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Domingo, 14 de septiembre de 2014
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UN CORAZON NORMAL, GANADORA DEL EMMY AL MEJOR TELEFILM

Escenas del campo de batalla

Con Mark Ruffalo y Julia Roberts al frente del elenco, la película dirigida por Ryan Murphy (conocido como productor y director de las series Glee y American Horror Story) narra con pulso furioso la guerra en los primeros tiempos del sida.

Por Horacio Bernades
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Taylor Kitsch y Mark Ruffalo, cuando el paraíso estaba por convertirse en un infierno.

La historia de la batalla contra el sida tiene una genealogía cinematográfica algo escasa, que va de Filadelfia (1993) a la reciente Dallas Buyers Club: El club de los desahuciados (2013). A ella viene a sumarse The Normal Heart, producida y emitida en mayo por el canal HBO, recibida con extendidos elogios por parte de la crítica especializada, nominada a media docena de Emmys y ganadora, semanas atrás, del correspondiente a Mejor telefilm. Basada en una obra de teatro escrita por Larry Kramer, dirigida por Ryan Murphy (conocido sobre todo como productor y director de las series Glee y American Horror Story) y con Mark Ruffalo, Taylor Kitsch y la mismísima Julia Roberts al frente del elenco, el sello AVH la lanzará la semana entrante en DVD, con el título Un corazón normal.

Un corazón normal es una película de guerra. Guerra de un país (la nación gay, si se quiere) contra un enemigo surgido de la nada, que un día se infiltra y entra a matar gente en proporciones geométricas, sin que nadie sepa qué hacer para combatirlo y sin ayuda de lo que podrían considerarse “naciones vecinas” (el gobierno de Nueva York y el de los Estados Unidos en su conjunto). Son los comienzos de los ’80, en los boliches reina la música disco y un pilar del orgullo gay radica en arrogarse la libertad de tener todas las relaciones sexuales que se quiera, sin ocultarlo y con todos los partenaires habidos y por haber. Es por ello que no podría haber nada más chocante que la orden de “dejar de coger”, que no dicta la Iglesia Católica o ninguna otra, sino una médica, a la sazón la mayor experta en sida en ese momento. Momento de tanta desorientación que todavía ni se le ha puesto nombre al enemigo.

En la secuencia inicial, al escritor Ned Weeks (Ruffalo, en su mejor actuación a la fecha) se lo ve algo abrumado en medio del bullicio, los bultos y cuerpos bien torneados de sus amigos, en esa suerte de paraíso “de locas” que es la isla Fire Island Pines, en Long Island. De hecho, Weeks acaba de publicar un artículo donde sostiene que tanto coger va en contra de la posibilidad de desarrollar relaciones más cariñosas entre los miembros de la comunidad. En medio de esa fiesta constante, entre la multitud aceitada uno de los concurrentes cae al piso, producto de un mareo. Una de las primeras víctimas de una guerra que, al día de hoy, ha dejado una cifra de víctimas próxima a la población total de la Argentina. Un corazón normal narra, con pulsación furiosa, los primeros años de la conflagración. Por tímido que sea al comienzo, Weeks devendrá el guerrero más irreductible. En la ciudad, el país y el mundo los homosexuales caen como moscas y entre estigmas. Pronto comenzará a suceder lo mismo con los que no lo son también. Y las autoridades no se hacen cargo de nada. Si no lo hace Howard Koch, intendente de Nueva York y gay en el closet, cómo esperar que el cowboy Ronald Reagan destine a la batalla el presupuesto multimillonario que se requiere. La otra guerrera es la doctora Emma Brookner (una Julia Roberts huesuda, de dientes apretados y en silla de ruedas, producto de una polio infantil), que a solas y a ciegas intenta dar con algún modo de detener la epidemia. Loca de rabia ante la indiferencia de las autoridades, que ni siquiera reconocen los avances científicos que están teniendo lugar en Francia.

Film febril, desesperado, lleno de colores saturados a los que la situación impregna de una pátina gris, lejos de toda épica fácil, Un corazón normal da cuenta de las discusiones, conflictos y disputas al interior de la comunidad gay, que intenta llevar adelante una política de defensa de género en medio de la catástrofe, con el instinto de sobrevivencia por única arma.

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