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Sábado, 6 de junio de 2009
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Las dos primeras temporadas de 30 Rock

La TV, espacio disfuncional

Las mismas características de la serie creada y protagonizada por Tina Fey hacen que difícilmente eluda el lugar de culto. Eso no la hace menos disfrutable, sino quizá lo contrario: un vistazo a las peores psicosis detrás de las cámaras.

Por Horacio Bernades
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El elenco incluye a un Alec Baldwin que parece haber nacido para esto.

Para algunos, 30 Rock es la mejor sitcom de la televisión post-Seinfeld. Son los menos. A diferencia de su antecesora, la serie creada por la gran Tina Fey (en Argentina la emite el canal Sony) no logró superar, por el momento, el reducido círculo del consumo de culto. Razón de más para valorar la oportunidad que la edición en DVD de sus dos primeras temporadas les da a potenciales afiliados al club de seguidores. Club que de todos modos nunca será demasiado grande. Es que el estilo del programa es demasiado loco, demasiado veloz, demasiado desinteresado de ajustarse a las demandas del televidente medio, como para pretender algún grado de masividad. El mes pasado AVH editó los 15 episodios de la primera temporada. Ahora acaba de hacer lo propio con la segunda, originalmente emitida de octubre de 2007 a mayo de 2008. E iniciada con la presencia del mismísimo Jerry Seinfeld, decidido a matar a alguien.

Ya se sabe por qué 30 Rock: porque 30 Rockefeller Plaza es la dirección de los estudios NBC, en Nueva York. Y allí es donde transcurre 30 Rock. Retomando aquella idea de Seinfeld, cuando Jerry y George Costanza presentaban a unos ejecutivos de televisión el proyecto de una serie llamada Seinfeld, también 30 Rock se entrega a las delicias de la puesta en abismo. En la serie, creada por la graduada de Saturday Night Live Tina Fey, ésta, que supo ser jefa de guionistas de aquel programa mítico, interpreta el papel de Liz Lemon, que es... jefa de guionistas de una sitcom emitida por la NBC. La sitcom se llama The Girlie Show, y es malísima. Para levantar un poco el rating, el ejecutivo a cargo del programa, Jack Donaghy (Alec Baldwin, cuya carrera entera puede verse, ahora, como una larga preparación para llegar hasta aquí), obliga a Liz a incorporar al show al morocho Tracy Jordan (Tracy Morgan, en un juego de nombres que equivale a darle a Angelina Jolie un papel llamado, por ejemplo, Albertina Marie). Flamante megaestrella, gracias a un éxito tan súbito como poco duradero, Jordan es una explosiva mezcla de nuevo rico hiperdilapidador y fiestero, paranoico grave y analfabeto absoluto, siempre pasadísimo de revoluciones.

Claro que Tracy Jordan no es la única piedra en el zapato de la intelectualmente brillante Liz Lemon, cuya vida, fuera del trabajo, deja bastante que desear. Modelo acabado de ejecutivo post-reaganiano, no es un dato menor que Donaghy dirija, al mismo tiempo que la división Entretenimiento de la cadena, el programa de desarrollo de microondas de la General Electric, integrante del mismo grupo económico que la NBC. Donaghy impone, como estrategia para levantar el rating de The Girlie Show, el “principio tricalórico”, que aplicó alguna vez a los hornos hogareños. Donaghy es, además, un tipo enfermizamente inseguro y posesivo, capaz de pedirle a su subordinada consejos sobre cualquier estupidez, así como de volverla loca con cada uno de sus pretendientes. Pretendientes que le duran tan poco como a Elaine Benes, el personaje que Julia Louis-Dreyfus hacía en Seinfeld.

Hablando de Seinfeld, ¿cómo es eso de que Jerry quiere matar a alguien, en el primer episodio de la segunda temporada de 30 Rock? Es que la última gran idea de Donaghy lleva el nombre de Seinfeld–Vision y consiste en capturar la imagen del showman, de algún episodio de la serie, encajándola después en cualquier soap opera, un talk show o un reality. A lo largo de esta segunda temporada (que lamentablemente se presenta pelada de extras), Donaghy luchará a brazo partido para suceder a su jefe (su rival es el genial Will Arnett, haciendo no de gay, sino de recontragay en el closet), el increíble Kenneth (especie de querubín idiota, mensajero del canal) trastornará a Arnett, Liz saldrá con un delivery boy que podría ser su hijo, el inenarrable Frank (especie de proto-Homero Simpson, pero más gordo, sucio y desprolijo) asegurará haberse vuelto gay por culpa de aquel mismo delivery boy y el republicanísimo Donaghy deberá mantener en secreto su relación con una congresista demócrata (Edie Falco, Carmela Soprano in person).

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