8-Une affaire d’amour,
de Stéphane Brizé. Con Vincent Lindon y Sandrine Kiberlain.
2009, 101 min. Transeuropa.
La semana pasada se reseñó en esta columna la pelÃcula italiana Cosa voglio di più, donde enamorarse de un extraño tiene la fuerza de una maldición. Algo semejante sucede en Une affaire d’amour, donde la relación extramatrimonial es también –como en aquélla– de carácter interclasista. Allà eran una mujer joven de clase media y el empleado de una empresa de catering; aquÃ, un albañil y la maestra de su hijo. Desde el momento en que se conocen se advierte el flechazo, aunque quieran disimularlo. Pero también se percibe la melancolÃa que circula entre ambos, como si supieran –o quisieran– que lo que hay entre los dos difÃcilmente prospere. Que los protagonistas sean en la realidad una ex pareja contribuye, sin duda, al aire de pérdida.
7-Imparable,
de Tony Scott. Con Denzel Washington, Chris Pine y Rosario Dawson.
2010, 98 min. Fox Video.
Frente a la melancolÃa de Une affaire d’amour, la manÃa de Imparable. Hay que detener un tren sin frenos, que podrÃa provocar un desastre de proporciones. Con esa premisa mÃnima y algunos tópicos tÃpicos (la relación de perro y gato entre el veterano a punto de jubilarse y el jovencito recién ingresado), Tony Scott se confirma, después de Déjà vu y El rescate del Pelham 1 2 3, como dotado coreógrafo del montaje. No sólo por su timing para calcular la duración justa de cada plano (pasó, en un par de años, del tiempo-clip al tempo cinematográfico) y el tip tap que produce al combinarlos, sino por su habilidad para vincular espacios distantes. Como un buen baile, Imparable es pura excitación del instante, de las que no dejan secuelas.
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