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Sábado, 28 de septiembre de 2013
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SEBASTIAN WAINRAICH, JULIETA PINK Y EL MUNDO DESDE ABAJO

El “late night”, ese desafío

El dúo conductor de Metro y medio se anima ahora en la señal TBS Veryfunny a un formato estrella de la televisión estadounidense que aquí nunca terminó de establecerse. “Encontramos el equilibrio entre lo guionado y la improvisación”, sostiene Wainraich.

Por Leonardo Ferri
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A diferencia del formato clásico, el programa irá grabado, sin depender tanto de la actualidad.

Si la Argentina hubiese sido el enemigo y los Estados Unidos hubieran tenido que afrontar la Guerra Fría con los late night shows como única herramienta de dominación cultural, sin dudas su misión habría fracasado. Por algún motivo que nadie se anima a precisar, este formato ya tradicional en la televisión yanqui nunca terminó de asentarse en sus múltiples intentos locales, y ni David Letterman (ni Jay Leno ni Conan O’Brien ni Jimmy Kimmel ni Jimmy Fallon) tuvieron un digno representante patrio. A pesar de ser una fórmula de eficacia comprobada también en el Reino Unido y algún otro país de Europa, el combo del conductor gracioso, el monólogo de actualidad, la banda en vivo, los sketches irónicos y picantes y la entrevista desacartonada siempre terminó derivando hacia el programa de chimentos y panelistas que opinan de todo, y todos sin demasiada autoridad. Aun con estos antecedentes en contra, El mundo desde abajo –el programa que el canal TBS Veryfunny estrena hoy a la medianoche, conducido por Sebastián Wainraich y Julieta Pink– no teme a las etiquetas, y se autodefine como un late night, sin medias tintas. Y, hay que decirlo, es el intento más logrado que se haya visto por estas latitudes.

La apuesta y el objetivo del programa (una coproducción entre TBS y ONTV, la productora de contenidos dirigida por Claudio Villarruel y Bernarda Llorente) parecen estar en replicar la buena química que la dupla tiene en Metro y medio, el programa de radio que conducen desde hace siete años por Metro. El desafío será que el resto del público en Latinoamérica sepa interpretar el código implícito entre ambos. “No estábamos seguros para nada de que la química fuera a funcionar”, admite Wainraich, con la misma inseguridad que ya es su marca registrada. “La seguridad es una sensación como la inseguridad: no existe. Si bien en la radio estamos mucho más relajados y tranquilos, siempre existe la duda de qué va a pasar al aire. Estamos juntos hace siete años, nos va bien, nos divertimos y nos gusta lo que hacemos, pero siempre hay algo de incertidumbre, de qué va a pasar mañana o dentro de una semana”, continúa. Pero si de algo está convencido es de que estar en un canal de cable va a jugar a favor del programa: “La verdad es que no sé por qué el formato nunca funcionó en la Argentina, es una gran pregunta. Un motivo que puede ayudar a que funcione es que está fuera del aire, y eso da tiempo a poner dos o tres sketches por programa (en aire también se puede, pero te corren otras cuestiones) y tampoco vamos a estar apretados por la actualidad. Después qué funciona y qué no funciona nunca se sabe, siempre se supone...”, duda otra vez.

Pero si algo parece no haber en el primer programa son, justamente, dudas. Wainraich se muestra cómodo tanto en su papel de antihéroe como en sus monólogos, esta vez no enfocados en la actualidad (el programa va grabado y no en vivo, como sus pares) sino en esas pequeñas cuestiones cotidianas con las que se puede construir un mundo de posibilidades. Julieta Pink sorprende con su histrionismo, al que define como “una especie de incomodidad, de no saber qué hacer frente a cámaras”, pero que le sale muy bien, a pesar de no disfrutar demasiado de posar, maquillarse o producirse. Para sentirse más a gusto, ambos estarán acompañados por Pablo Fábregas (muy bien en su sketch del corresponsal de guerra matrimonial) y Malena Guinzburg, viejos amigos de la casa. “El proyecto nos conquistó de una –explica Pink–. Varias veces nos propusieron hacer tele, pero nada nos convencía, y esta propuesta tenía un buen equipo de guionistas y podíamos participar de los contenidos y de los sketches. Es bastante a nuestra medida, podíamos tomar decisiones a cada paso y no hacer nada que no quisiéramos.”

Si El mundo desde abajo pone un pie en sus distintas formas de hacer humor, pone el otro en su invitado, y en eso la apuesta es casi siempre ir a lo seguro. Así como Ricardo Darín parece ser una elección obligada para cualquier primer programa, en los siguientes el tono variará poco: Mercedes Morán, Juan José Campanella, Vicentico y Guillermo Cóppola, entre otros, asegurarán un momento televisivo entretenido, aunque también previsible. “Encontramos el equilibrio entre lo guionado y la improvisación”, sostiene Wainraich, mientras Pink explica que el programa sólo tiene el esqueleto propio del formato, pero fuera de eso son ellos haciendo lo que les gusta. Y si bien el programa tiene pautados 20 envíos (10 hasta fin de año y 10 en 2014), el conductor desliza su tentación de ir por más: “Me gustaría seguir, y ya pienso qué le agregaría o sacaría. Las expectativas son raras, ojalá que le guste a la mayor cantidad de gente posible y listo... Parece un lugar común, pero primero nos tenía que gustar a no-sotros, y lo logramos”.

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