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Sábado, 25 de febrero de 2006
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“FINALES FELICES”, DEL DIRECTOR DON ROOS

Cambalache de vidas cruzadas

Con la ciudad de Los Angeles como centro, Roos propone una película coral, que resulta burbujeante, ligera y maliciosa en su primera parte, pero decae cuando se pone seria.

Por Horacio Bernades
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Finales felices fue el año pasado uno de los films mimados del cine indie estadounidense.

¿Por qué todas las películas corales, ésas en las que un montón de personajes cruza azarosamente sus destinos, transcurren en la ciudad de Los Angeles o sus alrededores? Haciendo un poco de historia, se recordará que esta suerte de subgénero cinematográfico, uno de los más transitados últimamente, fue inaugurado a comienzos de los ’90 por Robert Altman y su célebre Short Cuts, conocida aquí como Ciudad de ángeles. Más recientemente, películas como Magnolia, Amores perros, 21 gramos o Vidas cruzadas (la “tapada” de los próximos Oscar) reflotaron esa obsesión por cruzar el destino de personajes llamados a no cruzarse jamás. Todas ellas (con la única excepción de Amores perros) transcurren en la megalópolis californiana. ¿Por qué tiene que haber siempre en estas películas un accidente de tránsito de consecuencias funestas? Recuérdese: en la de Altman atropellan a un chico, en Amores perros a un rottweiller, en 21 gramos a más chicos... Finalmente, ¿por qué en todas ellas los personajes parecen condenados de antemano, como si se tratara de los peores vecinos, los más nefastos o miserables de un purgatorio a escala terrestre?

A todas esas preguntas responde Happy Endings, una de las mimadas del cine indie versión 2005, que el sello LK-Tel acaba de editar, sólo en DVD y con el título literal de Finales felices. Lo hace de distintas maneras, con mayor o menor grado de autoconciencia. En la primera escena un auto atropella a una mujer y la deja sangrando en el piso. El espectador tiene el tiempo justo para lamentar otra de esas películas en las que matan a alguien por la calle, cuando la pantalla se divide en dos y a la derecha se aclara, por escrito: “Esta mujer no va a morir. Nadie muere en esta película, porque no es un drama sino una comedia”. Ah, okey, respira el espectador aliviado y sintiéndose sorpresivamente interpretado. Sí, es verdad: más tarde nos enteraremos de que ese accidente no sucedió en Los Angeles sino en Phoenix, Arizona. Pero el 95 por ciento de la película transcurre en la ciudad californiana. Así que tenemos una regla confirmada (la de la ciudad) y otra que no (la del accidente de tránsito fatal). ¿Qué con respecto a la tercera regla del film coral, esa que prescribe personajes condenados de antemano, etc. etc.? También un sí para ésa: por mucho que se trate de una comedia, no hay en Finales felices un solo personaje que no sea una bolsa de ambición, culpa, mala intención o traición al prójimo. O tal vez sí, alguno hay. Pero pasa casi inadvertido.

Tercer opus como realizador del también guionista Don Roos, Finales felices abrió la edición 2005 del Festival de Sundance, lo cual representa una casi automática consagración en el circuito del cine indie. No es difícil imaginar las risas satisfechas del público de Sundance ante la clase de apelaciones autoconscientes que la película desparrama, sobre todo en su primera parte. “El es virgen por 10 minutos más”, se lee mientras un chico y una chica conversan distraídamente al borde de la cama. “Mamie + tiempo”, dice el cartel que presenta a esa misma chica, Mamie, ya como mujer madura. “Charlie es gay. ¿Quién no lo es?”, para introducir a otro personaje. Del mismo modo, se pueden dar por descontados los aplausos y comentarios que habrá suscitado la figuración en el elenco de rostros muy conocidos, de esos que identifican a los que están en la cosa.

Morocha y con el rostro inflado, Lisa Kudrow, la ex Phoebe de Friends, es Mamie, traumatizada el resto de su vida porque aquella charla en la cama con el-hijo-del-nuevo-marido-de-mamá terminó en bebé no querido. El genial Steve Coogan, el actor inglés de 24 Hour Party People, es Charlie, aquel tan gay como lo somos todos. También está Maggie Gylenhaal, una de las chicas más hot del off-Hollywood actual, y Tom Arnold en infrecuente papel dramático, y Laura Dern. Como sucedía en Lo opuesto del sexo, ópera prima de Mr. Roos, Finales felices es, durante su primera parte, ligera, burbujeante, maliciosa en la dosis justa. A medida que se quiere poner seria se le empiezan a ver los piolines. A la hora de metraje la película ya pasó de burbujeante a exasperante. A la hora y media el espectador está pidiendo la toalla. Y dura dos horas y cuarto...

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