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de J. M. McDonagh.
Con Brendan Gleeson, Chris O’Dowd y Kelly Reilly.
2014, 102 min.
Sony Video.
En medio de la confesión, un parroquiano le avisa al protagonista que en una semana va a asesinarlo. Un cura abusó de él durante años en la infancia, y matar a un inocente en su lugar le calzará perfecto a la injusticia de las cosas. Que en la que podría ser su última semana el padre se pregunte por el sentido del mundo y del sacrificio enciende el semáforo de la gravedad trascendentalista. Que se trate de un cura alla John Ford –irlandés, peleador, pecador y dado a la cerveza negra– en buena medida lo apaga. La agudeza de los diálogos, el muy británico sentido de la ironía crítica, las magníficas actuaciones y, sobre todo, la presencia escasamente etérea del grandote Brendan Gleeson ayudan a bajar las cosas al nivel de la tierra.
de E. L. Katz. Con Pat Healy, Ethan
Emrby y David Koechner.
2013, 88 min.
SBP.
Al peligro de Dios que presenta Calvario, Apuestas perversas opone una resuelta fascinación por el mal, que el carácter de comedia negrísima no disimula. La premisa es conocida: un apostador tan lleno de dinero como el mismísimo Satán seduce a un par de pobres tipos, ofreciéndoles lo que a él le sobra en pago por una serie de pruebas. Como es de presumir, éstas empiezan siendo más o menos inofensivas y terminan resultando un despatarre de sadismo. En su lúdico regodeo con la malignidad, Apuestas perversas no comete el pecado de ponerse moral. Alguna escena lleva bien lejos lo que el título en castellano promete, y David Koechner, que hasta ahora se había especializado en desagradables secundarios de comedia, estira esa cualidad al límite.
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