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Sábado, 3 de abril de 2010
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Adolescente americano, de Nanette Burstein

La otra América profunda

El film retrata a un puñado de “teens” escolarizados en un pueblito de Indiana, en el Oeste medio estadounidense. Como no podía ser de otra manera, casi todos los “personajes” que hacen de sí mismos son cristianos, blancos y republicanos.

Por Horacio Bernades
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Burstein filmó las experiencias de chicos “representativos”.

¿Documental o ficción? La pregunta es una de las que con más frecuencia deja picando al cine contemporáneo. Tanto cuando copia deliberadamente las formas y los tics del género de lo real, en busca de efecto cómico (los llamados mockumentaries o “documentales en broma”), como cuando lo hace para asustar (The Blair Witch Project, [REC], El diario de los muertos). O cuando fusiona ambos campos hasta indiscriminarlos (desde las primeras películas de Kiarostami hasta la reciente y genial Aquel querido mes de agosto, incluyendo las de Pedro Costa, ver Play). Recién lanzada por AVH, Adolescente americano (American Teen) vuelve a plantear aquel interrogante, que tal vez convendría reemplazar por otros. Si es buena o no, si respira verdad, si funciona o no lo hace es lo que, según muchos, convendría preguntarse ante cualquier película, sea documental, ficción o cualquier cosa en el medio.

“Vivo en Varsovia, Indiana, un típico pueblito del Oeste medio”, dice Hannah, una de las protagonistas de Adolescente americano. “En mi ciudad, la enorme mayoría es blanca, cristiana y republicana. Todo el estado es republicano, de punta a punta.” ¿Un documental político? Si lo primero está en duda, lo segundo mucho menos. A pesar de lo que su presentación en off podría hacer pensar, lo político no es puesto en cuestión en la película dirigida, producida, escrita y editada por Nanette Burstein, directora de The Kid Stays in the Picture, sobre el célebre productor cinematográfico Robert Evans. Los teens estadounidenses escolarizados, de clase media blanca, son el objeto de observación de Adolescente americano. El método del que Burstein echa mano es el de un estudio sociológico. Durante un año se dedicó a seleccionar a un puñado de chicos “representativos” –todos ellos, alumnos de último año del high school de la zona– y luego los hizo “hacer de sí mismos”, filmando sus experiencias desde el comienzo de clases hasta poco después de su graduación.

Es lógico que sea Hannah la que introduce el relato en off, ya que ella es la “rebelde” del lugar, guitarrista de una banda de alt-rock y con proyectos de dedicarse al cine. Los otros protagonistas son el máximo metedor de dobles del equipo de básquet, la típica rubia “popular”, el galán de la promoción y el “aparato”, que toca en la banda del cole y es tímido, lleno de granitos y usa brackets. ¿Estereotipos? Se diría que sí. Tanto, que parecen replicar, un cuarto de siglo más tarde, los personajes de comedias juveniles como Nosotros cinco. ¿Repite los mismos rituales al infinito la sociedad estadounidense, a lo largo del tiempo? ¿Los mismos roles, gestos, códigos? Adolescente americano lleva a pensar que indefectiblemente lo hace. A pesar de eso y gracias a una estrecha convivencia de sus personajes, Burstein logra penetrar la intimidad de cada uno de ellos. Y en la intimidad no hay estereotipos sino gente.

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