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Miércoles, 9 de noviembre de 2005
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CRONICA DEL ULTIMO PROGRAMA DE MARADONA EN EL LUNA PARK

Nacimiento de una religión

La despedida de La Noche del Diez permitió sentir la fuerza de un nuevo culto: Diego se llevó halagos y temas dedicados de la Bersuit, Los Ratones y Los Piojos. El mensaje fue: ¡Sos Dios!

Por Julián Gorodischer
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Maradona, el héroe número 1 de la televisión argentina.
La masa de 200 productores, de remera negra con la leyenda “Yo amo Argentina” by Ona Saez, se desliza como un séquito, pero sólo dos de ellos parecen autorizados para hablar al Dios: Pablo Codevila, segundo de Adrián Suar en Canal 13, y Fernando, el novio de Dalmita. El Luna Park es definido como “un templo... cuna de campeones... máximo estudio de TV de Sudamérica”, con esa desmesura que es el tono medio de la velada de cierre de La Noche del Diez. Cinco mil personas se reunieron para despedir a Diego Maradona, como en un templo lleno de devotos divididos según castas: decolorados con tatuajes en el brazo izquierdo (¿responden a una imposición mística?), piropeadores que desean vida eterna al Dios, cazadores de firmitas para el libro Yo soy el Diego de la gente –de Cherquis Bialo–, patovicas de luxe de la firma Prosegur pero con modales, traje y protocolo. Y discutidores que se empeñan en seguir parados a pesar de la directiva de la promotora modelo empleada pública de Gasalla: “¡Abajo!, ¡Atrás!”, gritan las jirafas sin suerte.
Los shoppings de la cadena Los Altos proveyeron sus tickets a los fans, y ahora mismo Dios se empeña en definir a la escena del Luna como una Argentina revisada. Sobran banderas, muchas estampadas con la cara del Che; se ve un numerito de tango for export, se escucha la diatriba de la Bersuit Vergarabat a tono con el país sintetizado: “Terminemos con esto, Diego presidente, Dios argentino... –arenga, eufórico, el Pelado Cordera–. ¡Son todos una manga de ladrones!”. Más, más más: esto no puede bajar: ¡sería un peligro! Entonces todo es exaltación, y la gente grita su versito sobre brasileños amargados, o un Diego siempre más grande que Pelé. La voz en off insiste en que “la noche se va llenando de sentimiento y emoción”; es la oda a la emocionalidad, condensada en el minuto en que Dalma acaricia la mejilla de una niña discapacitada de la primera fila, o cuando Doña Tota derrama su lágrima o Don Diego contesta amablemente que no a un pedido de entrevista... Mucho más cuando Diego dona los 800 mil recaudados por la venta de pinturas con su retrato versionado (el mejor tasado fue el del grupo Mondongo, a 170 mil) a fundaciones... Los más excitados suben volumen y euforia a medida que se suceden los símbolos patrios: la foto ampliada del pibe recién salido de Fiorito, Dios metiendo el gol en México ’86, porristas vestidas de celeste y blanco, el marco propicio para alentar al “orgullo de todos nosotros”. La ceremonia dio frutos: 26,5 de rating promedio, tandas de más de diez minutos en las cuales cada segundo se cotizó a 2400 pesos, la continuidad asegurada para 2006 en caso de que Diego se digne a decir que sí. Por ahora se limitó a una frase a tono con su jerarquía: “Hasta que Dios lo quiera”.
En la Hora 1, el ballet estable se compone de unos extraterrestres de aluminio, como roscas tubulares salidas de La guerra de dos mundos. Terminan su danza de monstruo, para que Diego anuncie el siguiente número vivo, hoy que la cita reformula su estructura habitual de living de invitados para dar con un continuado de tipo circense, definido por una princesa judía de Belgrano como “lo más parecido a un Bar Mitzvá”. Los Bersuit se empeñan en introducir una leve resistencia entre los grouppies deportivos al grito de “Argentina se la banca contra el ALCA”, y Diego lo retoma para acallar el silbido que protesta contra la participación de una chica (en el tiro del penal) que había sido designada de antemano. “Acá no hay arreglo posible –dice Dios–; a mi casa no vienen los políticos a ganar votos.” El culto al Dios no excluye a los técnicos, que se presentan como empleados de McDonald’s atribulados, y dicen en la pantalla gigante que fueron los mejores sonidistas, los mejores iluminadores para estar a la altura de su brillo, hasta que –envalentonado– uno de Aptra adelanta que se viene el Martín Fierro a Maradona como Revelación. Ahora la masa de productores-hormiga lo lleva hasta el escenario de la Bersuit donde Dios aparece en pijama; después estará con los Ratones y con Los Piojos, apoyando canciones que se le dedican, alentando a corear su propio nombre. En la Hora 2, María, de Lanús, se queja de que ninguna de las mujeres que patearon el penal, en los trece envíos, haya metido un gol, y Dios se entrevista con Fidel en el segundo capítulo de una conversación de íntimos.
Dios: –¿Cómo ve a la Argentina, comandante?
Fidel: –Mejor que antes... Libró una batalla que despierta admiración contra la famosa deuda pública. Esta es la batalla de las ideas, no de las armas. El orden social impuesto por el imperio en el FMI obliga a la devaluación constante; el dinero tiene que fugarse.
Sin un minuto para perder después de un largo discurso, cuando ya Diego se calzó la casaca de Fidel, vuelve la euforia; Dios lee su carta al público y le agradece por haberle prestado las piernas cuando le cortaron las suyas (sic), y dice que no escribe con la mano de Dios sino con la del tipo de Fiorito, y repite que hace un año y medio estaba muerto y ahora está aquí, festejando, y la ovación es cada vez más grande: una nenita llora por el aturdimiento. Y en el pico de emoción, con serpentina cayendo, pequeñas explosiones resonando, ingresa Mike Tyson, doblemente condenado por violación, sospechado de participar en otras cinco, y Dios le dice que lo admira “por voltear tan rápido a los muñecos” y después le avisa que lo van a recordar por sus nocauts y no “por otras cosas”.
Mike Tyson: –Somos gente buena, aunque digan que somos algo excéntricos.... ¡Que se vayan todos a la mierda! Nosotros luchamos, hicimos cosas que nunca soñamos que íbamos a hacer. Tengo que esconderme para fumar, y yo quiero hacerlo en la parada de colectivo...
Ya en la puerta del camarín de Dios, al que se accede por amabilidad de una cronista estrella que lo facilita, se sabe que Maradona está tomando champagne, como única excepción a la dieta de puré y café negro que exige su cinturón gástrico. Se escucha un rumor: el que se ganó el auto, esta noche, es el dueño de Casinos Victoria, de Entre Ríos, el mismo que más pinturas compró en la subasta, y algún desconfiado se muestra suspicaz. “Igual lo donó”, se escucha de un tercero. Dios se llevará los sillones con su rostro estampado como regalo de Canal 13, y ahora vendrán cuatro lunes especiales, desde el 21 de noviembre, con el back stage, la intimidad, las perlitas de cada Noche del Diez, explotando por un mes los llantos y los bloopers. Volverán a verse ídolos argentinos devenidos en fans como Susana, Mirtha y Marcelo, unidos por el piropeo, la cordialidad, y la reconfirmación del rango, como cuando el mismísimo Charly abandonó cualquier divismo para dedicar a Dios su tema... Rezo por vos.

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