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Martes, 18 de octubre de 2005
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CLAUDIO VILLARRUEL Y SU ANALISIS DE UNA TEMPORADA “EXTRAÑA”

“Se habla más del negocio de la tele que de las elecciones”

“Cuando Telefé hace algo bien, no es noticia; pero cuando hay algún problema, es tema de debate”, protesta Villarruel, aunque en un tono moderado. El director artístico dice que en su canal tratan de entender los vaivenes coyunturales “como momentos circunstanciales” y trata de poner la pelota contra el piso: “Si enloquecés ante cada cambio, la TV te come de un bocado, te fagocita”.

Por Emanuel Respighi
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“No creo que vuelva a trabajar con Tinelli. Lamentablemente, la vida nos condujo por caminos diferentes.”
El hombre, impecablemente vestido de negro y con esa barba de varios días característica en su look, dice tener el “cerebro partido en dos”. A lo largo de la entrevista con Página/12, la puja entre el licenciado en Sociología y el director artístico de Telefé saldrá a luz en varias oportunidades, en una batalla de final irresuelto que se filtra en cada una de las respuestas que Claudio Villarruel brinda sobre el medio televisivo. “La contienda entre mi formación académica y mi trabajo profesional se libra constantemente”, dispara el hombre que maneja la pantalla del canal líder en audiencia del país. ¿Cómo hace, entonces, para equilibrar intereses personales con los que debe cumplir el programador de un canal privado, que persigue fines comerciales? “Trato de incluir en la programación algunas cosas diferenciales, pero hay un límite”, se ataja. “Para modificar los contenidos televisivos –dice– hay que tener una sociedad con altos niveles de inquietud artística. Es un proceso en el que se va generando una audiencia. Por eso, primero incluimos Los Simuladores, después Resistiré, más tarde Telefé cortos y este año Música para soñar. No se pueden modificar los hábitos y costumbres de un día para otro.”
A punto de entrar en su séptimo año de gestión (en diciembre de 1999 reemplazó en la dirección del canal a Gustavo Yankelevich), Villarruel logró convertir las críticas con las que había asumido en elogios, merced a haber modificado el perfil del canal sin perder el liderazgo en audiencia. “Mantener el liderazgo a lo largo de seis años, en un canal que ya era líder, no es sencillo: lo único que puede llegar a ser noticia es si te caés. Lo más destacado es habernos mantenido como canal mainstream y, a la vez, colar en la programación productos renovadores”, detalla sin ocultar su orgullo. Aunque en los papeles parecía que el 2005 iba a ser un año en que la hegemonía de Telefé correría serio riesgo, tras la abrupta desvinculación de Marcelo Tinelli y la llegada del conductor al 9, la emisora logró mantenerse en lo más alto del podio, extendiendo incluso la ventaja respecto de sus competidores. “Haber mantenido una diferencia importante en términos numéricos con el 13 y el 9 tiene que ver no sólo con un sentido competitivo, sino con haber logrado a lo largo del tiempo una actitud coherente de programación, que consolida al canal por sobre cualquier cambio brusco en el mapa televisivo. Aunque tengo que reconocer que fue un año extraño”, apunta.
–¿A qué se refiere con que fue un “año extraño”?
–Hubo muchos cambios de figuras de un canal a otro, se habló mucho... Fue un año en que la problemática televisiva se instaló como tema principal de la agenda nacional. De hecho, en pocos días tenemos elecciones nacionales y se habla más de la competencia televisiva que del futuro político, social y económico del país. Se habla mucho del negocio televisivo, del campeonato de egos televisivo.
–¿Por qué cree que sucede eso?
–Tiene que ver un poco con el ser argentino: se está más atento a señalar al que le va a bien o al que le va mal. Los vaivenes coyunturales, que tienen que ver con la lógica de la televisión, por la volatibilidad misma del medio, en Telefé tratamos de entenderlos a largo plazo, como momentos circunstanciales. Si enloquecés ante cada cambio, la TV te come de un bocado, te fagocita... A lo largo de estos años aprendimos que el secreto del éxito es no dejar de aprender nunca.
–Es raro escuchar eso en un medio en el que abunda la soberbia...
–Ser director de programación es un sueño hecho realidad, al que pocos acceden. Pero no me creo poderoso, porque si lo hacés, te estancás creyendo ser un sabelotodo. A mí no me interesa el poder por el poder mismo. No tengo ambiciones desmedidas. Me interesa ocupar este rol para pelearle al sistema desde adentro, tratar de darle posibilidades a gente nueva, romper el mito de que si no tenés una gran productora detrás no podés jugar. Lo peor que le puede pasar a un programador es creerse poderoso. El poder yo lo siento como posibilidad de hacer cosas. Si se lo entiende de esa manera, es muy placentero. Hay que mantenerse aislado del circo televisivo. Prestarle atención a la cosmética televisiva te hace descuidar los contenidos.
–¿Cómo evalúa que en un medio conservador, en el que había una asociación muy fuerte entre animadores y pantallas, se hayan dado tantos pases televisivos?
–Es lógico. Estamos viviendo un reacomodamiento de las piezas televisivas. No sé si es parte de la madurez de la industria, sino más bien del proceso natural del modelo televisivo actual. Cada uno está buscando su lugar. La TV de hoy es muy competitiva, gravemente competitiva: hay cinco canales y el mercado publicitario sólo resiste para dos canales. Hay dos canales concursados. En este país, hay más programas piloto hechos que horas posibles de programación. Los pases de este año dinamizaron la televisión, que estaba aburguesada entre dos canales. Incluso, muchos auguraban que este año Telefé se iba a caer...
–Se lo ve muy a la defensiva. ¿Cree que, de la misma forma que a comienzos de año Marcelo Tinelli habló de un complot en su contra, el nuevo escenario ubica a Telefé como “víctima”?
–Lo que veo es que cuando Telefé hace algo bien, no es noticia; pero cuando hay algún problema, es tema de debate. Cuando uno es líder, siempre está en el ojo de la tormenta. Telefé es como Boca. Pero no me quejo, no estoy a la defensiva. Estoy motivado para enfrentar el 2006 con lo mejor que tenemos.
–¿Cree que la gente está conforme con la TV actual? ¿O el público consume lo que hay, pero no lo que realmente desearía ver?
–El lugar más democrático que ha quedado en la sociedad moderna actual es el espacio formado por el sillón, el control remoto y el televisor. Si al televidente no le gusta lo que ve, aprieta un botoncito y chau. Eso no se puede hacer ni con los políticos de listas sábana ni con los jefes: sólo la TV te da libertad de elección real. En este mundo homogeneizado en términos de ofertas culturales, tomar conciencia de que el vestigio de libertad está circunscripto a la televisión es decepcionante para nuestro presente y futuro.
–Usted es muy crítico de la televisión, pero dirige el canal líder de audiencia. ¿No es una contradicción?
–En países emergentes o periféricos como el nuestro, donde la clase media dejó de ser sumamente ilustrada porque la educación pública fue abandonada por los distintos gobiernos, se generó una audiencia, una sociedad que demanda ciertos tipos de contenidos. En este contexto social, como responsable de contenidos de un canal mainstream, siento una responsabilidad extra, pero la TV no fue creada para eso. La TV no puede ocupar el lugar de las instituciones, no puede suplir al Estado. A la TV se la critica injustamente. La TV no va a reconstruir la sociedad. La TV es un espejo deformado de la sociedad. El día que la TV construya la sociedad, fuimos. En la TV no entra la realidad: en todo caso trabaja con una realidad mediatizada. Hay que entender eso. El problema es que al haber descuidado tanto la educación, mucha gente no logra entender esa convención y cae en el error de confundir TV y realidad.
–¿No cree que la competencia feroz que se dio en los últimos años empeoró el nivel de calidad televisiva?
–La competencia no es mala. Como se entiende en la Argentina, lamentablemente la competencia pudo haber atentado contra la calidad. En vez de hacer que la competencia genere un mayor esfuerzo para hacer contenidos atractivos, muchas veces la discusión se reduce a la competencia entre personas o pantallas, en el quién le ganó a quién. Desde ese aspecto, la competencia no es buena. Que Telefé cortos sea visto por casi 2 millones de personas nos hace sentir que algo hicimos para que la calidad televisiva mejore y abra nuevos rumbos. Pero tampoco voy a renegar de un producto que a mí no me guste y que la gente vea, porque nuestro principio básico es nunca subestimar a la audiencia.
–¿Son más los programas de Telefé que le gustan que los que no?
–Son muchos más los que me gustan. Pero tampoco puedo ser imparcial, porque estoy involucrado con los proyectos y sé del esfuerzo que hay detrás. Eso sí: de los que no me gustan siempre hay algo que me atrae.
–Históricamente, Telefé fue un canal de figuras. Ultimamente, sobre todo con la salida de Marcelo Tinelli, esa concepción parece haber variado. ¿Se busca intencionadamente virar hacia una pantalla que descanse en programas y no tanto en figuras?
–Yo creo en las figuras. Pero creo que las figuras tienen que estar en función del contenido y el contenido en función de las figuras. Creo que los éxitos no se compran, se generan. A veces es más cómodo erogar grandes sumas de dinero en figuras, porque te alivian el laburo, ya que arrastran mucho público. Confío en el concepto de las figuras para la televisión. Pero no creo que un canal pueda depender de una figura porque se trata de una estrategia muy endeble.
–¿Como le pasó a Canal 9?
–...
–Se dio cuenta de que, en dos horas de charla, no nombró a ninguna figura...
–No hablo de figuras que no son del canal, porque particularmente no quiero entrar en esta absurda contienda mediática, en este campeonato de egos que parecería ser la TV. Como a mí no me gusta que hablen de mí, tampoco yo hablo del resto. Tengo respeto profesional por los otros colegas. Esa fue una enseñanza de mi papá (Sergio, periodista). Para mí, no es ético que yo opine de lo que hace Adrián Suar o Marcelo Tinelli. No soy el gurú de nada ni me siento un sabelotodo. No me siento con el derecho de opinar de nadie. No soy una deidad sentado en un pupitre. Nosotros nos concentramos en el contenido.
–¿Por eso el canal no sufrió tanto la ida de Tinelli?
–Creo que había armado una muy buena programación, muy coherente a la situación competitiva que se dio entre los tres canales. Nos fue bien a nosotros y también a él. Nosotros estamos muy contentos con el resultado.
–¿Podría volver a trabajar junto a Tinelli?
–Lamentablemente, la vida nos condujo por caminos diferentes.

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