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Sábado, 11 de enero de 2014
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COMPAÑEROS DE COPAS, DIRIGIDA POR JOE SWANBERG

Las mutaciones del deseo

Film de bajo presupuesto, luce más interesado en observar la conducta de un grupo de gente –cuatro personajes que trabajan en una fábrica de cerveza artesanal y que no dejan de cruzarse– que en contar una historia convencional.

Por Horacio Bernades
Compañeros de copas es la última película de Swanberg, que vino en 2013 a presentarla a Mar del Plata.

La capacidad de producción de Joe Swanberg es impresionante. Nacido en Illinois, Swanberg debutó como realizador a los 24 años y desde ese momento despachó, en menos de una década, la friolera de quince largometrajes. En 2010 alcanzó una marca que bien podría ser record mundial: siete largos en doce meses. Pero, además, este apenas poco más que cuarentón produce y edita sus propias películas, hasta poco tiempo hacía la cámara... ¡y encima actúa, en sus películas y las de sus amigos! ¿Cómo hace? En principio, filma barato. Muy barato, como todo cineasta mumblecore, movimiento ultraindependiente del cual es uno de los integrantes más notorios. Rubión y muy alto, Swanberg estuvo en noviembre pasado en el Festival de Mar del Plata, presentando la que es hasta ahora su película más reciente (en quince días estrena una nueva). Se trata de Drinking Buddies, que tras participar de la competencia internacional en ese festival acaba de lanzarse en DVD, con el título Compañeros de copas. De eso se trata entonces: de presentar a Joe Swanberg y su (pen)última película.

“Voy a estar por acá unos días y voy a tener tiempo libre. Así que el que se cruce conmigo por la calle, si quiere ir a tomar una cervezas, vamos.” Así se presentó Mr. Swanberg, desde el escenario, en Mar del Plata. Sonaba creíble: se lo veía suficientemente simpático y dispuesto como para cumplir su promesa. De hecho se lo vio en una renombrada cervecería artesanal marplatense, donde, según dicen, degustó, durante una noche, todas las variedades de lúpulo habidas y por haber. El asunto excede la anécdota, ya que Compañeros de copas debe su título a que los protagonistas trabajan en una fábrica de cerveza artesanal. Y no le dan ninguna bolilla a aquella advertencia según la cual es prudente no consumir lo que se trafica. De hecho, pocas veces se vio en cine tomar tanta cerveza, de todos los colores, como aquí. Sus protagonistas liban tanto como en las películas de John Cassavetes. Con la diferencia de que allí era whisky y otras bebidas blancas, y aquí es la bebida favorita de Asterix & Cía.

Citar a Cassavetes no es casual. Filmada con largos planos secuencia, una steadycam que sigue por todas partes a sus personajes, escenas de larga duración y aire inconfundiblemente improvisatorio, si algún referente parece tener Swanberg en Drinking Buddies es el cine de aquel descendiente de griegos. Como las películas del realizador de Shadows y Faces, cuya sombra no deja de proyectarse sobre el cine indie contemporáneo, Compañeros de copas es la clase de film que los sajones denominan slice of life. “Pedazo de vida”: un cine más interesado en observar la conducta de un grupo de gente durante un tiempo y en un espacio determinado, que en narrar historias. Entendido esto, al menos, como progresión de acontecimientos que deberá llevar las cosas de un punto A a uno B, y así sucesivamente, con conflictos dramáticos identificables y crecientes y puntos de quiebre en la narración.

Primer film de Swanberg en el que interviene una actriz proveniente del cine mainstream (Olivia Wilde, una de las chicas más descacharrantemente lindas del cine contemporáneo, resuelta a demostrar que es mucho más que una cara bonita), Compañeros de copas narra, como Maridos, el devenir de cuatro personajes que no dejan de cruzarse. Pero no se trata aquí de cuatro amigos sino de dos parejas que, de modo bastante típico, intersectan sus deseos. Lo que no es nada menos típico es el hecho de que esos deseos permanecen siempre opacos para el espectador. Imposible saber del todo por qué su novio (Ron Livingston) deja a la bella Kate (Wilde), como también cuál es, o hasta dónde llega, el deseo de su compañero de trabajo, Luke (Jake Johnson) por ella. Imposible saber, sobre todo, qué pasa por la cabeza y el cuerpo de Kate. Un cuerpo deseado por todos los hombres que la rodean (lo cual es un modo de ratificar, por parte de Wilde, lo linda que es).

Lo que genera desconcierto es que Kate no es del tipo “chica linda y distante” sino, muy por el contrario, del tipo “amigota de juergas”, que cada vez que cualquiera la invita a tomar cerveza dice sí. Sus frecuentes juegos de manos y roces físicos con Luke ¿quieren decir algo más que eso? La película narra, en buena medida, el laberíntico recorrido de esa pregunta. Dueña de una notable fluidez narrativa, y con Wilde en cámara en cada plano, Compañeros de copas es –sin dar jamás la sensación de pretender serlo– un logradísimo estudio sobre la incognoscibilidad, la mutación del deseo, la opacidad amorosa.

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