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Viernes, 25 de julio de 2008
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KIRIKOU Y LAS BESTIAS SALVAJES, DE MICHEL OCELOT

Cuentos de la selva (africana)

Como en la estupenda Kirikou y la hechicera, con la que el realizador y animador francés se dio a conocer una década atrás, en esta segunda aventura del personaje todas las geografías y faunas africanas se despliegan ante el espectador.

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La sencillez es la dominante, en términos de relato como de diseño visual.

A fines de la década pasada el cine francés pisó firme en el mundo de la animación, gracias a una película que recorrió festivales, estrenándose, con muy buena repercusión, en las principales capitales internacionales. Se trataba de Kirikou y la hechicera, ópera prima en el largometraje de Michel Ocelot, que no sólo transcurría en Africa sino que –manifestación animada de la corrección política de la época– estaba enteramente construida en base a modelos culturales propios de ese continente, desde la plástica y composición visual hasta la misma forma del relato. Sin excluir, claro, la música aportada por ese icono de la World Music que es el senegalés Youssou N’Dour. Ahora, Ocelot retoma las aventuras de su personaje más famoso en Kirikou y las bestias salvajes, que, a los tres años de producida, en Argentina acaban de editar conjuntamente, en DVD, los sellos Z Films e Impacto DVD.

Nuevamente, Ocelot y la correalizadora Bénédicte Gallup presentan el cuento en el marco de un relato oral, modo en el que desde tiempos inmemoriales han circulado las narraciones tribales. Dirigiéndose directamente al espectador, el abuelo del pequeño Kirikou recuerda su aventura anterior, cuando el niño logró traer el agua a su aldea, e introduce la nueva fábula. La alegría de los pobladores ante las fuentes de riego dura poco: esa misma noche una hiena arrasa con las huertas, destruyendo los primeros cultivos. Una vez más, detrás de ello anda la hechicera Karaba, encarnación animada de una mascarilla de arcilla, a la que el niño de pies ligeros volverá a enfrentar, a fuerza de pura astucia. Pies ligeros y astucia: el siempre desnudo Kirikou parecería un pequeño Aquiles del Africa Ecuatorial, exaltando antes la inteligencia y espíritu de grupo que el heroísmo físico, manía que las películas de animación producidas del otro lado del Atlántico parecerían no poder dejar de repetir.

Como en Kirikou y la hechicera (que cuenta con edición local en DVD), la sencillez es la dominante, tanto en términos de relato como de diseño visual. Todas las geografías africanas se despliegan ante el espectador, en un radio de pocos kilómetros. Selvas, sabanas, ríos, lagos, cañadones –y una montaña nevada que tal vez sea el Kilimanjaro– fomentan el despliegue de una exuberante paleta de colores, que tanto recuerda las noches color cobalto y junglas esmeralda del aduanero Rousseau, como las praderas y soles calcinantes de Hatari. Antes que las bestias del título (reducidas a una hiena y poco más; a menos que se le dé el nombre de bestias a una jirafa o una ardilla), los villanos de turno son los fetiches que Karaba controla a distancia, cuya falta de seso compensa lo que le sobra al héroe. Una buena cantidad de festejos tribales da pie a la música compuesta por el también eminente Manu Dibango, quedando las canciones a cargo de Rokia Traoré y, una vez más, monsieur N’Dour. La edición local se presenta doblada al español o en francés, en este último caso lamentablemente sin subtítulos.

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