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Sábado, 11 de septiembre de 2010
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Los buenos tiempos, de Ricky Gervais y Stephen Merchant

Tres muchachos de provincia

Aunque esté firmada por el creador de las hilarantes series The Office y Extras, no es una película cómica, sino una típica historia de grupo de amigos, con estructura convencional y un rosario de clichés dramáticos como remate.

Por Horacio Bernades
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Los amigos de Los buenos tiempos tienen caracteres bien diferenciados.

¿Adónde va Ricky Gervais? Hasta ahora era fácil decirlo. A lo largo de la última década, este admirador de Woody Allen viene destacándose como nombre esencial de la comicidad contemporánea. Autor, director y actor, Gervais empezó a hacerse conocido en la televisión británica con un show llamado Meet Ricky Gervais. Pero fue con The Office (2001/2003) y Extras (2005/ 2007) que se consagró definitivamente. Pluma ácida, timing afilado, hieratismo entre irritante y gracioso, la capacidad de convertir la incomodidad en comicidad (y viceversa) y el renovador recurso del falso documental aplicado a la comedia son algunas de las razones de esa consagración. En pleno apogeo, actualmente Gervais sigue escribiendo y produciendo la versión estadounidense de The Office, tiene serie nueva (The Ricky Gervais Show) y lanza su carrera cinematográfica, con apariciones recientes en ambas Una noche en el museo y el protagónico de Ghost Town, editada aquí en DVD con el título Un fantasma fastidioso.

Pero además este hombre de rostro aporcinado se lanzó a dirigir películas (o a codirigirlas). La primera de ellas fue The Invention of Lying, lanzada en DVD hace unas semanas como La mentira original. En la segunda lo acompaña Stephen Merchant, su socio creativo de toda la vida. Sony Pictures acaba de editarla en DVD, con el título Los buenos tiempos. Estrenada en abril en Gran Bretaña, recién lanzada en devedé en Estados Unidos, aunque tenga escenas, diálogos y hasta algún personaje cómico, Cemetery Junction (título original) no es una película cómica. Tampoco está protagonizada por Gervais, que se reservó apenas un secundario. Lo cual no quiere decir que no se trate de un proyecto personal: Cemetery Junction es el nombre del barrio de clase media baja de la ciudad de Reading, donde el hombre se crió.

Aunque en el verano de 1973 no tenía veintipico, como los protagonistas, no es difícil adivinar en uno de ellos –loser freakón, gordito y desubicado, especialmente con las chicas– un posible alter ego de Gervais. Película de grupo de amigos, de caracteres netamente diferenciados, Los buenos tiempos podría verse como versión calmada de Calles peligrosas. Aquí también hay, como De Niro en la película de Scorsese, uno que es como una mecha encendida. Con pinta de rocker salvaje, cada vez que lo llevan a la cárcel después de una pelea, Bruce pregunta si lo van a alojar en su suite. Uno de sus mejores amigos, Freddie Taylor, es su contracara. Con un repulsivo gerente de seguros como modelo (Ralph Fiennes, muy convincente), Freddie tratará de zafar de la pobreza. El tercero en cuestión es Snork, el gordito que espanta a las chicas con comentarios groseros.

Película de estructura convencional y un rosario de clichés dramáticos como remate, lo mejor de Cemetery Junction está en la lograda pintura de la ciudad de Reading como pozo del provincialismo británico, en la energía que aporta el personaje de Bruce (hasta que el guión decide reeducarlo), en el incomodante freakismo del doble de Gervais y en las muy groseras discusiones entre el propio Gervais (que hace de padre prole de Freddie) y la abuela, dignas de un Amarcord inglés. Por allí aparece Emily Watson, como esposa sometida del asqueroso Ralph Fiennes.

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