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Sábado, 21 de marzo de 2009
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El rescate de la filmografía de Jean Vigo

Toda una obra en un solo disco

El francés murió en 1934 a los 29 años, dejando apenas un corto, dos mediometrajes y un largo. Criado en un internado, plasmó esa experiencia en Cero en conducta. Otro de sus films, L’Atalante, combina realismo, sentido plástico y lirismo poético.

Por Horacio Bernades
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En menos de tres horas se puede ver todo lo que filmó Vigo, como L’Atalante.

“Obras completas de Jean Vigo”, se lee en la carátula. ¿Se trata acaso de una de esas cajotas enormes, que contienen toda una obra en media docena o una docena entera de discos? No, es una cajita común y corriente, con sólo un disco adentro, y una duración total de menos de tres horas. Es que la obra de Jean Vigo es reducidísima: nacido en 1905, el hombre murió a los 29 años, dejando apenas un corto, dos mediometrajes y un largo. En copias restauradas, ése es el contenido de esta edición del sello Epoca, que puede conseguirse en casas de venta de DVD, sobre todo de la zona de Corrientes y Callao. Cineasta juvenil por antonomasia, no es raro que en Francia el premio que se entrega a los realizadores debutantes lleve su nombre. Exagerando un poco, podría suponerse que, lo sepa o no, no hay cineasta joven que no lleve en él algo de Jean Vigo.

Hijo de un anarquista catalán que murió en prisión, la mamá lo abandonó poco después, por lo cual el pequeño Jean deambuló por varios internados. Experiencia que más tarde volcaría en Cero en conducta (1930), una de sus dos obras de ficción. Señalaba François Truffaut que, a diferencia de la mayoría de sus colegas del cine mudo –que solían ir a parar al cine por casualidad–, Jean Vigo fue uno de los primeros cineastas vocacionales. Como más tarde para el propio Truffaut, que tuvo una infancia parecida (de allí que Los 400 golpes le deba tanto a Cero en conducta), el mundo del cine debe haber representado para este niño de internado la salvación lisa y llana. Mandaba cartas a los estudios, ofreciéndose para “atarles los zapatos a las actrices”.

No hizo falta. Vigo se inició a la manera de Claude Chabrol: pidiéndole plata al suegro. En 1930 –al mismo tiempo que otro anarco, Luis Buñuel, conseguía francos de un magnate para filmar La edad de oro– logró completar el mediometraje mudo A propósito de Niza, en el que confronta imágenes de turistas ricos con las de la gente del lugar. Daba cuenta, así, de la coexistencia de dos esferas antitéticas. Algo debía haber en el agua que lo fascinaba, ya que de Niza Vigo se fue directo a un natatorio parisiense, para filmar el cortometraje La natación. Como el título sugiere, se trata de una suerte de folleto fílmico, donde el campeón Jean Taris enseña a nadar en 10 minutos. Pero la cámara filma la combinación de cuerpo y agua de un modo más estético que didáctico, anticipando los éxtasis suba-cuáticos de L’Atalante.

Antes de L’Atalante, su primera película con sonido sincrónico fue el mediometraje Cero en conducta, suerte de comedia picaresca de internado, vista del lado de los revoltosos y llena de detalles chuscos. Algunos de los concurrentes a una fiesta escolar, por ejemplo, son muñecos. Literalmente. El director del instituto es... ¡un enano, de barba larga y voz finita! Hay una típica escena de éxtasis, entre plástico y subversivo, con una densa lluvia de plumas en ralenti –producto de unas almohadas cuidadosamente destrozadas– inundando un dormitorio escolar. De Cero en conducta sacó Lindsay Anderson el clímax de If..., cuando el grupo de alumnos insurrectos dispara sobre las autoridades. Prohibida en Francia, hubo que esperar hasta la Liberación para su estreno.

Película de navegación matrimonial, a media agua entre la comedia y el melodrama amoroso, L’Atalante combina, de modo no tan infrecuente en el cine francés de la época, realismo, sentido plástico y lirismo poético. A modo de luna de miel, el joven dueño de un barco lleva a su esposa de paseo, a través del Sena. Una vez más, Vigo presta atención a las excentricidades (en este caso, las del viejo piloto que encarna Michel Simon) y se entrega a éxtasis visuales: la novia se pasea por cubierta a la noche, con el vestido nupcial, como si fuera un fantasma; los amantes separados tienen un orgasmo a distancia; el novio, desesperado, cree ver a su mujer bajo el agua, flotando como una medusa. Jean Vigo murió de tuberculosis el 5 de octubre de 1934, un mes después del estreno de L’Atalante. Fue en tierra, lejos del agua.

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