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Sábado, 6 de enero de 2007
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“¿QUIEN MATO A KURT COBAIN?”

La culpa de todo la tiene Courtney Love

El documentalista inglés Nick Broomfield parte de una hipótesis: el ex líder de Nirvana fue asesinado por su mujer. Los testimonios no lo desmienten.

Por Horacio Bernades
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Kurt Cobain se suicidó en 1994. ¿Se suicidó?

“Me ofreció 50.000 dólares por hacerlo y no acepté. Debería haber aceptado, era mucha plata... Conozco al tipo que lo hizo, si quiere se lo presento...” El que habla es un pelado con físico de mastodonte y barba y bigotes tupidos, que remata sus palabras con sonrisa ligeramente estúpida. En los ambientes pesados de Los Angeles se lo conoce como El Duce. No parece el tipo más creíble del mundo, ¿pero qué ganaría con mentir? La suma a la que se refiere es la que a fines de marzo de 1994 le habría ofrecido cierta rubia grandota, de nombre artístico Courtney Love. ¿A cambio de qué? De asesinar a Kurt Cobain.

Unos días más tarde, el 8 de abril, el rubio frontman de Nirvana fue encontrado muerto en el garaje de su casa, con un agujero en la cabeza y un fusil de su propiedad unos metros más allá. Desde entonces hasta hoy, muchos se permitieron dudar de que hubiera sido suicidio. Uno de ellos, el documentalista inglés Nick Broomfield, especializado en casos escabrosos. Como el de Heidi Fleiss, regenta del burdel al que iban todas las estrellas de Hollywood. O, más recientemente, Aileen Wuornos, asesina serial a quien poco después encarnó Charlize Theron. En 1998, cuatro años después de la muerte de Cobain, Broomfield cruzó el océano con un encargo de la BBC. El resultado del emprendimiento sería Kurt & Courtney, documental que llegaría a adquirir dimensiones casi tan míticas como las del propio mártir del grunge. Y que ahora, sorpresivamente, un pequeño sello local ha puesto en circulación, en formato DVD. No es fácil encontrarlo. Mucho menos reconocerlo, semioculto como está tras el título de ¿Quién mató a Kurt Cobain?, más digno de Crónica TV que de un documental se supone que serio. Si se lo busca por la zona de Callao y Corrientes es posible que se dé con esta edición de la editora Renacimiento Nuevo Siglo. Vale la pena, dicho esto en un sentido entre mórbido y chismográfico.

“Todavía no tenía un enfoque personal sobre el asunto”, confiesa a mitad del recorrido Nick Broomfield. Un poco a la manera de su colega Michael Moore, Broomfield se pone en el lugar del investigador gonzo, arrastrando la cámara tras de sí y encarando a sujetos tan poco confiables como El Duce. Esa sensación de inseguridad y provisoriedad, de cosa que se va armando sobre la marcha, de verdad siempre digna de desconfianza, es esencial al estilo Broomfield e incluye una buena dosis de exposición personal. Como cuando declara su miedo a denunciar públicamente a Courtney Love, o cuando deja sin editar una escena en la que una testigo le pregunta por su novia. “¿Qué novia?”, duda Broomfield. “El”, dice la chica, señalando al camarógrafo. “Ah, él. Todo bien”, cierra el asunto el documentalista.

La mala de la película es, a toda orquesta, Mrs. Love, que aquí aparece como una verdadera Cruella DeVille real life. Desde el comienzo Broomfield reconoce que la viuda de Cobain viene haciendo presión para frenar el documental. Más adelante deja ver, en vivo, la conversación telefónica con uno de sus socios, que le anuncia que se retiran del proyecto. No es el único contacto telefónico que pone los pelos de punta: está también el audio de una larga amenaza de la líder de Hole a una periodista, que había osado empezar a escribir un libro sobre Nirvana... y jamás lo publicó. Casi a punto de echar espuma por la boca, un ex novio, Rozz Rezabek, define a Courtney como una arpía. Un detective privado llamado Tom Grant, a quien la propia Love había contratado luego de que Cobain se fugara de un centro de rehabilitación, sostiene fervientemente que fue ella quien mandó matar a Kurt, para quedarse con la herencia. Una babysitter que asistió a los últimos días de la pareja testimonia que en la casa no se hablaba de otra cosa que del testamento de KC. Y finalmente, el personajón de la película, Hank Harrison.

Autor de dos libros en los que intenta demostrar que CL asesinó a KC, basta que a Harrison le nombren a Courtney para que se ponga verde. Lo curioso es que Mr. Harrison es... el papá de Courtney. “Sí, cuando era chica compré dos perros guardianes para que la vigilaran”, recuerda Sweet Daddy sin hacerse el menor problema. Tan palo y a la bolsa como todos los documentales de Broomfield, el propio realizador reconoce, en off, que no llegó a reunir ninguna prueba que incrimine seriamente a la ex morocha. Pero también es cierto que logra poner al espectador en una situación en la que casi se ruega que sí, que descubran de una buena vez las huellas de Courtney en el arma homicida, y le hagan morder el polvo de una buena vez a la maldita bruja.

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