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Sábado, 14 de junio de 2014
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SOLO DIOS PERDONA, DIRIGIDA POR NICOLAS WINDING REFN

Venganza en el Lejano Oriente

El cineasta danés, que puso su nombre en un lugar destacado a partir de Drive, definió esta película como un “western”, pero también podría ser una de yakuzas o un policial negro. Filmada en Bangkok, se destaca por la parquedad del héroe, encarnado por Ryan Gosling.

Por Horacio Bernades
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En Sólo Dios perdona, el director parece exclusivamente interesado en el estilo y la abstracción.

“Desde hace unos años quería filmar una película que fuera como un western, pero en el Lejano Oriente. Rodé primero Drive, porque Ryan Gosling me insistió para que lo hiciéramos. En cuanto la terminamos le propuse volver sobre el proyecto anterior, y de allí surgió la película.” El que habla es el danés Nicolas Winding Refn, a quien Drive (2011) colocó definitivamente en el candelero internacional, y la película a la que se refiere es Only God Forgives que, otra vez con Gosling por protagonista, tuvo su estreno en la edición 2013 del Festival de Cannes. Coproducida con capitales tailandeses y filmada en Bangkok, el sello Transeuropa acaba de editarla en DVD en Argentina, con el título Sólo Dios perdona.

Que Sólo Dios perdona transcurre en el Lejano Oriente está claro desde antes de la primera imagen: Winding Refn ha elegido transcribir los títulos de los créditos en signos del alfabeto tailandés. De allí que haya que recurrir a Internet para averiguar qué hace allí el nombre del chileno Alejandro Jodorowski. La película está dedicada a él, como ya sucedía en Drive. OK, Lejano Oriente. Pero ¿un western? Bueno, si una película que gira alrededor de la venganza, la guerra de clanes, eventualmente, que incluye varios duelos y tiene a un protagonista prácticamente mudo es un western, Sólo Dios perdona lo es. Tanto como podría ser una de yakuzas, un policial negro, una videoinstalación de acción o un capricho destinado a pulverizar toda idea de narración. Si de esas opciones se elige “western”, habrá que pensar en los de Sergio Leone. Tanto por la parquedad del héroe (el sitio imdb computa un total de diecisiete palabras pronunciadas por Gosling en toda la película) como por el carácter operístico-ralentado que la preparación de cada enfrentamiento asume.

Julian (Gosling) administra un club de tai-boxing que sirve de tapadera del verdadero negocio familiar, consistente en el tráfico de drogas. Una noche, su hermano mayor viola y asesina a una prostituta adolescente. El padre de ésta, en venganza, lo asesina. Julian se niega a seguir con la Ley del Talión, ya que considera que el tipo tenía razón. Pero ahí es cuando llega mamá. Interpretada por una Kristin Scott-Thomas de peluca platinada, mamá Jenna es tan despiadada como el más terrible de los mafiosos, además de escupir las verdades más brutales. “Trabajo en la industria del entretenimiento”, le dice la novia de Julian, que tiene una pinta de stripper que se cae. “¿Ah, sí?”, pregunta mamá Jenna. “¿Por qué no me contás entonces a cuántas pijas entretuvo esa boca?” El personaje más colorido de la película, mater terribilis al borde de lo incestuoso, la Jenna de Scott-Thomas recuerda inconfundiblemente a la Anjelica Huston de Ambiciones prohibidas/The Grifters. Pero con algo de diva, a lo Su Giménez, y un toque de reina nórdica, como salida de Game of Thrones.

El otro personaje llamativo es un ex policía tai, que tras su licenciamiento se las rebusca como gélido ejecutor. Insuperable en el uso de la espada (que desenvaina desde la espalda, por sobre el cuello), en una escena este buen señor va clavando pinchos de comida en el cuerpo de un tipo que se quiso hacer el vivo. Y que termina como Edipo. Pero no por haberse acostado con la mamá. La verdad, importa poco lo que pasa en Sólo Dios perdona. A diferencia de Drive, construida en función de los personajes, aquí Winding Refn parece exclusivamente interesado en el estilo y la abstracción. El estilo eclosiona en baños de neón que sumergen las imágenes (neón bermellón, sobre todo). La abstracción, en unos decorados enormes, vacíos, indiscernibles, impersonales. Pero lo más curioso de Sólo Dios perdona es la silenciosa y solemne lentitud con que se mueven los personajes, como si la película entera fuera un maratónico ralentí de 90 minutos.

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