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Sábado, 2 de abril de 2011
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Ciudad de vida y muerte, escrita y dirigida por Lu Chuan

Versión china de una masacre

El film narra, fundamentalmente a través de la voz de un soldado japonés, los sucesos ocurridos en diciembre de 1937, cuando el ejército de Hirohito invadió la ciudad de Nanjing, por entonces capital de China. Hubo entre 200 mil y 300 mil muertos.

Por Horacio Bernades
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La película no contó con el beneplácito del gobierno chino.

El 13 de diciembre de 1937, en un nuevo paso de su expansión imperial, el ejército japonés tomó la ciudad de Nanjing, por entonces capital de China. Unos años más tarde, el Imperio del Sol Naciente establecería en esa ciudad un gobierno títere que sobrevivió hasta 1946, cuando las fuerzas de Hirohito cayeron a manos de los aliados. Aún hoy estremece la cifra de muertos que dejó lo que se conoce como “masacre de Nanjing”, sucedida en el curso de las seis semanas subsiguientes a la toma: entre 200 mil y 300 mil, según las estimaciones, incluyendo civiles y adosándosele una cantidad de violaciones que algunos extienden hasta casi un centenar de miles. El episodio dio lugar, cuatro años atrás, a un documental, y en 2009 a un film de ficción, de origen chino. Nanjing! Nanjing! (distribuida en Occidente con el título City of Life and Death) se llevó, en septiembre de ese año, el premio mayor del Festival de San Sebastián, además de varios otros en festivales asiáticos. A mediados de la semana próxima, el sello AVH la lanzará aquí en DVD, con el título Ciudad de vida y muerte.

De más de dos horas de duración y filmada en blanco y negro, la película escrita y dirigida por Lu Chuan (cuyos dos films previos ya habían tenido repercusión en festivales) es una superproducción que, según declaraciones del realizador, no habría contado con el beneplácito del gobierno de su país. La razón del disgusto oficial residiría en que uno de los personajes que guían la narración es un soldado japonés, pero lo cierto es que lo que se ve a través de los ojos de ese soldado es una larga serie de horrores, cometidos por sus compañeros y encargados por sus superiores. Ascendido a sargento por sus méritos en combate, el soldado Kadokawa es uno de los focos elegidos por Lu Chuan para echar luz sobre esas semanas de espanto, en el marco de un relato que, antes que la linealidad, prefiere abordar la masacre a través de varios centros de atención. Otros protagonistas de Ciudad de vida y muerte son un soldado chino que engrosará una de las primeras tumbas colectivas, un niño que a la larga sobrevivirá (vive aún hoy, según consignan los créditos finales), el representante oficial del Tercer Reich en China, su asistente (civil acomodaticio, que terminará demostrando una impensada capacidad de autosacrificio), una prostituta japonesa y una valerosa mujer local, que logra salvar a varios de sus compatriotas.

Con un notable trabajo de cámara e iluminación de Cao Yu (premiado también en varios festivales), más allá de las reservas del gobierno chino, la visión que en su bien orquestada visceralidad transmite Ciudad de vida y muerte no difiere demasiado de la que cualquier versión oficial podría dar de la masacre. Los oficiales japoneses son perversos e inescrupulosos, y sus subordinados se comportan como bárbaros, mientras tanto los militares como los civiles chinos oscilan entre la condición de víctimas y la grandeza de espíritu. Un único elemento de este previsible tapiz chirría ostentosamente. Se trata del empresario alemán John Rabe, seguramente el primer nazi sensible y humanitario que el cine mundial haya mostrado en su historia entera.

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