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Lunes, 19 de agosto de 2013
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El negocio y la prostitución VIP en Brasil, por HBO

La profesión más vieja do mundo

Con ánimo de provocación, esta serie narra la historia de un trío de escorts que decide independizarse y aplicar las reglas del marketing a su propio comercio carnal, siempre sin dilemas éticos y con el dinero fácil en la mira.

Por Federico Lisica
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Alguna escena de sexo hay en El negocio, pero para explicitar el aburrimiento de las chicas.

“Lo que se insinúa deja con las ganas, promueve el semidesnudo de las chicas desde la apertura y no muestra cuerpos, y construye un argumento que privilegia, en todo orden, la línea moral: ellas no quieren hacerlo, no les gusta, y son compatibles con la salvación de una Mujer bonita o el arrepentimiento de una Belle de jour en relectura de los clásicos del cine, pero sólo apta para la TV”, escribía Julián Gorodischer en esta misma sección de Página/12, hacia 2003, a raíz del estreno de Disputas en la pantalla local. Pero hay diferencias –algunas sutiles, otras no tanto– entre la creación de Adrián Caetano con El negocio, serie que acaba de estrenar HBO (domingos a las 21), y es parte de sus producciones originales para América latina (Sr. Avila, Hijos del carnaval, Epitafios). La premisa de este envío brasileño, calculadamente provocador, es que aquí no parece haber dilema ético alguno para las trabajadoras sexuales, tampoco problemas de violencia de género o lo que se le ocurra al lector (por lo menos en lo visto en el primer episodio). Ellas son acompañantes porque existe allí una veta de dinero fácil. Incluso una oportunidad de convertirse en self made women. El machismo, que está presente, puede ser manejado de manera bastante eficaz, porque al fin y al cabo los hombres son simplotes a la hora de eso. Alguna que otra escena de sexo hay, pero para explicitar el aburrimiento de las chicas.

Ellas son Karin, Luna y Magalí, el trío de prostitutas VIP que decide independizarse y fundar una empresa de escorts aplicando las reglas del marketing. “¿Por qué el negocio más viejo del mundo tiene que seguir con viejas reglas?”, le estampa la ideóloga al dueño de un bar de copas de San Pablo. Karin ya pasó la barrera de los 30 y por eso su cafishio la había dejado de lado para la exclusiva fiesta anual del “Spicy Dessert”, donde se reúne la nata más podrida de los millonarios brasileños. La ciudad y el contexto de El negocio es esa urbe de helicópteros, empresarios, botellas de whisky y lencería cara, con una banda musical muy afín a la bossa nova electrónica. Otra de las mujeres es Luna, segura y de clase media, pero que le oculta a su familia su trabajo en una discoteca bastante cutre. Mientras, asiste a la facultad y a cursos de herederos ricachones para ver si engancha alguno. La tercera cortesana en cuestión es Magalí, la más joven del trío y también la que se deja seducir por ese mundo de la noche en hoteles caros. Vale decir, la serie no usa esos espacios como trampolín para crítica sino como puesta en escena fija. Ricos y putas son parte de un intercambio en el que cada uno se lleva lo suyo.

Justamente es uno de los clientes de Karin quien le dirá que en épocas de crisis nadie gana más que aquellos dedicados al showbiz. “No hay mejor entretenimiento que el sexo pago”, es la filosa premisa ofrecida por los creadores de esta comedia dramática que, para darle cierta verosimilitud al asunto, tuvieron entrevistas con agencias de compañía y especialistas en marketing. De hecho, en cada uno de los trece capítulos sobre la pyme carnal se aplicará una técnica comercial distinta (grupos focales, reposicionamiento, fidelización, etc.).

Como el contexto que retrata, la factura audiovisual es chic y algo distante. Y es narrada por la voz en off de Luna, con flashbacks y recursos narrativos, muy en la línea de Ciudad de Dios, película que –paradójicamente– retrataba la escala social opuesta pero con la que el mundo de El negocio tanto tiene que ver. La serie logra su objetivo –el de hacerle cosquillas al propio prejuicio– cuando se va por la tangente y olvida su target determinado. Ahí está la escena en que las coperas festejan porque cae la Bolsa, y si hay depresión los muchachos de las finanzas gastarán sus reales con ellas. O cuando a Luna un futuro millonario al que había agarrado entre sus piernas, decide terminar su relación, pero no porque sea prostituta, sino porque se había hecho pasar por una chica bien.

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