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de Claire Denis.
Con Alex Descas, Mati Diop y Nicole Dogué. 2008, 100 min. AVH.
Inspirada en un clásico de Yasujiro Ozu (Primavera tardía, 1949), 35 rhums narra la estrecha relación entre un hombre viudo y su hija y la crisis que el inevitable alejamiento de la muchacha produce en ambos. Sospechosos, abstenerse: se trata de puro amor paterno-filial, sin el menor atisbo de disfuncionalidad. Rehuyendo como de costumbre picos y explicitaciones dramáticas, en lugar de “desarrollar el conflicto” (como aconsejan los manuales de guión del siglo pasado), la exquisita Claire Denis (Bella tarea, Vendredi soir) tiñe la película de una profunda melancolía. Melancolía que se manifiesta no sólo en el tono, sino en el tempo, duración y textura de cada encuadre. Y también en el entorno, cálido y tristón, que rodea a padre e hija.
de James Watkins.
Con Daniel Radcliffe, Ciarán Hinds y Janet McTeer.
2012, 95 min.
AVH.
La Hammer, legendaria productora inglesa de cine de terror, vuelve al ruedo con esta muestra clásica y climática del género. Del género de fantasmas, para ser más precisos. Como en un cuento del siglo XIX, un forastero (Daniel “Potter” Radcliffe) llega a un paraje que esconde leyendas seculares entre la niebla, los páramos desolados y los caserones ruinosos. Leyendas que la llegada del extraño no hace más que revitalizar. Como si llevara la fatalidad consigo, demasiados niños mueren, desaparecen o se suicidan a su paso, al tiempo que el personaje del título comienza a aparecer y volatilizarse frente a él. Con acierto, el realizador James Watkins recupera el viejo arte de construir atmósferas, antes que el mero golpe de efecto.
de D. Cronenberg.
Con M. Fassbender, Viggo Mortensen y Keira Knightley.
2011, 99 min.
Transeuropa.
Esta sección puede estar equivocándose, y en ese caso ya habrá ocasión de rectificarse, pero hasta entonces considerará a Un método peligroso una nota al pie para una historia del psicoanálisis, antes que una película. Los elementos potencialmente subversivos de la relación entre Carl Jung y Sabina Spielrein (el carácter extramatrimonial, los límites violados, el componente sadomaso) quedan ahogados por un academicismo que nadie podía esperar en David Cronenberg (de allí la autosospecha de error). Academicismo con todas las letras, desde la esmerada reconstrucción de época hasta la no menos esmerada fidelidad a la documentación, así como el almidón con que Viggo Mortensen y Michael Fassbender tiñen a ambos próceres de la psiquis.
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