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Sábado, 28 de marzo de 2015
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EN ISLANDIA, DE AARON KATZ Y MARTHA STEPHENS

La moda de los viejos piolas

Pequeño film indie estrenado en Estados Unidos el año pasado, que la división local de Sony Video lanza ahora en dvd, En Islandia es otra comedia que tiene como personajes centrales a dos veteranos que se comportan como adolescentes.

Por Horacio Bernades
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Dos ex concuñados, separados hace rato de sus respectivas esposas, disfrutan de la vida.

Durante décadas el cine de género fue el gran organizador de la producción, recepción y consumo cinematográficos. No sólo de Hollywood sino de otros cines hechos a su imagen y semejanza (el argentino y el mexicano, sin ir más lejos). Con el derrumbe del sistema de estudios en los primeros ’60, los hábitos de producción y recepción comenzaron a modificarse y la división en géneros dejó de ser crucial. Desde hace por lo menos dos décadas, el “formato” remplaza al género como piedra angular del circuito de producción. Ya no se consumen tanto policiales y melodramas (aunque sí comedias y terror, únicos que mantienen su propio poder de convocatoria) como sagas y, sobre todo, “tipos” de películas. Entre estos últimos, un nicho particularmente cargado es el que apunta a la reivindicación de grupos sociales postergados, ya se trate de batalladoras de género como de toda clase de marginados (si son económicos, eso tendrá lugar sólo en películas que transcurran en el alguna vez llamado Tercer Mundo) como víctimas o pioneros de la lucha por los derechos civiles y héroes o mártires del combate por la diversidad sexual.

Otro grupo social postergado en boga es la gente de la tercera edad. Que vive, como se sabe, una época de esplendor, algo sobre lo cual el resto de la comunidad parece no haber terminado de espabilarse. Desde Los puentes de Madison y Jinetes del espacio hasta Nebraska, pasando por Tres tipos duros (donde Pacino, Christopher Walken y Alan Arkin volvían a las andadas) y, cómo no, Elsa y Fred (de la cual Hollywood hizo recientemente una remake), proliferan en el cine de los últimos veinte años los viejos locos lindos, los que no se abandonan a la edad, la enfermedad o la muerte (Amour sería el contraejemplo), los que se atreven a todo, los que se permiten una adolescencia tardía. A esta corriente pertenece Land Ho!, pequeño film indie estrenado en Estados Unidos el año pasado, que la división local de Sony Video viene de lanzar en DVD con el título En Islandia.

Se trata esta vez de dos ex concuñados, separados hace rato de sus respectivas esposas. Sus personalidades encajan tan bien que sólo puede tratarse de personajes de un guión. Ex cirujano, el octogenario Mitch es hiperactivo, dominante, charlatán, considerablemente grosero, algo bruto, bastante chiquilín y más fiel al porro que un chico de 15. Ex ejecutante de corno francés y ex gerente de banco, el australiano Colin es algo menor que él. En todos los aspectos. Tendrá setenta y pico y es amable, discreto, conciliador y medido. La clase de cualidades que el cine suele traducir por pusilanimidad, grisura, cobardía y conformismo. Algo en lo que la película codirigida por los estadounidenses Aaron Katz y Martha Stephens tiene la gentileza de no incurrir. En Islandia no juzga a ninguno de sus personajes. Esa suerte de “temperatura media” –ni dolorosamente gélida ni chorreantemente calurosa, algo muy apropiado para una road movie que recorre hielos y aguas termales islandesas, y que bascula entre personalidades opuestas– es una de las claves de su encanto.

No es que el film de Katz & Stephens no ceda a las líneas de puntos de todo film preformateado. El juego de oposiciones entre ambos protagonistas es demasiado matemático; su viaje, tal vez demasiado turístico; alguna aventurilla sexual, demasiado previsible, y la derrota de las derrotas personales a manos de una nueva felicidad, demasiado esperable. En Islandia incursiona también en ese espejismo tan “americano” que consiste en identificar la felicidad con la adolescencia. Lo que da singularidad a En Islandia es el modo en que no cumple del todo con las normas del formato. La aventurita sexual del adolescente de tercera edad está, pero es eludida y pasajera; el guión no se aboca sistemáticamente al balance de vida previa de los protagonistas; las epifanías son físicas y jamás existenciales; no hay remate con moraleja explícita o sugerida, sino un final más o menos neutro.

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