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Sábado, 23 de septiembre de 2006
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“DIAS DE PERRO”

Locura y violencia a punto de estallar

La película del austríaco Ulrich Seidl plantea una mirada patética de la sociedad de su país.

Por H. B.
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En Días de perro todo tiende a ser degradante.

Un tipo entra a un baño público y amenaza a otro, que está haciendo pis. Regresado al salón, intentará moler a golpes a un segundo parroquiano. El motivo: ambos osaron mirar a su novia... que trabaja de copera y presenta un show allí. La violencia a punto de estallar, la locura, la disfuncionalidad, un toquecito de absurdo cotidiano. Y un cierto modo de mostrarla, frío y seco. En la secuencia introductoria de Hundstage está prefigurada la película entera. El resto es una serie de variaciones sobre esa disonante melodía inicial. Primer film de ficción del ex documentalista austríaco Ulrich Seidl, Dog Days –tal el nombre con que se la conoció en el circuito internacional– se presentó cuatro años atrás en la prestigiosa Semana de la Crítica de Cannes, ganó poco más tarde el Gran Premio del Jurado en Venecia y la crítica internacional la eligió Mejor Película Europea 2002. En asociación con Gativideo, el sello 791 Cine la edita por estos días en la Argentina, con el título Días de perro.

Además de la sufrida showgirl y su novio psicópata, los restantes protagonistas son una viajera a dedo que agrede verbalmente a quienes la levantan; un señor gordo que busca reemplazante para su esposa muerta; un solitario vendedor de alarmas a domicilio; un matrimonio que perdió a la hija en un accidente y vive bajo el mismo techo, sin dirigirse la palabra, y una mujer solitaria, agredida por un amante eventual, al que más tarde un tercero en discordia obligará a torturar. Sí, Días de perro es una de las representantes más notorias de ese género que podría llamarse la vita non e bella, y que el cine europeo y latinoamericano cultivan con fruición de un tiempo a esta parte. Llámense 21 gramos, Magnolia, Vidas cruzadas u otras menos conocidas por aquí (la checa Stetsi, la danesa Drabet, la belga Someone Else’s Happiness), todas ellas multiplican sus personajes, como modo de generalizar la idea de que no es uno el que está mal: somos todos.

Ocasionalmente graciosa, más frecuentemente patética y revulsiva, en lo visual Días de perro adhiere a lo que podría denominarse feísmo abstracto, fotografiando a montones de vieneses derrumbados sobre sus reposeras y luciendo abundantes dosis de transpiración, celulitis y adiposidades, en medio de un verano anormalmente tórrido. Más que como entomólogo, Seidl se comporta como un insectizador, reduciendo gente a alimañas. Seidl muestra, en este punto, un llamativo parentesco con los mexicanos Carlos Reygadas y Amat Escalante, que en sus películas Batalla en el cielo y Sangre (vistas en el último Bafici) proceden de modo semejante. En Días de perro todo tiende a ser degradante, comenzando por el sexo.

“Hacele cantar el himno”, obliga un tipo a una pobre mujer, pistola en mano y refiriéndose a un tercero, al que tienen inmovilizado. “Pueblo dotado para la belleza, gloriosa Austria”, desentonan todos al mismo tiempo, chivados, aterrados y con las panzas al aire. Está claro que Herr Seidl no es alguien que se sienta particularmente a gusto con el tiempo y el país que le tocaron en suerte.

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