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Sábado, 22 de mayo de 2010
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Amelia, de Mira Nair, y Biografía de Georgia O’Keefe, de Bob Balaban

Señoras con vuelo propio

Mientras Amelia retrata a Earhart, la primera mujer que cruzó sola el Atlántico, Biografía... refleja la vida de la más célebre pintora estadounidense del siglo XX. Ambos films dan cuenta de cómo la libertad se convierte para ellas en un valor impostergable.

Por Horacio Bernades
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Amelia Earhart se perdió para siempre antes de cumplir los 40.

Nacieron a fines del siglo XIX, en el Oeste Medio de los Estados Unidos, marcando a fuego la centuria siguiente. Georgia es de 1887; Amelia, diez años más joven. La mayor sobrevivió a la menor, por la sencilla razón de que vivió hasta los 98 años. Amelia se perdió para siempre en algún lugar del Pacífico, días antes de cumplir los 40. Mujeres independientes y pioneras, a Georgia la pintan como un carácter más severo e introspectivo, mientras que Amelia fue puro fuego y entusiasmo. Biografía de la Earhart –primera mujer que cruzó sola el Atlántico, en los tiempos heroicos de la aviación–, Amelia se estrenó el año pasado en Estados Unidos y ahora el sello Fox acaba de editarla en DVD. Biografía de Georgia O’Keefe es el poco imaginativo título con que Sony viene de lanzar un telefilm reciente, sobre la vida de la más célebre pintora estadounidense del siglo XX. Es tiempo de poner a una al lado de la otra.

Ambas películas comparten una escena: la del casamiento. “Elimine la palabra obedecer”, se ve obligado a pedir el novio al cura en Amelia. La novia acepta amarlo hasta que la muerte los separe, pero no obedecerlo. En Biografía de Georgia O’Keefe, la prometida reacciona de modo parecido. Aunque no frente al altar, porque se trata de segundas nupcias.

Protagonizada por una Hillary Swank rubia y pecosa, en Amelia Earhart acepta la propuesta de casamiento que le hace el empresario editorial George Putnam (Richard Gere), sólo cuando logra arrancarle un pacto de libertad mutua. Es que el amor de Amelia tiene alas, y las alas la llevan lejos. “Yo sabía que de allí en más nunca dejaría de volar”, escribió en sus memorias, sobre la primera vez que subió a un biplano, a los 23. Dos años después lograba el record de altitud. A los 32 fue la primera mujer en cruzar sola el Atlántico y en 1937 intentó dar la vuelta completa al globo terráqueo. Desapareció para siempre un mes más tarde, tras dejar atrás Nueva Guinea.

Como en Amelia, la vida sentimental de la protagonista es uno de los ejes de Biografía de Georgia O’Keefe. En este caso, la que llevó junto al fotógrafo Alfred Stieglitz (a quien un Jeremy Irons de largo pelo blanco, anteojitos sin montura y mostacho le da un aire como de Gepetto). Junto a Stieglitz y después de él: aunque haya sido su descubridor (en su galería los cuadros de O’Keefe se expusieron por primera vez, en 1918) y socio creativo (“aún hoy, cada vez que termino un cuadro pienso si a Alfred le gustaría”, seguía repitiendo Georgia tras su muerte), la artista necesitó huir muy lejos para hallar su voz definitiva como tal. Fue en el de-sierto de Taos, Nuevo México –a miles de kilómetros del departamentito neoyorquino que alguna vez compartió con su no muy fiel ex marido–, donde Georgia (interpretada por una Joan Allen morocha, adecuadamente seca y huesuda) dio con la materia de sus cuadros: los tonos arenosos, los cráneos de vaca, las gigantescas flores que se abren, como furiosas vaginas.

“Sólo estando sola puedo dedicarme por completo a mi arte”, dice Georgia. Lo mismo podría haber dicho Amelia. Es interesante que, sin embargo, ambas aparezcan modeladas por sus hombres, al menos en primera instancia. Putnam diseña la carrera de la Earhart con la astucia de un adelantado del marketing, y Stieglitz no sólo inmortaliza la imagen de su mujer en fotografías en blanco y negro (desnudos, muchas de ellas), sino que además la expone y recrea. Dirigida por la realizadora india Mira Nair (que hace rato pasó del miserabilismo callejero de Salaam Bombay al decorativismo de Kamasutra o Vanity Fair), Amelia muestra a la Earhart y Putnam como fachadas sonrientes, fotos de revista Life desplegadas a todo color. Bob Balaban (que antes de pasar a la dirección fue un conocidísimo secundario de comedias) logra en cambio darle otros tonos y otra densidad a su Georgia O’Keefe. En lugar de mitificarla en cromos, como Nair a Earhart, la observa de cerca, como si fuera parte de su círculo íntimo.

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