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Martes, 7 de junio de 2016
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Entrevista a Julieta Cardinali y Fernán Mirás, protagonistas de Ultimátum

“A nuestros personajes los une el sentido del humor”

Los actores se lucen en esta suerte de “sitcom criolla”, que pone el foco en la convivencia de una pareja. Tras quince años de relación, atravesados por el acostumbramiento, se ven forzados por sus propios hijos a convivir “solos” y a resolver su futuro.

Por Emanuel Respighi

Vero y Gastón tienen naturalizada la pelea. La pareja, casada desde hace más de 15 años y con dos hijos a cuesta, hizo de la discusión un ejercicio cotidiano del que no puede salir. Aunque las rencillas diarias forman parte de su vida, ni Vero ni Gastón parecen intentar cambiar algo de su existencia como para modificar un vínculo que para ellos es normal, pero para el resto de los mortales es insufrible, casi enfermizo. Incluso, para sus propios hijos, que cansados de ver a sus padres pelear y pelear, les proponen una medida extrema: los dejan a solas 10 días, tiempo en el que deberán decidir si siguen juntos o si se separan. La convivencia de la pareja durante ese período es el eje de Ultimátum, la comedia que se emite todos los martes a las 22.30 por la TV Pública Argentina. Una ficción que esta cruzada por la paradoja del cambio de gobierno: ganadora de un concurso para la promoción de ficción del Incaa bajo la gestión del gobierno anterior, Ultimátum forma parte de la programación del canal público de Cambiemos, que mantiene congelada la inversión estatal para fomentar la producción televisiva en el género.

Protagonizada por Julieta Cardinali y Fernán Mirás, Ultimatum es una suerte de “sitcom criolla”, que pone el foco en la problemática de la convivencia de una pareja que ronda los cuarenta años, con quince años de una relación que tiene más de acostumbramiento que de amor. Como en muchísimas otras películas y programas de TV, la convivencia de pareja es el eje de la ficción producida por Bastiana Films. La novedad, en la historia escrita por Andrés Rapoport y dirigida por Jorge Bechara, es que en este caso la pareja de Vero y Gastón se ve forzada por sus propios hijos a convivir y a resolver su futuro. Los enredos que vivirán en ese ínterin construyen una comedia de situaciones en la que los espectadores se pueden ver reflejados.

Grabada en 2015, Ultimátum reúne en pantalla a Cardinali y Mirás, dos actores que forman parte de una generación surgida en la era de las productoras independientes y los canales comerciales. Sin embargo, hasta Ultimatum nunca se habían cruzado en un proyecto conjunto . “En realidad, habíamos laburado juntos, en el mismo programa, pero nunca nos habíamos cruzado en escena. No sé cómo se define esa situación tan extraña”, le pregunta Mirás a su compañera, durante la entrevista con Página/12. “Cuando él salía del elenco de Verano del ‘98, yo entraba. Hace como 200 mil años de eso”, agrega Cardinalli, entre risas.

–Tardó mucho tiempo su encuentro en un proyecto conjunto, de la misma manera en que se demoró el estreno de la serie, que recién un año después de haberse hecho se estrenó en la TV abierta.

Julieta Cardinali: –Es un estreno muy similar al que se da con las películas, en el cine. Las películas se filman en un tiempo y recién se estrenan meses o años después. Fue una experiencia muy linda, que por suerte ahora la podemos compartir con el público. Se dio todo muy raro para lo que es el circuito televisivo.

Fernán Mirás: –Lo que nos pasó con Ultimátum fue que nos gustaron mucho los libros. Tienen muchas situaciones de paso de comedia y tragicomedia entre nuestros personajes, que nos permitió construir un lindo vínculo.

J. C.: –Es una comedia con mucha situación, pero con escenas largas, por lo que nos pasamos mucho tiempo estudiando y ensayando letra.

F. M.: –Si bien en la historia entran otros personajes, como los vecinos y los padres, lo cierto es que durante dos meses nosotros grabamos solo escenas entre nuestros personajes. En la segunda parte del plan de grabación incorporamos a los demás. Hubo dos meses donde el equipo no nos soportaba más, porque había mucho ensayo y repaso de letra. Lo que recordamos siempre es que nos gustó mucho grabar esta comedia, la pasamos muy bien, hubo mucho de artesanal, de trabajo de actores y libretos.

–Al punto que nada se parece Ultimátum a las comedias locales, que suelen tener elencos más corales. Es una historia hecha –casi– de a dos.

F. M.: –Lo que más me gusta de la historia es que cuenta la historia de una pareja que se está llevando muy mal pero que no se da cuenta. Son los hijos los que les hacen dar cuenta de la “insoportabilidad” de un vínculo que ellos llevan pero que afecta y mucho a quienes lo rodean. De hecho, son los hijos los que le dan este Ultimátum para que en esos 10 días vean si pueden salir adelante o definitivamente tomen la decisión de separarse. Obviamente, en esos 10 días se seguirán peleando. Pero lo interesante es que pese a las peleas, paradójicamente ellos se llevan muy bien. Los une el sentido del humor. El espectador ya va viendo que entre las rencillas cotidianas, ellos se complementan.

J. C.: –El espectador se da cuenta con mayor facilidad que ellos por qué siguen juntos pese a las peleas constantes. Como suele pasar, siempre la mirada alejada de sus protagonistas cuenta con mayor objetividad para comprender las cosas. No existe una única fórmula para mantener el amor en el tiempo. El amor es una variable en constante reformulación. No es constante. Se altera. Por suerte.

F. M.: –A ellos les pasa que por primera vez pueden estar juntos sin hijos. Porque en realidad se casaron de apuro apenas se conocieron. Siempre tuvieron hijos. No conocen otra relación entre ellos. Es la primera vez que están juntos en su casa, sin chicos que atender. Esa situación los posiciona en otro lugar. Hay parejas que continúan juntas solo por sus hijos. Incluso, algunas, gracias a ellos.

J. C.: –Mi personaje acepta el Ultimátum de los hijos no porque le parezca lo mejor para la pareja, sino por la alegría de poder estar 10 días sola en la casa. Mi personaje tiene un cuelgue muy importante, es un espíritu libre con hijos que atender. Pero no se plantea en la historia que este sobrepasada por la responsabilidad familiar. Eso es novedoso. Ella ve la oportunidad de no hacerse cargo de 10 días de nada y le parece divertido.

–La convivencia es un disparador presente en muchas comedias. En Ultimátum, lo disruptivo es justamente que es la mirada de los chicos la que se hace presente para abrirle los ojos a la pareja.

J. C.: –Es que ellos están acostumbrado a llevarse así. No sienten que se lleven mal. Hay parejas que se acostumbran a las peleas, casi no pueden vivir sin ellas. Muchas ni siquiera conocen otra condición.

F. M.: –Es algo que pasa mucho. La mayoría de las parejas que terminan separándose o con una crisis profunda, no se dan cuenta que terminan como terminan. No son conscientes del lugar al que están llevando la relación. Están tan saturados por el vínculo, y son los hijos el espejo que les devuelve que algo está mal.

J. C.: –Ellos están acostumbrados a tratarse mal, todo el tiempo se insultan y marcan el error del otro, se dañan. Pero por costumbre. No es algo que lo tienen analizado. No creen estar mal por eso. Los hijos, en cambio, no los aguantan más y lo sufren. No pueden verlos más así.

F. M.: –La serie refleja todo lo que no te das cuenta que pasa en una pareja cuando está asfixiada por la cotidianidad. En la era moderna, pareciera que uno no tiene tiempo para parar la pelota y preguntarse de vez en cuando cómo está uno consigo mismo y con su pareja. En Ultimátum los protagonistas cuentan con ese parate forzado de la vorágine cotidiana. Sus hijos los obligan a parar y a pensarse. De hecho, durante la convivencia, ellos no saben bien qué hacer dentro de su casa. La vida moderna te lleva a correr vaya a saber uno qué cosa.

–A veces uno necesita que lo bajen del tren para darse cuenta de la velocidad en la que vive.

F. M.: –La serie juega con el hecho de que ellos son muy distintos, lo que los hace chocar mucho. A medida que avanza, ellos van sintiendo que se van a separar, que antes del ultimatum se llevaban mejor.

J. C.: –Al mismo tiempo, en el transcurso de los capítulos vas entendiendo por qué están juntos. En cada capítulo hay situaciones de entendimiento. En esta serie no está en juego el amor idílico. Es más compleja, más real, la manera en que se aborda la problemática. Ellos se necesitan, también.

F. M.: –Al principio, ellos chocan mucho porque son muy diferentes. Pero el espectador puede ver cómo, al mismo tiempo, se atraen. Lo que aparece como diferencia, los amalgama: ella no es nada reflexiva y a él le fascinan esos riesgos que ella toma, a la vez que él debe frenarla muchas veces porque sino haría cualquiera. El sentido del humor es un gran contenedor de parejas. El amor sin humor se muere.

–La ficción logra hacer reír, sin por eso dejar de plasmar en pantalla situaciones capaces de provocar una reflexión en los espectadores.

F. M.: –Es una comedia que sostiene el verosímil todo el tiempo, aún con los enredos y las situaciones absurdas que puedan surgir. No es una comedia disparatada. La gente se identifica en muchas de las cosas que pasan en la historia. Nadie que haya vivido en pareja puede quedarse afuera.

J. C.: –Hay muchas situaciones identificables. Quitándole el ultimátum que sirve como disparador, los protagonistas no dejan de pasar por situaciones y sensaciones que muchas parejas atraviesan, ya sea de manera consciente o inconsciente. Los problemas de convivencia son más o menos comunes a todos los que alguna vez vivimos en pareja. Vivir en pareja requiere negociar cada cosa que se hace o se deja de hacer. La historia cuenta qué negociás en la pareja para poder mantenerla.

–La serie ganó un concurso de ficción en un momento en el que el Estado Nacional promovió contenidos audiovisuales como política cultural. Con el recambio de gobierno, ese proyecto quedó olvidado. ¿Cómo analizan la problemática, en función de su experiencia?

F. M.: –Hay muchos actores, aunque menos que antes, que siguen trabajando. La preocupación mayor pasa por el rubro técnico, porque ese plan dio trabajo a muchísimos profesionales de diferentes lugares del país. Sonidistas, camarógrafos, vestuaristas, maquilladoras, productores...

J. C.: –La industria televisiva argentina es demasiado chica como para no ayudar desde todas las áreas posibles a la generación de trabajo. En estos años vi como muchos compañeros actores tuvieron la oportunidad de trabajar en estas series Incaa. Producir mucho ayuda al desarrollo de cualquier industria. Ahora, lamentablemente, hay mucha gente parada.

F. M.: –El contraste es fuerte. Antes pasaba que cuando se estaba armando un elenco, costaba encontrar actores y equipo técnico porque estaban todos ocupados. Obviamente, en esos años se hicieron series de todo tipo. Algunas habrán gustado más, otras menos, se probaron diferentes estilos y lenguajes, pero nadie puede negar que hubo una producción interesante. Incluso, se pudo pensar la ficción sin estar supeditados al rating. Hubo ficciones para todos los públicos. Se hicieron miniseries que sin el apoyo estatal no hubieran tenido aire jamás.

–Por las características frágiles de la industria audiovisual argentina, con una torta publicitaria exigua y relaciones de productoras vinculadas a canales, ¿creen que es un retroceso si el Estado no ayuda a financiar a la ficción televisiva, buscando conseguir un circulo virtuoso?

F. M.: –Que el Estado promueva contenidos audiovisuales es algo necesario, de la misma manera que lo hace con otras expresiones artísticas. Sobre todo por las temáticas diferenciales que se puedan abordar. La industria televisiva argentina comercial no tiene mucho margen para tratar temáticas que tal vez no sean tan populares.

J. C.: –Es importante que se pueda activar la política de financiamiento de ficciones.

–Además, hay una cuestión cultural que no se puede soslayar: las ficciones coreanas, brasileñas o turcas no abordan problemáticas sociales y culturales en las que los espectadores argentinos puedan verse reflejados.

J. C.: –Es un problema que solo se estén dando telenovelas turcas, coreanas o brasileñas porque le quitan lugar a las ficciones nacionales. Actualmente hay solo tres ficciones nacionales en pantalla. Somos pocos los que estamos trabajando.

F. M.: –Que haya más producción hace que una industria se desarrolle con mejores profesionales y más logradas ficciones. Este es un país que tiene un muy buen nivel de cine, en el que el Estado participa. Yo trabajo en el circuito comercial desde los 17 años. No necesito, por suerte, que el Estado me subvencione. Lo que me pasa a mí es que yo soy actor porque una tía me llevaba a mí al San Martín porque era barata la entrada y hacía el esfuerzo para poder pagarla. Si no, no hubiera sido actor. Nunca en mi vida mis viejos hubieran pagado una entrada al teatro comercial, porque era carísima. Mis viejos nunca me pudieron llevar al teatro. Lo que sé, entonces, es lo que la cultura me hizo a mí, independientemente de que después haya terminado trabajando como actor. A mí la cultura me enriqueció. A mi familia, también. Desde ese lugar quiero que el Estado invierta en la cultura. La matemática te enseña una cantidad de cosas, la historia otra, y el arte te enseña algo que tiene que ver con la existencia, con la posibilidad de pensarnos. No todo debe tener un sentido práctico.

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