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Domingo, 8 de septiembre de 2013
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DIEGO CAPUSOTTO HABLA DE HUMOR, ROCK Y POLITICA

“Inventamos mundos paralelos para nuestros personajes”

El actor regresa mañana a las 22 a la Televisión Pública con una nueva temporada de Peter Capusotto y sus videos. “Lo nuestro es una decisión inclaudicable y nos da sentido. Y cuando, encima, el programa puede hacer feliz a otros, nos reconforta”, afirma.

Por Emanuel Respighi
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Existe una manera más interesante de definir al “éxito” de un ciclo televisivo que acudiendo a las cifras de rating o a la cantidad de tapas de revistas que ocupan el protagonista o el programa. Hay otra forma, menos mediatizada, que define la real valoración que una comunidad hace sobre un programa y es la de percibir cómo personajes o frases se hacen carne entre los ciudadanos en la calle, el trabajo o cualquier evento social. Cuando en cualquiera de esos lugares y ante distintos sectores sociales y etarios se nombra a Bombita Rodríguez, Micky Vainilla o Pomelo, nadie duda de que se está hablando de personajes de Peter Capusotto y sus videos, el brillante programa de humor con el que Diego Capusotto y Pedro Saborido han trascendido la pantalla chica. Mañana, a las 22, comenzará en Canal 7 la octava temporada de ese extraño formato en donde la parodia, la música, la política y la vida cotidiana se combinan en un pasaporte hacia el viaje lisérgico o la reflexión aguda. Página/12 dialogó con Capusotto sobre el peronismo, el rock y el humor televisivo, en una charla en la que se dejaron de lado las novedades de esta nueva temporada para no perder el efecto de sorprenderse al aire.

–En épocas de crisis económicas y sociales, el humor suele ser una válvula de escape a los problemas cotidianos. Peter Capusotto... se estrenó y se desarrolló a la par de una sociedad que se fue consolidando tras una de sus peores crisis. ¿Cree que esa recuperación social permitió sofisticar el humor televisivo?

–Creo que la gente está siempre en problemas: por el sino trágico de la existencia, porque se va a morir y se angustia, o por lo que fuera... El humor siempre está presente, independientemente de la situación social. La situación social muchas veces genera confrontaciones y escenarios ficcionales de los cuales nosotros nos burlamos. La estabilidad económica no limita al humor ni lo digita. Mucho menos a Peter Capusotto..., porque no sólo hablamos de lo macro, sino también de lo que le puede pasar a un tipo con su vida. De hecho, hacemos alusión al rock, donde la coyuntura social no está presente en ninguno de los personajes que entrarían en al cultura rock.

–¿Pero no cree que el contexto social condiciona la manera en que la gente recibe un programa, cualquiera sea su género?

–Sí, claro. El programa está sujeto al contexto, como parte y como observadores. Y eso aparece en el programa. Peter Capusotto... subsiste más allá de todo. No sé, tal vez si estuviéramos peor, tendríamos más material para agarrarnos. Igual, después de todo, para algunos estamos muy bien y para otros estamos muy mal... Para nosotros, hay muchas cosas de la existencia humana que están mal. No creemos que el mundo sea un paraíso que no nos da tela para cortar, porque se supone que la gente es feliz. La gente puede llegar a tener una vida más acomodada que antes pero hay circunstancias trágicas que no se pueden soslayar. Y tenemos la capacidad de inventarnos mundos paralelos para nuestros personajes, que no tienen relación con lo que pasa en la actualidad. No somos relatores de la realidad. Los personajes más interesantes son los que no tienen ubicación en este espacio y tiempo macropolítico. También hay otros que sí se basan en hechos históricos en los que hacemos hincapié, como Bombita Rodríguez.

–A la hora de pensarlos y decidir su participación en el programa, ¿buscan un equilibro entre personajes con anclaje social y aquellos que no lo tienen?

–No, simplemente aparecen. Hay algo de la coyuntura social, cultural y política que nos estimula y a la que le queremos dar nuestro parecer a través de un personaje. Somos atravesados por lo que nos pasa. No estamos distanciados. Pero también hay personajes que tienen vida propia, con un transcurrir que habla sobre lo que le pasa, independientemente de lo social.

–¿Violencia Rivas, por ejemplo?

–Por ejemplo. Violencia Rivas es un personaje que tiene una mirada más general sobre la condición humana a partir de lo que reclama y declama. Después hay una relación con la historia en la representación de El club del clan, en donde lo inverosímil es que una mina tenga un discurso que en su momento hubiese ocasionado grandes disturbios. Nos gustan los personajes que alteran la paz social y la corrección. Violencia Rivas está ubicada en aquel pasado y también en este proceso. La condición humana de antes y la actual no difieren demasiado. Incluso, suelen tener su misma problemática, su misma incomodidad social.

–A lo largo de estas temporadas hay dos ejes temáticos al que recurren a través de sus personajes, como el peronismo y el rock. ¿Por qué?

–Al peronismo lo abordamos como una literatura fantástica. El peronismo lo permite, desde William Cooke hasta López Rega, desde el Momo Venegas hasta Néstor Kirchner... El peronismo accionó políticamente, pero uno no puede desconocer que se trata de un movimiento en donde entra todo. Un partido de masas como el radicalismo no tiene esa característica porque hoy está deshilachado al punto que todos los dirigentes de peso que tienen están afuera de la estructura partidaria. El peronismo es un hecho magnífico para algunos, malditos para otros y confusos para otros tantos. ¿Cómo se explica, si no, que el peronismo logre que parezca casi un partido anarquista, respecto de otros sectores, siendo conducido por un general? Siendo el peronismo, además, todo lo contrario al anarquismo. En definitiva, uno también ha tenido empatía con el peronismo por los sectores que se le han opuesto. El peronismo funciona en el programa desde el relato fantástico.

–El programa se vale del relato inverosímil...

–Es que eso es lo que hacemos. ¿Para qué vamos a contar lo que vivimos todos los días? Cada uno tiene una percepción personal de su propia cotidianidad, la cual resuelve como puede, con sus propias herramientas. Nosotros tratamos de construir una realidad paralela. Muchas veces, cuando veo el programa u otros de ficción, me digo que quizá la vida verdadera esté ahí, porque son más interesantes los personajes ficcionales que nosotros mismos.

–¿Por qué piensa eso?

–Son personajes más interesantes que nosotros porque los ubicamos en un plano de acción que los humanos no tenemos. El espacio y tiempo inverosímil son liberadores creativamente. En nuestra vida hacemos casi las mismas cosas todos los días, casi mecánicamente. A veces somos más “aventureros” y otras menos. Encima, además, envejecemos, lo cual no es nada agradable ni da sapiencia... Todo lo contrario. El programa, ese mundo paralelo, nos permite tomar posición sobre la condición humana. Si no, uno tendría que salir a la calle a hacer disturbios. Y cuando hacés quilombo tenés muchas chances de ser encerrado inmediatamente...

–Recién señalaba que el peronismo está cubierto de cierto “relato fantástico”. Algo que el rock también posee...

–El rock se convirtió en una condición laboral. Las bandas exitosas, por lo general, dejaron de durar dos discos y después separarse. Hoy, las bandas siguen juntas durando muchos discos por la simple razón de que es como cuidar un trabajo. Si hay algo que nos liga con el rock es que cuando hacemos el programa tratamos en cada nueva temporada hacer otro disco que nos parezca bueno. En el rock, en algunas bandas, pasa eso mismo, pero en otras seguramente no. El rock dejó de ser un grito contracultural. Hoy, cualquiera escucha rock, loco. ¡Macri escucha rock! Lo interesante del rock, hoy, es el sonido que cuatro voluntades que se juntan gestan y que resulta conmovedor para escuchar y que eso le da sentido a la existencia.

–Más que como expresión contracultural...

–Eso estuvo ligado a una época en la que el rock necesitó decir unas cuantas cosas porque lo que lo rodeaba era terrible. Y hubo un sonido que acompañó a esa declamación o malestar. Probablemente el rock haya nacido como malestar. Hoy, el rock parece ya no ser molesto. ¿Quién se molesta con el rock en la actualidad? El rock está puesto en campañas políticas... El rock empezó a incursionar en sectores que estuvieron siempre antagónicos a la idea de correrse del mundo del poder y las leyes. Tampoco es que hacemos el programa para decir eso. La única relación que tengo hoy con el rock es escuchar bandas que, por decirlo de alguna manera, no están oficializadas pero tienen algo para decir. Muchas de ellas, por ejemplo, las pasamos en el programa, pero no para que la gente las conozca, sino porque nos gusta lo que están haciendo.

–¿Pero sigue escuchando rock?

–Sí, pero me relaciono de diferente manera. Me vinculo con la música desde el sonido. Si es rock o no, no me importa. El rock es un sonido que, conmigo, sigue teniendo una relación afectiva y emocional. En algunos casos, me conmueve, y en otras no. Hay bandas con las que no me pasa nada. Y otras con las que me pasan cosas. Generalmente, son más indefinibles en su sonido.

–¿Por ejemplo?

–Si escucho una banda como Proyecto Gómez, Uno X Uno o Zelmar Garín, no identificaría eso como “rock”: es un sonido que se expande, donde hay un espíritu rock, pero también puede no haberlo. Lo que hay ahí es una conmoción. Cuando el sonido es conmoción es, a mi juicio, lo que tengo que escuchar.

–¿Pero eso no es una sofisticación auditiva por el paso de los años?

–Cuando era pendejo era tribal. Tenía que escuchar un determinado sonido que me parecía correcto y lo demás no. Hoy no me pasa eso. De la misma manera que cuando tenía 15 años escuchaba un disco de blues entero y hoy no lo hago porque al cuarto tema capaz que me aburre. No el blues, pero sí el disco. Capaz que hoy escucho a Muddy Waters y me aburre. Pero no porque soy sofisticado, sino porque uno empieza a escuchar otras cosas que le resultan más conmovedoras. En definitiva, cuando escuchamos el Album blanco de Los Beatles no sabés tampoco qué es... ¿Cómo lo definimos? Decir que es rock es como un sello... pero me parece que excede esa categoría. Lo mismo pasa al escuchar Sus majestades satánicas, de los Stones... Justamente los Stones, que es una banda que se convirtió en una empresa, y que tiene un sonido unificado que es su sello pero al que ya no puedo escuchar. Porque los Rolling Stones se convirtieron en otra cosa. Los Stones no son lo mismo que eran en los ’70.

–¿Pero el sonido actual de los Rolling Stones le sigue pareciendo interesante?

–No, cuando escucho los Stones, escucho Exile on Main St., y no me parece que estoy retrocediendo, porque es un disco que puedo escuchar hoy y me emociona. Ahora, en A Bigger Bang escucho una balada como “Angie”, un tema como de Black and blue, pero con el sonido de los Rolling Stones hoy, y eso no me gusta. Por eso pongo Sus majestades satánicas que es atemporal. Lo que quiero decir, y sin hacer comparaciones: no es que no voy a escuchar a Bach porque piense que ese sonido lo compuso en el 1700... El rock dejó de tener status de sonido investigativo. El sonido del rock generó tensión por el momento político en el que surgió y por lo que se decía. Hoy pasa todo lo contrario: la resistencia la encuentro más en redes sociales que pueden hacer circular una idea, que en el rock. Aun cuando las “redes” a veces “atrapan” (risas).

–¿No le ocurrió ese mismo proceso al humor transgresor de los ’80?

–Cha cha cha era una islita en la TV, pequeña, que terminó teniendo la importancia de los programas coleccionables, donde pibes adolescentes lo empiezan a conocer recién ahora... Son programas que siempre van a ser rescatados porque la idea traspasa una época. De cualquier manera, una cosa es el humor televisivo y otra el que circula por fuera del establishment televisivo. La TV no es lo que sí o sí hay que escuchar y ver. El de (Eduardo) Feinmann para mí es un show periodístico, un programa de humor. El personaje no trabaja sobre los códigos de un programa humorístico pero se termina convirtiendo en eso.

–El humor se instaló en los programas periodísticos.

–El humor en TV es confuso, está todo mezclado: hoy los programas periodísticos son shows. No es fácil hacer programas de humor. Lo nuestro es una decisión inclaudicable y nos da sentido, de la misma manera que a otros le da sentido hacer otra cosa. Y cuando, encima, el programa puede hacer feliz a otros, nos reconforta. No es que hacemos el programa para mostrárselos a nuestros amigos y festejar que nosotros solos estamos entendiendo lo que hacemos, como si fuéramos una especie de “raza” apartada del resto. De cualquier manera, creo que en la TV actual hay límites que se pasan, que dejan a Cha cha cha o a Peter Capusotto... como un juego de niños. Hay una tsunami de obscenidades que se derrochan en los medios. Y no hablo de programas de chimentos, eh. Hablo de los programas en general, donde los límites se han traspasado hace mucho. Eso se manifiesta en la profundización del debate, en la pauperización del lenguaje y del pensamiento... En la TV actual lo que más circula es la pauperización del pensamiento, donde cualquiera dice cualquier cosa, cualquiera se hace famoso en dos días. La TV de hoy es más confusa.

–¿En Peter Capussotto... hacen humor político?

–Todos hacemos política. Decir lo que está pasando es una manera de hacer política. Hay que ver cómo se dice, quién lo dice, cómo se hace, si eso es una cáscara o tiene profundidad... Lo que veo es que la lógica del show sí esta incorporado a los periodísticos. Se mezcla mucho para no saber bien qué es, si es algo en serio o no.

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