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Miércoles, 8 de agosto de 2007
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MARCOS GORBAN Y UNA NUEVA EDICION DE “GRAN HERMANO”

“Es rico y perverso hasta para quienes lo hacemos”

El productor analiza sin condicionamientos a su criatura, que hoy arranca de nuevo. Lejos de creer que el formato esté agotado por las bajas marcas de la versión con “famosos”, Gorbán opina que este año está signado por el interés del público en los realities. Y que “GH no está obligado a dejar ‘algo’”.

Por Emanuel Respighi
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“Ninguna de las denuncias de conspiraciones llegó a buen puerto. Pero es parte de la sociedad en la que vivimos.”

Es el hombre que en el país mejor conoce el programa que tanta polémica como pasión cosecha entre el público argentino. Es quien con fina visión se encarga de seleccionar a cada uno de los participantes que hacen del tedio cotidiano un fenómeno de rating, dinero y debate pocas veces visto en la TV vernácula, pero cuyo cóctel se replica en cuanto país se realice una versión local del formato de Endemol. Productor general de todas las ediciones de Gran Hermano, contando la quinta que esta noche se pondrá en funcionamiento en Telefé (desde las 21.45) para acaparar nuevamente la atención de aliados y enemigos, fanáticos y detractores, académicos y opinólogos, bajo su tutela recae la responsabilidad de decidir qué inputs introducir al juego para provocar determinados outputs de los participantes y mantener el nudo dramático –y el minuto a minuto, claro– del programa que invadirá la pantalla chica durante los próximos cuatro meses. “Gran Hermano no refleja la sociedad argentina pero, guste o no, pone al descubierto las improntas de nuestro funcionamiento individual y colectivo”, subraya Marcos Gorbán, el hombre tras las sombras de la criatura televisiva.

A punto de poner en funcionamiento una maquinaria televisiva que involucra a más de 100 personas y que no por casualidad divide al mundillo televisivo entre aliados y enemigos (más allá, incluso, de la visión que se pueda tener del programa), el cerebro oculto de Gran Hermano acepta la entrevista con Página/12 sin condicionamientos de ningún tipo. Una charla que se extendió por más de una hora, en la que el alma pater argentino del reality show se animó a responder a todas aquellas cuestiones, dudas y críticas que recaen sobre el programa. Desde las denuncias de manejos non sanctos de parte de la producción para favorecer a algún participante o generar peleas entre ellos, hasta la perversidad con la que se selecciona a los participantes, pasando por los motivos que llevan al comienzo de una nueva edición y su visión del fenómeno que produce Gran Hermano, todos los ejes cuestionados del ciclo se repasan en el reportaje para que cada cual saque sus propias conclusiones.

–Una nueva edición de Gran Hermano. ¿Por qué?

–¿Por qué no? Porque está bueno, porque funcionó muy bien, porque la gente evidentemente tenía deseos de verlo, porque la gente se quedó con ganas de ver más y porque de parte de Telefé es subir la apuesta. Así como hay años en que la TV va hacia los programas de preguntas y respuestas, y otros hacia la ficción, 2007 parece estar signado por un importante interés del público hacia los realities. El piso de la peor ficción es muy alto y hay años en el que el techo de la mejor ficción es muy bajo. Este es uno de esos momentos. Con el reality pasa algo parecido: después de la saturación inicial que hubo hace unos años, ahora el público recuperó el apetito por ver este tipo de programas.

–O tal vez pasa que la TV abierta, al funcionar cíclicamente, no le ofrece otra cosa al público. Hoy, entre todos los reality shows, el género ocupa más de 20 horas semanales en el prime time.

–Puede ser. Cuando nosotros estábamos haciendo Operación triunfo 3, nos dimos cuenta de que teníamos que hacer Gran Hermano. La gente tenía más ganas de ver lo que no se mostraba en Operación triunfo que lo que sí se mostraba: medía mejor la intimidad, las charlas entre los personajes, que las performances musicales en sí. Y Gran Hermano 2007 no sació esas ganas, sino que más bien generó más.

–Sin embargo, la audiencia de Gran Hermano famosos fue notoriamente inferior a la cuarta edición. ¿No es un síntoma de que la gente se cansó del género?

–Gran Hermano famosos, en todo el mundo, alcanza menos audiencia que el de la gente común. GH famosos se hizo como descanso al de gente común. Se hizo sabiendo ese dato y por eso entraron menos participantes, aun cuando la versión argentina fue la más larga del mundo. GH famosos es el apéndice de Gran Hermano.

–¿Cuáles son, a su criterio, las razones de un fenómeno que se extiende por todo el mundo, al punto de que en España ya van por la novena edición del programa?

–Gran Hermano representa el protagonismo del televidente. Umberto Eco habla de la “paleo” y “neotelevisión”: la TV como una ventana al mundo y la TV como una ventana sobre sí misma, respectivamente. A eso se suma Eliseo Verón que dice que, desde fines de los ’90, la TV se enfoca sobre el televidente: el público toma por asalto la pantalla como protagonista. Pero no sólo a través de los reality, sino también por medio de los programas periodísticos (Ser urbano, Kaos en la ciudad) y de la propia ficción: las telenovelas dejan de ubicarse en los palacios y grandes estancias para desarrollarse en talleres y casas de gente común, desde Gasoleros hasta Los Roldán, pasando por Montecristo. Dentro de este contexto se imprime Gran Hermano, que es el protagonismo de gente común: historias chiquitas de identificación gigante en la sociedad. No estamos hablando del índice del PBI, sino de historias que uno se topa a cada instante en la sociedad. Y Gran Hermano famosos sirve para mostrar que los famosos también son gente común: que se levantan con lagañas y mal aliento.

–Pero a esta altura no creerá que los participantes de Gran Hermano se comportan tal como lo hacen en sus casas, que Gran hermano refleja la sociedad actual.

–No. Gran hermano 2007 significó la pérdida de la ingenuidad. Estos chicos crecieron viendo Gran Hermano y ya lo conocen mejor que nosotros. Nos consta que no se muestran tal cual son. Nadie sostiene un personaje las 24 horas, ni se olvida las 24 horas de que lo están filmando y viendo millones de personas. El público, igualmente, sabe leer lo que pasa. El público de GH es un público muy activo, muy curioso.

–También puede pensarse que es un público anestesiado ante tantas horas de programas...

–Eso sería subestimar al público. ¿Alguien se preguntó por qué al programa lo ven, en mayor o menor medida, toda clase de personas? GH puede pensarse como un juego de ajedrez con personas o un baile de máscaras. Si alguien logra sostener su máscara durante 120 días puede ganar. Pero lo que el público y la prensa no entienden es que nosotros también podemos comprar esos “buzones”. En el casting uno puede prever actitudes y relaciones, pero una vez que ingresan a la casa, la historia la cuentan los participantes. Nos hemos comido el chasco de introducir a una persona por su historia y darnos cuenta al aire de que sólo era un slogan para el casting. No es fácil darse cuenta de hasta dónde determinada persona es una historia o un slogan.

–Pero está claro que a través del casting ustedes intuyen lo que puede dar tal persona por sí misma y en convivencia con el resto.

–Hay un 20 por ciento de lo que te cuentan, un 10 de lo que te muestran y un cinco de intuición. El restante 65 por ciento es azar. Tratamos de entrevistar a los pibes para trazar hipótesis de su estadía en la casa, pero después los tipos pueden hacer lo que uno pensaba o no. De hecho, apenas comienza el juego en la producción apostamos sobre quién ganará y hasta ahora nunca acertamos. ¡Mire si Gran Hermano no es imprevisible! Es un programa rico y perverso hasta para quienes lo hacemos.

–¿Por qué?

–Porque tiene características que no terminamos de entender. A todo personaje/persona que levanta la cabeza y garpa lo nominan y el público lo echa. GH es como estar haciendo una ficción donde todo el tiempo te echan al protagonista. Y al mismo tiempo el programa es suficientemente generoso para que surja otro protagonista a cada momento. Todo el tiempo surgen cosas que parece el final del ciclo y aparecen cosas nuevas que reflotan al programa. GH es un sistema cerrado autosuficiente. Pero eso tiene que ver con la dinámica de grupo, no con lo que uno piensa afuera.

–Si bien dice que no está guionado, desde la producción se puede condicionar la dinámica de grupo a través de los temas de discusión, el armado de grupos para hacer las pruebas semanales, etcétera.

–Los inputs están a la vista de todos: volver a meter a todos los participantes al final, hacer que un participante salve a otro... Están a la vista de todos. Pero uno tiene la limitación de la exposición pública. GH está fiscalizado las 24 horas por la gente que lo sigue por Internet y los canales 24 horas en el cable. Ninguna de las denuncias de conspiraciones llegaron a buen puerto. Pero es parte de la sociedad en la que vivimos. Somos una sociedad que creció en la mentira: durante meses nos morfamos que ganábamos en Malvinas; nos dijeron que la casa estaba en orden y cuando volvimos de las Pascuas nos tiraron una economía de guerra y vino la obediencia debida y el punto final; nos dijeron que a los que habíamos depositado dólares nos iban devolver dólares... la sociedad argentina creció en la mentira. Estamos en un estado de sospecha permanente. Y todo el tiempo se cree que GH tiene algo oculto. Pero está todo a la vista.

–Pero el programa, como cualquier ficción, funciona mejor cuando hay conflictos, cuando “pasan cosas”.

–Cuando el programa más se parece a la vida real, más atractivo es. No sólo atrae el conflicto: garpa también la histeria en cuanto a juego de seducción. Todo el mundo cree que la producción hace lo imposible para que los chicos tengan relaciones y la realidad es que durante cinco GH apenas hubo un par de situaciones en las que se sospecha que hubo sexo y nada más. En Argentina garpa más el juego de seducción que la consumación. Tiene que ver con la huella digital de esta sociedad y de este público. En el resto de los GH del mundo, por ejemplo, si estás bien vestido, te eliminan inmediatamente. Acá eso no pasa.

–Eso habla de la sociedad argentina y la obsesión por la apariencia y la estética, representado e incentivado por la lógica misma de GH.

–Somos una sociedad que somos y hacemos para la mirada de los otros, más que para la propia. En GH Holanda, por ejemplo, es otro planeta en relación con la versión argentina: se pasean en pelotas con la misma naturalidad con la que se lavan los dientes, es normal que tengan sexo. Pero no es un tema de conversación en la sociedad, ni causa polémica.

–O sea que GH, a su parecer, refleja las características socio-culturales de la sociedad en la que se realiza.

–No sé si podría decir que es un reflejo. Me parecería pretencioso. Lo que me parece es que tiene las improntas de la sociedad en la que se realiza. GH Argentina está hecho por participantes argentinos. Mientras tengan esa identidad y construcción cultural, los participantes no van a hacer otra cosa propia de lo que sucede en esta sociedad, aun cuando esas cosas pueden gustar más o menos, o ser más o menos polémicas.

–GH es, tal vez, uno de los productos más comerciales de la TV: tiene buena audiencia, ocupa la cantidad de horas que cualquier programador requiera, el voto del público genera importantes ingresos de dinero. Además de esa visión mercantilista, ¿qué otra cosa piensa que deja?

–¿Tiene la obligación de dejar algo? Telefé y Endemol piensan el programa como un entretenimiento. El problema de GH es que muestra algunas cosas que no son de nuestro agrado, pero que existen. Si me pregunta por los motivos del nivel intelectual de los participantes, mi respuesta es: “Venga al casting”. El programa refleja el nivel intelectual de la gente que vino al casting. Habría que preguntarse, en todo caso, por qué la juventud argentina que se presenta al casting tiene ese nivel. Es la gente que viene. Creo que la crítica no tiene que mirar a los que elegimos a los participantes de GH sino al nivel educativo. En estos momentos hay un programa que se llama Sabés más que un chico de 5º grado? y pareciera que los adultos sabemos menos.

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