La 80陋 edici贸n de los premios Oscar fue, vista por TV y desde este lado del mundo, una de las ceremonias m谩s aburridas que se recuerden. Sobran los motivos: la ceremonia en la Argentina comenz贸 cerca de la medianoche 鈥揹ebido al cambio del huso horario鈥 y termin贸 bien entrada la madrugada; la huelga de guionistas se hizo evidente en los clips que la Academia suele editar para atraer a la audiencia y, a medida que el sue帽o se convert铆a en el peor enemigo del espectador, los nombres de los ganadores se hicieron cada vez m谩s previsibles, sin misterio por develar que ayudara a mantenerse en vilo. Adem谩s, el doblaje en espa帽ol simult谩neo que implement贸 la se帽al TNT no ayudaba en nada a quienes entend铆an ingl茅s ni a los noct谩mbulos hispanoparlantes.
Para los primeros, la superposici贸n del doblaje de la dupla de traductores contratados dificult贸 la escucha de la ceremonia en su idioma original. Para los segundos, la entrecortada traducci贸n 鈥搃ncapaz de conjugar sujeto y predicado, mucho menos tiempos verbales鈥 volv铆a incomprensible los discursos y comentarios. Para ambos, la voz gangosa del locutor hac铆a imposible seguir la ceremonia sin cabecear en el intento. Para colmo de males, no hubo en los discursos referencias pol铆ticas ni reivindicaciones sociales de ning煤n tenor. Para las estrellas de Hollywood, ninguno de los males del mundo es tan importante como para empa帽ar una ceremonia cuyo 煤nico objetivo es la autocelebraci贸n y que la rueda millonaria contin煤e su curso. Incluso llam贸 la atenci贸n que ninguno de los ganadores haya hecho menci贸n a la huelga de guionistas que paraliz贸 a la industria durante casi cien d铆as, ocasion贸 p茅rdidas millonarias para la industria y amenaz贸 con la suspensi贸n de la gala.
Apenas Jon Stewart, avalado por los discursos escritos a las apuradas por los mismos guionistas, en su impecable rol de maestro de ceremonias pol铆ticamente incorrecto, se anim贸 a hacer alg煤n chiste sobre el conflicto entre los escritores y los productores. 鈥淰anity Fair suspendi贸 su tradicional fiesta en solidaridad con los guionistas... Ser铆a bueno que muestren respeto invit谩ndolos alguna vez鈥, dispar贸 el presentador. Los clips hist贸ricos recordando antiguos ganadores del Oscar, dada la fecha redonda de los premios, adem谩s de recordar viejos ganadores pol茅micos, lejos estuvieron de sumar atractivos a la televisaci贸n.
La previa tampoco ayud贸 a sobrellevar amigablemente la trasnoche frente al televisor. No porque los Pre-show de E! Entertainment Televisi贸n y TNT no hayan sido lo suficientemente producidos. M谩s bien el hast铆o fue invadiendo la mente de los televidentes ante la exagerada programaci贸n especial que E! prepar贸 como antesala. Desde las 15, el canal del espect谩culo de Hollywood en Latinoam茅rica mantuvo al aire una cuenta regresiva en la que se repasaron los detalles de la organizaci贸n de la fiesta en el teatro Kodak de Los Angeles y la manera en que las celebridades se prepararon para la velada. La opini贸n de 鈥渃r铆ticos y expertos鈥, en este caso, no hac铆a foco en el aspecto art铆stico, sino que posaba su mirada en el vestuario, los accesorios y las compa帽铆as con los que iban a concurrir los nominados, en clara demostraci贸n de que el glamour y la apariencia es m谩s importante que los films que se premian. De hecho, el countdown del ciclo de E! no se orient贸 hacia la ceremonia, sino que estaba fijada al comienzo de la pasarela de vanidades y egos que representa el ingreso a todo premio. El t铆tulo del ciclo era bien claro: Countdown to the Red Carpet (鈥淐uenta regresiva a la carpeta roja鈥).
As铆, mientras la frivolidad inundaba la pantalla de E!, el Pre-show de TNT, en cambio, le devolvi贸 al cin茅filo algo de respiro ante tanta celebraci贸n de la moda (eso s铆: producida con im谩genes de archivo, y modistos y dise帽adores de primer nivel dando su testimonio). La experiencia y conocimiento del cr铆tico argentino Axel Kuschevatsky trajo al espectador la confirmaci贸n de que se estaba en el preludio de la ceremonia m谩s importante del cine mundial y no ante un desfile de moda en el centro de Nueva York. Con informaci贸n sobre las pel铆culas y entrevistas id贸neas a los artistas en la alfombra roja, el periodista logr贸 que hasta las mismas estrellas se sorprendieran. Incluso su coequiper, la periodista Ana Mar铆a Montero, no pudo contener su admiraci贸n ante los conocimientos de Kuschevatsky. 鈥淭煤 s铆 que sabes cosas. 隆Qu茅 bueno tenerte!鈥, le se帽al贸 sobre su cobertura. 鈥淰aya a saber qu茅 se le ocurre a Axel en los pr贸ximos cinco minutos鈥, ironiz贸 la periodista de la CNN luego, ante la mirada at贸nita del periodista, cuya 煤nica f贸rmula era llevarle a la audiencia la filmograf铆a de quienes entrevistaba.
Esta vez ni la Academia de Hollywood ni la impecable televisaci贸n de la ABC para todo el mundo tuvieron que recurrir a mecanismo de censura alguno. Pero tampoco 茅sa fue una buena noticia: no es que los organizadores dejaran de lado el control de lo que se dec铆a, sino que, en realidad, no fue necesaria su implementaci贸n. Nadie dijo nada. Michael Moore, sentado en la platea, se habr谩 quedado con las ganas: ya no de ganar nuevamente un Oscar, sino de decir algo y despertar la atenci贸n de los estoicos son谩mbulos que a煤n sintonizaban la ceremonia y del star system de Hollywood, que otra vez volvi贸 a demostrar su miop铆a social. El show debe continuar.
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