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Miércoles, 29 de agosto de 2007
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“EL GEN ARGENTINO”

Un contenido distinto para el prime time

Sin la impecable realización habitual en Cuatro Cabezas, el ciclo conducido por Pergolini se hace fuerte en la historia.

Por Emanuel Respighi
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Los nervios del debut llevaron a que Pergolini mencionara a Diego “Alberto” Maradona.

La atracción de un ciclo televisivo no siempre se vale del mismo parámetro. Hay programas que gustan por la inquietud del televidente con la temática que tratan. Otros en los que el interés descansa en la novedad que representa la idea del formato. En unos cuantos, también, prevalece la forma (la realización, la puesta en escena, la estructura narrativa) sobre el contenido. En aquellos ciclos superlativos se da una conjunción de éstas o más cuestiones, en un ideal que de a cuentagotas ofrece la TV actual, más pendiente en ir detrás del rating que en la emisión de productos de excelencia. Y el flamante El gen argentino (lunes a las 22, por Telefé), la nueva criatura televisiva que busca a la personalidad más influyente de la historia argentina, padeció en su primera emisión las urgentes necesidades que impone la lucha por el liderazgo televisivo. Es que el debut del ciclo conducido por Mario Pergolini careció de la calidad televisiva a la que acostumbra Cuatro Cabezas, poniendo en riesgo el capital que le permitió a la productora no sólo destacarse en la TV local sino también en el mercado internacional.

Al igual que con Zapping, el programa sobre la TV que el viernes último se estrenó por Telefé, en El gen argentino se vio poco o nada el sello histórico de Cuatro Cabezas: la impecable realización de sus productos. Probablemente por cuestiones de tiempo, ya que Telefé necesita recuperar el liderazgo televisivo tras el traspié de julio, ambos ciclos llamaron la atención por la ausencia de la identidad que la productora argentino-holandesa les imprime a sus productos. Está claro que, en ningún ámbito, mucho menos en la hiperprofesionalizada televisión actual, la necesidad nunca es buena consejera. Incluso, el acelerado debut de El gen argentino se hace evidente si se considera que se trata de un formato de la BBC. Una rareza que contradice la tradición de Cuatro Cabezas, a la que se reconoce en el mercado internacional como una generadora de formatos (ideas). No como una importadora.

Reconociéndole a la apuesta la virtud de introducir al bastardeado prime time televisivo la historia argentina como temática atractiva, siempre y cuando se la adecue al lenguaje propio de la pantalla chica, El gen argentino puede ser visto como una suerte de continuidad de la veta cultural que Pergolini intenta consolidar en las pantallas líderes. No hay duda de que el solo hecho de que se pueda debatir en el horario más caliente de la TV local la influencia que en la cultura argentina tuvieron personalidades como Jorge Luis Borges, Manuel Belgrano, José de San Martín, el Che Guevara, Evita, René Favaloro, Juan Manuel Fangio, Diego Maradona, Roberto Fontanarrosa y hasta Alberto Olmedo –los finalistas votados por más de 350 mil personas–, es muy bienvenido en tiempos en los que los escándalos de Gran Hermano y ShowMatch se intentan imponer desde algunos sectores como temas de la agenda mediática. Mucho más si el “ranking” de argentinos ilustres es acompañado, analizado y discutido por un panel de especialistas conformado por Jorge Halperín, María Seoane, Gonzalo Bonadeo y Felipe Pigna.

Pese a estas consideraciones, no puede soslayarse, sin embargo, algunos reparos que dejó el debut del programa. Tal vez el más evidente surge de la ambigüedad conceptual que propone la búsqueda de El gen argentino, ya que no queda claro si del ciclo surgirá “el argentino más grande”, “el que nos representa” o “el que debería ser”, más allá de los diferentes motivos que llevaron a las más de 350 mil personas a elegir a tal o cual personalidad histórica en las diferentes categorías (“Historia y política del siglo XX”, “Historia y política del siglo XIX”, “Artes, ciencias y humanidades”, “Periodismo y artes populares” y “Deportes”).

Si bien se trató de un programa especial, ya que en la hora de duración sólo hubo tiempo para presentar algunas curiosidades y los diez más votados en cada rubro (ver aparte), El gen argentino dejó flotando la idea de que le falta aún más ruedo –llámese ensayos y aire– para aceitar su puesta en escena. Un detalle no menor en un formato cuya estructura casi no da lugar a la improvisación. Justamente, la necesidad de atarse al formato atentó contra el desenvolvimiento de Pergolini como conductor, al que se lo percibió incómodo detrás del atril y sin la complicidad de algún coequiper que lo secundara. Acartonado y visiblemente respetuoso, el conductor de CQC no se privó de trabas y furcios varios, como el de llamar a Diego Armando Maradona “Diego Alberto” (que él mismo se encargó de señalar que será un error con el que tendrá que cargar para siempre).

Con la simplificación lógica de un producto televisivo que busca acaparar a la mayor cantidad de audiencia, sin la originalidad de Algo habrán hecho y Ver para leer, El gen... propone al menos inyectar otro tipo de contenidos a la TV actual. Basándose en una idea atractiva, el ciclo seguramente encontrará mayor profundidad en los próximos envíos, a medida que los dos finalistas por categoría sean analizados por informes, “defensores” invitados y el panel de especialistas. Una lástima, sin embargo, que estas propuestas diferenciales deban sufrir las consecuencias de la guerra del rating y tengan que salir al aire sin la maduración suficiente. Al menos, si no por los televidentes, por respeto a los “grandes” que lucharon por una Argentina distinta.

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