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Sábado, 28 de febrero de 2009
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Angus, tangas y besos pegajosos, de Gurinder Chadha

¿Se puede ser feliz a los 14?

Versión adolescente de lo que los sajones llaman chick flics (algo así como “pelis de minas”), la comedia de Gurinder Chadha observa los rituales ultracodificados del género y la edad sin burla ni condescendencia, sino con una empatía cómplice.

Por Horacio Bernades
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Los juegos de palabras circulan entre las chicas como clave de pertenencia.

Si una película sobre adolescentes huele a espíritu adolescente, algo auténtico hay en ella. Especialista en eso es Gus Van Sant, que capta como nadie el angst de la edad. Otras, por el contrario, sintonizan la energía teenager, desde Dazed and Confused hasta Escuela de rock, pasando por Ni idea. A este último lote podría sumarse Angus, tangas y besos pegajosos, coproducción británico-estadounidense presentada el año pasado por el sello Ni-ckelodeon, que aquí acaba de lanzar AVH. Ubicada en Eastbourne, sur de Inglaterra, está basada en una serie de novelitas para chicas y la dirige Gurinder Chadha, nativa de Kenia y radicada en Inglaterra, que un lustro atrás había tenido un considerable éxito con Bend it Like Beckham, otra muestra del rubro teen chick flic.

La película es, efectivamente, una versión adolescente de lo que los sajones llaman chick flics (algo así como “pelis de minas”), género que pretende desplegar “el universo femenino” a través de mujeres de edades, orígenes, intereses y etnias diversas. ¿Ejemplos? Montones, desde Tomates verdes fritos hasta Sex and the City, incluyendo las inminentes Simplemente no te quiere (se estrena el 5 de marzo), Sabor a miel (el 12) y Por siempre amigas (el 19). Producto en pleno auge, la chick flic navega entre la sociología y la autoayuda, sosteniéndose en la reproducción de estereotipos femeninos que se suponen “representativos”. Pero hay chick flics mucho más rescatables, incluyendo algunas de Almodóvar (notoriamente, Mujeres al borde...) y hasta Thelma & Louise. A propósito, buena parte del interés de la de recién estrenada A prueba de muerte reside en la forma en que Tarantino hace chocar tópicos del género (el grupo y la camaradería femeninas, la charla abundante, la circulación del deseo), contra otros propios “de hombres” (las películas de asesinos seriales, las de carreras de autos).

“¿Que disfrute de los 14 años? ¿Cómo se te ocurre semejante tontería?”, se indigna Georgia con su padre, que acaba de hacerle esa sugerencia. Acomplejada con su aspecto, envidiosa de sus compañeras de cole tan espigadas (y tetonas) como top models, uno de los juegos que Georgia practica con su grupo de amigas consiste en ponerse puntaje, en unos formularios impresos especialmente. “¿4 y 1/2? ¿Quién le puso 4 y 1/2 a mi nariz?”, se enfurece la chica, y las otras tres miran para otro lado. En esos jueguitos andan Georgia y sus amigas, cuando al cole llegan dos chicos nuevos, a los que perseguirán implacablemente, corriendo el riesgo de la burla y el ridículo. El gran acierto de la realizadora es el mismo que el de Amy Heckerling en Ni idea, al observar esos rituales ultracodificados no con burla o condescendencia. Curiosa y divertida, Chadha parece, detrás de la cámara, una más del grupo.

También como en la película de Heckerling, las fórmulas verbales inventadas, neologismos hipercreativos, juegos de palabras circulan entre las chicas como clave de pertenencia. “Es evidente que la mina nació en Vulgaria”, chismosean de una posible competidora. Lamentablemente, esa jerga se extravía casi por completo en el subtitulado al castellano, recomendándose a los que puedan hacerlo recurrir al subtitulado en inglés, para no quedarse afuera. Esencial en toda buena película con adolescentes, no falta en Angus, tangas... algún colorido freak. En este caso, un besólogo que imparte en su casa, con envarada seriedad, húmedas sesiones de media hora, que incluyen música ad hoc y un counter. “Saliva Boy”, pasan a llamarlo las chicas de ahí en más.

Lamentablemente, a partir del momento en que los chicos lindos empiezan a darles bola a la protagonista y su amiga, el burbujeo se va diluyendo, en la medida en que la película se ocupa de cumplir, una a una, todas las fantasías adolescentes habidas y por haber. Toda esa última parte de Angus, tangas... confirma la sospecha inducida por la exitosa Slumdog Millionaire: la de que el cuento de hadas ha pasado a ser el eufemismo con que actualmente se barniza la venta de satisfacción al menudeo.

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