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Sábado, 18 de julio de 2009
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La novia del cabello blanco

Hong Kong beat

Pastiche de leyenda popular, tragedia romántica y film de espadeo, la ópera magna de Ronny Yu es una de las culminaciones del cine de la ex colonia.

Por Horacio Bernades
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Una de las vertientes más (y mejor) cultivadas por el cine de Hong Kong fue siempre la de la fantasía épica, que viene de lejos y tal vez haya alcanzado su culminación a mediados de los años ’90. Culminación y despedida: poco más tarde, en 1997, la ex colonia británica volvería a ser parte del territorio chino y el cine hongkonés nunca volvería a ser el que fue. Esa culminación épico-fantástica tiene nombre y se llama La novia del cabello blanco, pastiche de leyenda popular, tragedia romántica, esteticismo operístico y film de espadeo, que hasta ahora en Argentina se conocía sólo por referencias o por bajadas de Internet. De aquí a unos días cualquiera podrá tener su copia legal: el miércoles de la semana próxima el sello SBP la pondrá en la calle.

En la escena pretítulos –filmada, al igual que el resto de la película, en estudio, como los musicales de Hollywood de los ’30 y ’40–, un grupo de emisarios del emperador llega hasta un peñasco en busca de una flor mágica, que florece cada dos décadas y es capaz, según la leyenda, de proveer vida eterna. El emperador se halla muy enfermo; para sanar necesita de la flor. Pero la flor tiene un guardia y el guardia no está dispuesto a cederla. Ni aunque los soldados imperiales vengan a reclamarla, espada en mano. “¿Quién tiene mayor majestad que el emperador?”, pregunta el oficial de mayor rango, tras perder la batalla contra el guerrero solitario. Solitario y melancólico: el rostro semioculto por su larga cabellera, el hombre ni se molesta en responder. Está entregado al recuerdo de su amada, a la que sabe perdida para siempre. Ese recuerdo es su respuesta: la única majestad que Zhuo está dispuesto a reconocer no es la del emperador, sino la de su amada, criada entre lobos.

Coautor del guión, Ronny Yu tuvo a cargo esta Tristán e Isolda hongkonesa, según algunas fuentes basada en una novela de los años ’50. Como buen realizador de la ciudad-estado, Yu venía de dirigir de todo: películas de artes marciales, policiales, films fantásticos y de terror. Seguiría haciendo lo mismo más tarde en Hollywood, donde emigró justo después del traspaso hongkonés. A Hollywood Yu le aportó la que por lejos es la mejor de la serie Chucky (la paródica, exuberante, delirante La novia de Chucky, de 1998) y después de eso, lo que Hollywood más valora: anonimato y sumisión. La novia del cabello blanco sigue siendo, sin duda, su mejor película. En términos de cine occidental, La novia... es casi incomprensible. La película no sigue ninguna clase de linealidad narrativa: cada escena es autosuficiente y Yu no se molesta en plantear transiciones visuales y espaciales que permitan identificar fácilmente las ilaciones de una a otra. Ubicada en tiempos de la dinastía Ming, la narración entera es el ra-cconto que el guerrero hace de su historia de amor, de su formación como espadachín, de sus batallas, de su peculiar renunciamiento a ocupar la máxima jerarquía dinástica. Dentro de ese racconto son todos desvíos, fugas, saltos y discontinuidades.

Superproducción filmada en cinemascope (la copia que se edita respeta el formato), La novia del cabello blanco cuenta, en los protagónicos, con dos superestrellas del cine de su país. Zhuo no es otro que Leslie Cheung (foto), conocido en Argentina por el coprotagónico de Felices juntos, de Wong Kar-wai, y fallecido unos años atrás, a los cuarenta y pico. La novia es Brigitte Lin, que Wong Kar-wai también utilizó en Chungking Express y Ashes of Time. Llena de encuadres cerrados y angulaciones heterodoxas, entre lluvias de pétalos en ralenti y tonalidades azuladas los amantes se entrelazan al borde de lagos artificiales. O combaten contra ejércitos enteros, lanzándose en la clase de saltos y de vuelos que sólo el cine de Hong Kong sabía producir. La película entera se lanza, claro está, allí donde el cine occidental jamás se atrevería. Ver, por ejemplo, la utilización que la mujer de los lobos hace en combate de sus largas mechas blancas, atrapando y estrangulando enemigos con ellas. Más tarde llorará de amor.

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