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Viernes, 18 de julio de 2008
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PAT GARRETT Y BILLY THE KID Y PISTOLEROS AL ATARDECER, DE SAM PECKINPAH

Dos westerns crepusculares

El lanzamiento simultáneo, por el sello AVH, de estos dos clásicos del autor de La pandilla salvaje, permite establecer un juego de reflejos y refracciones mutuas, que tiene como eje en común un viejo Oeste en vías de desaparición.

Por Horacio Bernades
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Es una de las más encumbradas películas malditas de su autor, hay quienes la consideran uno de los títulos capitales del cine estadounidense de los ’70, cuenta con una de las bandas de sonido más célebres de todos los tiempos –a cargo de Bob Dylan– y por aquí, desde su estreno, las posibilidades de reverla habían sido entre escasas y nulas. Por todas esas razones, la edición de Pat Garrett y Billy the Kid que AVH lanzó hace pocas semanas no puede considerarse menos que un acontecimiento. Acontecimiento disminuido si se la compara con la edición doble original, lanzada en Estados Unidos un par de años atrás. Pero reforzado por el lanzamiento, en simultáneo y a cargo del mismo sello, de Pistoleros al atardecer, western de los comienzos de Sam Peckinpah, con el que Pat Garrett establece un juego de reflejos y refracciones mutuas.

Los problemas de Peckinpah con los productores se remontan prácticamente a los inicios de su carrera. Más precisamente, a su tercera película, Juramento de venganza (Major Dundee, 1965), filmada a continuación de Pistoleros al atardecer (Ride the High Country, 1962) y primero de sus films brutalmente cortado y remontado. El resultado fue el muñón de lo que debió haber sido una película. Enseguida, una seguidilla tan legendaria como exitosa (La pandilla salvaje, La balada del desierto, Los perros de paja, La fuga) dio respiro a Pe-ckinpah, acrecentando su fama de cineasta–artista y permitiéndole desafiar a los representantes de la industria con bravuconadas, borracheras y camorras. A mediados de 1972, tras una serie de producciones para sellos chicos, Peckinpah volvió a la Metro para filmar la que iba a ser su despedida del western, proyecto largamente soñado, que llevaría por título Pat Garrett and Billy the Kid.

Durante el rodaje, Peckinpah podía caer semidesmayado por las noches y no salir de su caravana hasta el siguiente atardecer. Los roces con los productores se hicieron cada vez más frecuentes y el realizador terminó abandonando la película en fase de montaje. Lo que se estrenó, a mediados de 1973, fue un corte de la Metro, del que su autor jamás se hizo cargo. Aquí se impone otro corte, esta vez en el relato y seguido de dos flashforwards. El primero lleva hasta 1988, cuando los representantes de un canal de televisión encuentran, en casa de Peckinpah y unos años después de su muerte, un corte alternativo de Pat Garrett, no necesariamente definitivo. Tenía 15 minutos más y cambios significativos respecto de la copia de estreno. El segundo flash-forward lleva hasta 2005, cuando un grupo de especialistas da a luz una tercera versión de la película, de duración intermedia entre las anteriores.

Esta última es la que AVH viene de editar, acompañada de un comentario en off (sin opción de subtitulado) a cargo de los restauradores. Falta la versión ’88, que en Estados Unidos se incluyó en un segundo disco y aquí brilla por su ausencia. Si Pistoleros al atardecer narraba la amistad entre dos cowboys geriátricos, en tiempos en que el viejo Oeste en pleno daba señales de desaparición, Pat Garrett y Billy the Kid vuelve sobre esos mismos años, para darle un cierre amargo y melancólico al género en su conjunto.

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