se llevan a cabo y el universo libertario en el que se resuelven. Un desdoblamiento visual que es mucho más que un tratamiento estético cool: es, en definitiva, el uso de un recurso que acentúa el nudo dramático de la historia, que se opone a la probabilidad científica de lo improbable.

Deambulando entre el comic (el origen de la trama es una revista de historietas a pedido que Vitelli encuentra entre sus pertenencias, y cuya historia protagoniza cuando era niño) y el policial negro, Babylon no ahorra en la posproducción para conformar un atractivo “relato audiovisual”. La cámara en mano, las viñetas en pantalla, los flashbacks y el recurso de la cámara lenta enriquecen las ajustadas actuaciones de Luque, Briski, Olivera y Gusmán. Al igual que en su anterior ficción (Los sónicos), Portal vuelve a poner en primer plano lo que a esta altura parece tratarse de un sello de las ficciones de GP: la música. Desde la cortina musical, donde suena “Take Five”, de Dave Brubeck, hasta las canciones que acompañan en diferentes momentos el relato, el jazz toma una presencia dramática que excede al mero papel de recurso. Es esa audacia audiovisual, disruptiva del lenguaje ficcional conocido y repetido por las productoras consolidadas, la que vuelve a Babylon un producto al que vale la pena echarle un vistazo. Aunque más no sea para dejarse llevar por la seducción de una estética que asume riesgos y sale airosa.

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