Climas helados, oscuros, silenciosos, opresivos y con una humedad que cala las osamentas, todo muy en sintonÃa con el estado de ánimo de quienes investigan asesinatos cuyas vÃctimas son chicas adolescentes. La sensación de opresión que rodea la serie The Killing es también temporal; cada episodio supone una jornada en la investigación, con verosÃmiles y desesperantes vaivenes de ritmo y progresos: es que todos los dÃas no pueden tener la misma importancia, ni en la vida real ni en la ficción. Este policial negro y angustiante se enmarca en la floreciente lÃnea de ásperos relatos nórdicos –hola Wallander, chau Millennium– que trascienden las heladas fronteras del Báltico para tener su remake angloparlante, ya sea en Inglaterra o, como en este caso, en Estados Unidos. Página/12 dialogó con el autor danés Soren Sveistrup, creador de la serie dinamarquesa original (Forbrydelsen) y productor de su adaptación norteamericana The Killing (la que se ve aquÃ, en su segunda temporada, los domingos a las 23.30 por AXN), cuya acción fue convenientemente mudada a Seattle, ciudad del extremo noroeste norteamericano, donde –además de los guiños al grunge– la similitud climática con el gélido norte europeo permitió mantener una de las inesperadas vede-ttes de la serie: el vestuario. Es que los toscos pulóveres de lana gruesa que caracterizan a la protagonista, la detective Sarah Linden, se convirtieron en un inesperado clásico entre fans de la serie, animan revistas de tejidos y sitios especializados en lanas y amenazan con convertirse en un nuevo aporte del género policial a la moda, acaso recogiendo la tradición del impermeable de Columbo o del sombrero de caza de –su majestad– Sherlock Holmes. AsÃ, el parecido térmico entre Seattle y Dinamarca garantizó que los suéteres marca registrada de la detective original (la actriz danesa Sofie Grabol) también le calzaran justo a su par estadounidense (la atribulada rubia Mireille Enos, compañera cazazombies de Brad Pitt en Guerra Mundial Z).
–En The Killing todos parecen pasarla mal: problemas personales, falta de sueño, escenografÃas opresivas, frÃo, por no hablar de los crÃmenes violentos... ¿Cómo hacer para que, con todo eso, la serie resulte disfrutable?
–Es una combinación de cosas, un ensamble, como una orquesta tratando de tocar la misma melodÃa. Traté de escribir algo que me resultara atractivo, o atrapante, para ver. Y, por supuesto, quise evitar todo lo posible los clisés, ya que los conozco bien, puesto que soy fan del género policial. TenÃa mucha ambición con esta serie y resultó algo increÃble para mÃ.
–¿Qué aspectos del personaje principal, la detective Sarah Linden, le parecen más distintivos?
–Me gusta que sea tan silenciosa, que no le preocupen los modales ni la gente a su alrededor. Ella tiene muchos problemas para comportarse en sociedad, da ventajas en ese sentido. Y como son problemáticas comunes a las que sufre mucha gente, ayudan a sentirse cerca de ella.
–¿Qué diferencias encuentra entre las versiones danesa y norteamericana de la serie?
–La distinta cantidad de episodios obligó a ajustar algunas cosas del relato (en Estados Unidos, la temporada tenÃa que ser necesariamente de 13 capÃtulos y hubo que adaptarla, por decisión empresarial). Son muy similares, pero con cambios. La sociedad norteamericana es muy diferente de la danesa. El ejemplo más claro, por tratarse de un relato policial, es que en Dinamarca los oficiales de policÃa no siempre llevan armas... y ése no es precisamente el caso de la policÃa estadounidense. Hay un tono especial de melancolÃa en todos los paÃses escandinavos y una gran preocupación ante los problemas reales y potenciales de la sociedad, un genuino interés por la vida real, cotidiana... Además de un humor muy seco. Todo eso cruza el océano.
–En las tres temporadas de The Killing los crÃmenes a resolver son asesinatos de chicas adolescentes. ¿Por qué elige especÃficamente esas vÃctimas?
–Todos sentimos simpatÃa, piedad, comprensión por las vÃctimas y por sus familias. No hay nada más triste que la muerte de los chicos, de los inocentes. Es nuestra peor pesadilla.
–¿Cómo explica la repercusión generada por el vestuario de Sarah?
–Al principio, no podÃa entender por qué se armó ese interés casi obsesivo por los suéteres de Sarah, en los modelos que utilizaba, y hasta llegó a irritarme un poco, porque me parecÃa que terminaba reduciendo el programa a una discusión sobre moda. Pero luego entendà que es un gran componente para el personaje y me pone muy orgulloso. La idea del suéter fue una elección de Sofie Grabol, quien ayudó mucho en la composición de la Sarah original, y funcionó brillantemente para el personaje porque lo hizo muy diferente de la arquetÃpica detective femenina de la televisión, que usa tacos altos y que está armando una cita con el forense mientras resuelve los casos de homicidio con la mano izquierda. No necesitábamos pensar en cómo hacer que Sarah fuera sexy o femenina, porque Sofie tiene ese brillo especial a su alrededor que se destaca siempre, más allá de cómo se vista.
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